El gobierno cedió a las demandas de los eurodiputados y este 28 de enero entrará en vigor el TLC con la Unión Europea, sin la ratificación formal del tratado por parte del Congreso, gracias a una cláusula de “aplicación provisional”. La premura no parece responder a la “conveniencia comercial”, sino a una actitud provinciana de bajar la cabeza ante los imperios. Más cuando ellos son activos observadores del proceso de paz y su aval será clave para limpiar, ante la comunidad internacional, los crímenes de lesa humanidad y narcotráfico cometidos por las FARC y asimilarlos como conexos al delito político. Eso, al parecer, es más importante que procurar el trámite reposado, que permitiría advertir y evitar la ruina para más de 300 mil familias ganaderas.
No hay otra explicación. A fin de cuentas, el Sistema de Preferencias Generalizadas estaría vigente hasta diciembre de este año. En consecuencia, se puede surtir con prudencia el trámite ante el Congreso y el control constitucional del tratado, antes de hacerlo efectivo. Pero bastó una semana de lobby de los diplomáticos de la eurozona para echar abajo nuestro ordenamiento. Olvidamos que durante un lustro el Viejo Continente ignoró nuestras solicitudes y ahora, cuando son ellos los que necesitan nuestro mercado por la crisis interna, presionan su vigencia. Es una sensación que también experimentamos en el TLC con USA.
No sé por qué corremos a atender las solicitudes de las potencias y rendir cuentas a cuánto organismo internacional existe. Ahí está el fallo contra SAN ANDRES. Pregunto: ¿Qué hace en Holanda el Presidente del Senado, Roy Barreras, llevando “información real” y de “primera mano” a la Corte Penal Internacional –que ni siquiera nos ha pedido– sobre el Marco Jurídico para la Paz o el Fuero Penal Militar? Imagino que anticipándose a las demandas de excarcelación, indultos y amnistías de La Habana. La moneda de cambio que obtendrá nuestra sociedad, luego de medio siglo de horror de las FARC. En tanto que temas tan sustantivos, como el precario equilibrio social y económico del campo, quedarán supeditados a esta penosa “diplomacia” y a “tratos preferenciales” de papel.
Así, mientras otros frotan las manos celebrando los “goles”, aquí los lecheros cruzan los dedos, ante la inercia de la desgastada “agenda interna”, la anémica ejecución del gasto público, del inactivo Conpes lechero y la peligrosa balanza deficitaria, que incluso llevó al Minagricultura a solicitar salvaguardias sectoriales. Lo advertimos: contingente que se abre para importar, es contingente que se llena. En 2012 las compras de lácteos se incrementaron 200% en comparación con 2011 y fueron 8 veces más que en 2010. ¿Qué pasará ahora que entra Europa y nos coge con los pantalones abajo?
Competimos con leches subsidiadas, con precios internos al productor en caída –más de 18% en el último semestre–, costos de producción al alza –entre 5 y 6 puntos por encima de la inflación de alimentos– y una dramática revaluación del peso frente al dólar. Es la ruta segura a la debacle de más de un millón de campesinos que dependen de la producción lechera. Afectar más la difícil situación del campo repercutirá, en poquísimos años, en la estabilidad socio-económica del país. Y no creo que los americanos o los europeos salgan en nuestra ayuda.
En cambio, los colombianos estaremos llorando amargamente sobre nuestra leche derramada, mientras ellos aplauden el ascenso de una precaria “paz urbana”, sustentada sobre un pasado plagado de víctimas de atroces crímenes, sin justicia, sin verdad, sin reparación. Pero además, con un campo aún en guerra, sin oportunidades, con mayor miseria y consciente, una vez más, de que el Estado volvió a darle la espalda para complacer a frágiles aliados. Esos que un día nos metieron en la barahúnda de la lucha anti-drogas, para luego avalar la salida impune de quienes usaron el narcotráfico para destrozar a Colombia.
@jflafaurie
“Contentillo” para los imperios
Sáb, 12/01/2013 - 05:41
El gobierno cedió a las demandas de los eurodiputados y este 28 de enero entrará en vigor el TLC con la Unión Europea, sin la ratificación formal del tratado por parte del Congreso, gracias a una