El mundo se transforma y los paradigmas cambian: se derrumban velozmente en una sociedad comunicada globalmente. La familia y el amor no son ajenos a estos cambios impulsados por generaciones que apuestan por modelos como el poliamor para vincularse con otros.
De acuerdo con el diccionario de Oxford, el poliamor es la práctica de sostener relaciones sexuales con más de una pareja en acuerdo con todas las personas que están involucradas. Es decir, a diferencia de la monogamia, el poliamor plantea que se puede amar y vincularse sexo afectivamente con más de una persona a la vez.
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No obstante, dentro de las relaciones no monógamas, el poliamor es sólo una de las formas para vincularse con varias personas a nivel sexoafectivo. Por ejemplo, el poliamor difiere de una relación abierta en tanto que en la relación poliamorosa todas las personas involucradas están de acuerdo y tienen sentimientos por cada una de ellas, mientras que la relación abierta únicamente permite acuerdos dentro de una pareja principal, como tener sexo casual o tener amigos con quienes se pueda tener sexo.
El poliamor se centra en que la monogamia no es algo "natural" y se posiciona en contra del llamado amor romántico: la idea de encontrar una pareja que represente "la otra mitad" de una persona y quien se convertirá en la única relación sexo afectiva que tendrá en su vida, una vez que decidan casarse o vivir juntos, pues el objetivo final es la formación de una familia y la reproducción.
Para el sexólogo César Galicia, la monogamia "es un fracaso" tan evidente que las nuevas generaciones están explorando nuevas formas de relacionarse con otros, al ser testigos de primera mano de que la típica familia nuclear, compuesta por padre, madre e hijos, ya no es una regla.
"La idea de familia (nuclear) ya no existe en la práctica como un fenómeno social y masivo", afirma en entrevista para Sputnik el experto, ya que muchas personas viven en familias donde murió un integrante, hubo divorcios y/o nuevos matrimonios.
"La monogamia impuesta, la monogamia obligatoria (…), la monogamia como proyecto normativo de la sociedad, fracasó", sostiene el especialista.
Familia y monogamia
La crisis de la familia nuclear ha sido registrada en las estadísticas. Tan sólo en México, los matrimonios han disminuido casi a la mitad en 20 años. En el 2000, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), hubo 707.422 matrimonios en contraste con los 335.563 reportados en 2020, los cuales coinciden con la tendencia a la baja registrada en la última década.
Para el escritor Friedrich Engels, la familia monógama contemporánea surge en el apogeo de la Revolución Industrial para convertirse en una organización que forma parte del "mercado de control de cuerpos". En esta configuración donde el padre se vuelve el proveedor y la madre se relega al servicio doméstico, la poligamia es "permisible" en el varón, pero no en la mujer, por lo que el intelectual alemán concluye que la familia nuclear representa "la gran derrota histórica del sexo femenino" al relegar sus relaciones personales y sexuales sólo a la procreación.
Esta idea cobraría todavía más fuerza con el surgimiento de las primeras olas del feminismo, una corriente que se cuestiona la organización doméstica, el papel de la mujer en la vida pública y la moral como una forma de opresión sexual.
En La mujer nueva y la moral sexual, Alejandra Kolontay sostiene que la moral sexual se basa en opresión, la cual se perpetúa con la figura de matrimonio convertido en un contrato legal que se rige con dos principios insostenibles: la indisolubilidad, que es la promesa de amar "hasta que la muerte los separe", misma que la autora considera "contraria a toda ciencia psicológica", y el concepto de propiedad, "de la posesión absoluta" de uno de los cónyuges sin que se contemple como objetivo la felicidad de las personas.
"La moral contemporánea obliga al hombre a encontrar su 'felicidad' a cualquier precio y, al mismo tiempo, le exige que descubra esa 'felicidad' de primera intención sin equivocarse nunca. La moral contemporánea no admite que el hombre pueda equivocarse en su elección entre millares de seres que le rodean", señala la intelectual soviética.
A esto se suma que, en las sociedades occidentales, donde mayormente se práctica la religión católica y cristiana, la infidelidad y la promiscuidad son considerados como los peores males, principalmente porque desde tiempos de San Agustín se condena el placer del cuerpo y el adulterio, posicionándolos como las peores transgresiones que puede cometer una persona.
La idea de la familia nuclear, donde existe un padre proveedor y una madre cuidadora, aún es un modelo defendido por la iglesia católica y lo reconoce en crisis. Recientemente el papa Francisco criticó a quienes optan por no seguir el mandato de reproducción inherente a la familia y prefieren adoptar perros y gatos, lo que el sumo pontífice considera una amenaza para la humanidad.
