Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

El Padrino IV

La crónica publicada en el Wall Street Journal el pasado 20 de febrero y firmada por tres redactores de ese periódico, con motivo de la visita a Kiev del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent; y sobre el encuentro de Bessent con el presidente ucraniano Volodimir Zelanski, no la habría mejorado Mario Puzo, autor de la famosa saga protagonizada por la familia Corleone. Cuenta el periódico neoyorquino que el enviado de Donald Trump a “negociar” la explotación de recursos naturales ucranianos puso sobre la mesa que había entre los dos hombres “una propuesta que Zelanski no podrá rechazar”.

Bessent empujó el documento que había dejado encima de la mesa —dice la crónica de aquel encuentro— y exigió al ucraniano que lo firmara. Zelenski le echó entonces un rápido vistazo y dijo que lo discutiría con su equipo. El secretario del Tesoro acercó más el papel a Zelenski y entonces le soltó rotundo la amenaza: “Francamente tienes que firmarlo. Si no lo firmas ‘la gente de Washington’ se va a enfadar mucho”. El presidente ucraniano se guardó el documento pero no se comprometió a firmarlo. La fuente de esta escena parece que es el propio Zelenski.

Ya todos vimos cómo humilló Trump públicamente al presidente ucraniano en la Casa Blanca el último día de febrero, acusándolo de querer provocar nada más y nada menos que la Tercera Guerra Mundial. De modo que no hay por qué dudar del estilo matonesco de sus negociadores y enviados especiales. Cuesta creer lo que estamos viendo. Tanto que en otro de los grandes periódicos norteamericanos, The New York Times, Thomas Friedman, veterano columnista de esa cabecera se planteaba el dilema que no solo ronda en su cabeza sino en las sedes de las cancillerías de Occidente.

“¿Estamos siendo dirigidos —se pregunta Friedman— por un ingenuo que cree en Vladimir Putin, alguien dispuesto a tragarse íntegramente la fantasiosa versión del presidente ruso sobre quién inició la guerra en Ucrania y cómo debe terminar? ¿O nos dirige un padrino de la mafia que quiere repartirse el mundo y sus riquezas con Rusia del mismo modo que actúan los jefes de las familias del crimen? ‘Yo me quedo con Groenlandia y tú con Crimea. Yo me quedo con Panamá y tú con el petróleo del Ártico. Y los dos nos repartiremos las tierras raras de Ucrania. Es lo justo’”.

 Otro medio no menos serio desde Europa, Economist, responde a la perplejidad de Friedman con un titular rotundo: “Donald Trump has begun a mafia-like struggle for global power”. (Donald Trump ha comenzado una lucha mafiosa por el poder global). Para constatar a continuación lo que ya es el leitmotiv de todos cuantos análisis podemos encontrar en la prensa de nuestros días: que el orden establecido en el mundo a partir de 1945 ha terminado. Se dice fácil pero es escalofriante.

La estrategia de Trump de marginar a Ucrania en las negociaciones de paz con Rusia no solo viola las normas internacionales básicas de la diplomacia, sino que también es un error estratégico. Pero esto al Washington de hoy le importa un bledo. Tendrá  influencia sobre Kiev, por supuesto; al poner fin a la asistencia militar estadounidense que disminuirá tremendamente la capacidad de combate del país, pero lo que no puede es simplemente ordenar a Ucrania que deponga las armas. Veremos hasta dónde llega esa sangría.

No es de extrañar, pues, el desconcierto que se percibe en todo el mundo; y particularmente en Europa, que de la noche a la mañana se ve abandonada por su socio tradicional y siente el mordisco del oso en su flanco oriental.

Los países europeos buscando a marchas forzadas fórmulas para enfrentar a Vladimir Putin, que hoy tiene en muchos de ellos peones dispuestos servir de quintacolumnistas de Moscú, van como un pollo sin cabeza. Porque, digámoslo pronto y claro, Trump ha servido en bandeja al amo del Kremlin  el Viejo Continente. Y, por si alguien lo dudaba, sus palabras de esta semana no podían ser más claras: “La Unión Europea se creó para joder a Estados Unidos”. Fino y sutil, que es la marca de la casa.

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