Teresa de Jesús Palomeque de Palacios ha dedicado más de 40 años de su vida a la educación de los niños chocoanos. Una vida entera, llena de peripecias y dificultades en uno de los departamentos más pobres y complejos del país. Ahora, ad portas de un retiro anunciado pero sin fecha de cumplimiento, ha asumido la que sería quizá su última tarea para la escuela Niño Jesús en Quibdó.
Teresa lleva 12 años trabajando en esta institución, a la que llegó luego de enseñar en diferentes escuelas del departamento y en algunos municipios muy alejados de la capital. Aceptó trabajar en la escuela Niño Jesús cuando le propusieron manejar el curso de extraedad, es decir, aquellos jóvenes que por diferentes razones no lograron acceder a la educación formal desde pequeños pero que aspiran a nivelarse para obtener su título bachiller.
“Son los niños más grandes, que no tuvieron acceso a educación temprana o que por algún motivo de violencia, desplazamiento, no han podido terminar su programa. Nosotros les ayudamos a que se nivelen para que puedan pasar a la secundaria. Tienen de 13 o 14 años, incluso hasta 17, pueden nivelarse y pasar a sexto”, afirma Teresa de Jesús.
[caption id="attachment_1085961" align="alignnone" width="1024"]Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption]
Aunque está próxima a los 70 años de edad, en el cabello enroscado que forma un círculo casi perfecto sobre su cabeza, no brilla una sola cana. Su edad tampoco se ve en la piel que solo deja a la vista algunas pequeñas arrugas. Es de piel negra, delgada y su estatura es menor a los 1.70 metros. Su voz, en medio de acentuaciones marcadas, típicas del Chocó, parece la de una abuela sabia que escoge perfectamente sus palabras mientras todo lo observa a través de unos ojos pequeños que expresan comprensión.
Tal vez su actitud se deriva de la vocación de psicopedagoga, en lo que se especializó cuando se formó como docente. Esa labor la estaba desempeñando en otra institución cuando le llegó la propuesta de manejar el curso de extraedad. Actividad que tomó como la oportunidad de combinar la enseñanza con la orientación psicosocial, poniendo en práctica toda su capacidad y sus conocimientos.
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A ella, como a muchos otros docentes de la región, les ha tocado asumir la crianza y manutención de algunos menores, porque sus condiciones de vida no les permitirían estudiar. Es una especie de adopción informal, en la que el menor va a vivir con el docente y este se convierte en un padre sustituto, quien se asegura de brindarle las condiciones necesarias para que curse sus años de estudio sin mayores percances.
[caption id="attachment_1086052" align="alignnone" width="1024"] Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption]
“Cuando era psicoorientadora, los niños tomaban tanta confianza conmigo que todos querían que yo me los llevara a vivir”, cuenta Palomeque con una sonrisa de ternura. “Tuve la oportunidad de tener una niña que se llama Nubia María Sánchez, que estuvo viviendo conmigo casi siete años, desde quinto de primaria hasta el bachillerato. Luego ella decidió ir a jugársela, estudiar otra cosa, estuvo en Bogotá. Después, por cosas de la vida, no siguió estudiando, fue a Venezuela y volvió y ahora continúa en mi casa”, cuenta la ‘profe’.
También recuerda con orgullo a otra mujer a la que acogió en su casa desde niña. Dominga Murillo Palomeque, a la que solo le faltó la herencia genética para ser una hija legítima de la ‘profe’ Teresa, porque nació casualmente con el mismo apellido, a pesar de no ser familia. A ella la llevó a vivir a su casa desde muy pequeña porque la escasez de recursos en su hogar biológico no le permitía estudiar.
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Teresa, con una sonrisa, imposta la voz como narradora de cuentos para anunciar orgullosa que hace poco, esa hija prestada de su labor como maestra, ahora es servidora de la Policía Nacional y ha logrado conformar un hogar al que va a visitarla comúnmente.
“Los mantenemos con lo que mantenemos a nuestros hijos, acogemos a esas personas y les damos estudio, lo que humanamente podemos, para que también tengan una vida digna, les enseñamos a que se defiendan como mujeres y puedan estudiar para salir adelante. Me enorgullece que ella salió adelante porque se dejó ayudar, hoy tiene su hogar y mantenemos esa relación de mamá e hija”, afirma.
[caption id="attachment_1085962" align="alignnone" width="1024"]Foto: Juan Felipe Sacristán / KienyKe.com[/caption]
Los largos trayectos, la difícil geografía del departamento, bañado entre otras cosas por más de nueve ríos, la precaria infraestructura vial, la incidencia de todos los grupos armados habidos y por haber y la pobreza que supera con creces la tasa nacional (58,7% en Chocó, sobre 26% Nacional, según cifras del DANE en 2017), son los factores que dificultan a muchos jóvenes acceder a la educación en el bastión de diversidad que es el departamento del Chocó.
“Los niños y niñas que son mis estudiantes, precisamente son del campo, por la violencia han tenido que desplazarse, les ha tocado ir de un lugar a otro tratando de salvar sus vidas, eso no les ha permitido tener una continuidad en la educación. A veces llegan maestras a esos lugares y los traen a sus casas, los acogen en su casa, les dan todo y como ya son grandes llegan a mi aula”, cuenta la ‘profe’ Teresa.
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Al salón, donde reúne máximo 25 niños, han llegado menores vulnerados por muchas situaciones difíciles. “Hay niños que han llegado vulnerados por violación, llegan niños que ni hablan por sus problemas, temerosos, que solo lloran”, cuenta la maestra, quien hace todo su esfuerzo para protegerlos, como una madre sustituta, y restituirles los derechos que les han sido arrebatados.
“Todos los días le pido a Dios y al Espíritu Santo que me dé esa sabiduría para lograr llegar a ellos. Hemos logrado levantar el ánimo de esos niños, quitar de su mente la venganza, que muchos tienen en la cabeza contra quienes los han maltratado, y hemos logrado que esos niños lleguen a liderar cualquier actividad. No solo uno, han sido varios”, reconoce Palomeque.
Una mujer que hace escuela en Chocó
Vie, 26/04/2019 - 10:48
Teresa de Jesús Palomeque de Palacios ha dedicado más de 40 años de su vida a la educación de los niños chocoanos. Una vida entera, llena de peripecias y dificultades en uno de los departamentos