"La infidelidad, la idea de vincularte con otras personas es concebida como la peor de las transgresiones posibles", opina Galicia, quien considera que esta idea genera un "choque cognitivo" al plantear la posibilidad de relacionarnos con más de una persona, sumado a los tabúes culturales y de género que existen, como ver a un hombre promiscuo como "macho alfa" y a la mujer promiscua como "puta".
Para la psicoterapeuta Mayneé Cortés, creadora del proyecto de difusión Laboratorio Afectivo, estas concepciones sobre el amor, la familia y la sexualidad nos someten aun cuando podamos diferir de sus planteamientos, ya que se encuentran instaurados en nuestra cultura y sociedad.
"Crecemos con mil prejuicios sociales que vamos introyectando y que también lo traemos nosotres. Entonces, primero hay que trabajar con esos aprendizajes y esas ideas que, aunque racionalmente entendamos como moralinas, pueden seguir operando en nuestras lógicas emocionales internas, y después hablar del contexto y cómo nos afecta y cómo vamos a lidiar con él", comenta la especialista en entrevista para Sputnik Mundo.
Galicia, quien junto con la periodista Paola Aguilar realiza el podcast Coger rico y amar bonito, sostiene que "la promiscuidad es una cuestión moral", pues no hay ninguna afectación a la salud física o mental mantener más de una relación sexoafectiva, y tampoco se corre riesgo per se de contraer enfermedades venéreas, ya que las responsabilidades de cuidados son las mismas que en una relación monógama.
"La noción de la promiscuidad es la noción de que tú tienes un valor inferior como persona si tienes 'mucho sexo'. ¿Qué es mucho sexo? ¿Qué es lo promiscuo? En términos de salud no existe la promiscuidad", afirma el sexólogo.
Cortés recuerda que establecer un solo modelo relacional sexoafectivo es imposible, toda vez que cada persona tiene sus propias necesidades afectivas, mismas que tendrá que aprender a establecer cuando se relaciona con una o varias personas, teniendo en cuenta que se tiene que ser flexible ante las necesidades de los otros y que la orientación psicológica puede ser una herramienta necesaria para lograr relaciones sanas.
"Es muy complejo [identificar nuestras necesidades emocionales]. Se necesitan muchas herramientas emocionales para poder hacerlo. Primero que nada entendiendo qué buscas de tus relaciones, qué buscas de los espacios que ocupas, qué buscas de la relación contigo misme", sostiene Cortés, quien agrega que la flexibilidad no implica romper nuestros límites personales.
Por su parte, César Galicia considera que, para pensar en la posibilidad del poliamor, basta con pensar en las múltiples amistades que podemos tener, pues se trata de relaciones afectivas a las que aprendemos a dedicarles tiempo y cuidados particulares, sin que ello devenga en un problema para convivir con todos.
El poliamor y las colectividades
Ambos especialistas coinciden en que las relaciones no monógamas son posibles en tanto las personas que decidan practicarlas estén conscientes de sus necesidades afectivas, sepan expresarlas y tengan la seguridad para saber que su valor no radica en las parejas que tiene. Además, se necesita mucha confianza, comunicación y honestidad para establecer acuerdos que sean verosímiles y que se adecuen a las necesidades de todas las personas involucradas.
Para Cortés, reconocer nuestros deseos y necesidades es un proceso complejo en el que una persona debe enfrentar creencias que tiene muy arraigadas y confrontar una sociedad que aún condena cualquier forma que desafíe la monogamia, llegando a situaciones donde personas pueden perder su empleo o donde son excluidos de su familia porque es "complicado" explicar su situación sentimental.
Por ello, la experta sugiere apoyarse de redes de apoyo y la teoría para entender qué sistemas y mecanismos operan en nuestras relaciones y sexualidad, las violencias que se ejercen en las relaciones monógamas y el papel que juega la moral en nuestra percepción de nuestra sexualidad, de modo que la práctica del poliamor devenga en una resistencia política.
"Toda relación es política. Hay mucho poder y creo que hay muchas personas que lo toman como una postura política antipatriarcal, antisistema, anti muchas cosas horribles que están en la familia tradicional. Es difícil porque implica desaprender muchas cosas, pero definitivamente puede ser una postura política muy sólida", asevera Cortés.
César Galicia considera que, más allá de que se puedan dar relaciones no monógamas completamente despolitizadas, el poliamor también abre la puerta a repensar y retomar la idea de comunidad como la base social donde se privilegia el cuidado de los otros.
"Armar colectividades de resistencia y de apuesta política hacia otras formas de relacionarnos es algo que nos va a salvar mucho", asegura Mayneé Cortés.