Desde que Argentina decretó el asilamiento preventivo y obligatorio el pasado 20 de marzo, las clases presenciales quedaron suspendidas en todos los establecimientos educativos del país, con una única excepción: la Escuela N°38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín”.
¿Dónde está esa escuela? En la Antártida, en la Base Esperanza, allí donde la pandemia de COVID-19 afortunadamente no ha logrado propagarse.
El establecimiento lleva su nombre en homenaje al expresidente radical, y es el único en Argentina que pudo seguir con el ciclo lectivo normalmente, es decir, ha mantenido las clases tal como se plantearon al inicio del año escolar.
La escuela cuenta con cuatro aulas, sala de informática y biblioteca, nivel inicial, nivel primario y nivel secundario. En total, son 14 alumnos: dos en el nivel inicial, siete alumnos en el nivel primario y cinco alumnos en nivel secundario. Los estudiantes son hijos de distintos matrimonios que hoy viven en la Base Antártica Esperanza.
Presencia argentina en la Antártida
“La República Argentina es el único país del mundo con presencia ininterrumpida de permanencia en el continente blanco desde el año 1904 hasta la actualidad, además de procurar el ejercicio de la soberanía con esta acción”, relata a la Agencia Anadolu José Luis Irala, sargento ayudante de Infantería y encargado de la Base Antártica Esperanza.
La Argentina administra 13 bases en la Antártida, de las cuales seis son permanentes (operativas todo el año) y el resto, temporales (operativas solo en verano). La Base Esperanza es la única que cuenta con una escuela, ya que es la única a la que van familias.
“El personal que vive en la base se va renovando todos los años, desde el inicio de la campaña a principios del mes de diciembre hasta mediados de marzo del año siguiente. Este último periodo es particularmente para el relevo de las familias antes del inicio del ciclo escolar”, afirma Irala.
La dotación actual consta de 63 personas, de las cuales 15 son hijos de siete de los diez matrimonios que viven allí (los 14 alumnos, más un hijo mayor de edad). El resto de los integrantes está compuesto por tres mujeres y 25 hombres.
Los docentes seleccionados para trabajar en la Escuela N°38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín” son dos. Entre los requisitos para ser elegidos se encuentran haber residido en la provincia de Tierra del Fuego por al menos tres años y ser docente en actividad.
Tiene que ser un matrimonio o pareja legalmente constituida y presentar un proyecto educativo en el que se detalle cómo se enseñaría en un año a alumnos de distintas edades, y que incluya talleres para toda la comunidad que vive en la base.
Además del matrimonio docente, dos personas colaboran en la escuela como personal auxiliar de la base. “El personal de auxiliares que trabaja en la base no es algo que esté estipulado todos los años que debe ser así, depende de la capacitación de cada persona”, señala Irala.
“Por ejemplo, si alguna de las esposas o esposos dentro del grupo posee orientación docente, se los emplea para desempeñarse en la escuela. Esto es totalmente independiente de los requisitos que sí deben reunir los docentes que son elegidos”, agrega.
En cuanto a la selección del personal en general, se realiza a través del Departamento Personal del Comando Conjunto Antártico, ente que depende del Ministerio de Defensa y que regula la actividad antártica año a año.
“Los integrantes que van a invernar con su familia son predilectos, luego de un estudio detallado de la solicitud de cada interesado. El requisito mínimo es haber invernado una vez en alguna de las bases (solo), y el hecho de tener hijos en edad escolar resulta un antecedente altamente favorable para que la escuela de la base pueda funcionar”, sostiene el sargento.
Un día en la Escuela N°38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín”
La jornada en la Base Esperanza comienza temprano. A las 8 de la mañana suena la campana de la escuela para izar la bandera argentina, por lo que todos los alumnos deben llegar antes.
Dado el clima, todos suelen estar muy abrigados, y el mismo personal asegura que les toma entre 10 y 15 minutos sacarse la ropa de abrigo para poder estar cómodos durante el dictado de clases.
Luego de izar la bandera, cada alumno comparte las novedades que tenga con sus compañeros y pasan a las aulas para comenzar las clases con las materias estipuladas del día.
Al mediodía se retiran para almorzar, y a las 2 de la tarde vuelven a la escuela para cursar los distintos talleres que tienen los alumnos hasta las 5 de la tarde.
En los momentos de ocio (y si el clima no es hostil), los chicos salen a pasear o se juntan a tomar mate; de lo contrario, se quedan en sus casas. Y si cae nieve, suelen hacer snowboard o “culipatín” (que consiste en sentarse en una tabla y deslizarse sobre la nieve).
Los adolescentes admiten que al principio es difícil adaptarse: extrañan a familiares y amigos, pero luego reconocen que es una experiencia única. Entienden que, de todas maneras, pasarán solo un año en la Antártida y que luego volverán a sus casas para retomar la vida que tenían antes.
Hasta el momento, en la Antártida no hay ningún caso registrado de coronavirus. Por ese motivo la vida puede seguir normalmente, aunque los vuelos están temporalmente suspendidos debido a la pandemia.
Hay un protocolo establecido en caso de que llegue algún vuelo a la Base Marambio, lugar al que llegan las provisiones que luego se distribuyen en la Antártida. De todas maneras, desde marzo no ingresa ningún vuelo.
Con respecto a las provisiones, se trasladan en el verano en un buque que sale desde Buenos Aires y durante tres meses va abasteciendo a todas las bases que Argentina tiene en la Antártida.