Álvaro Mutis murió este domingo 22 de septiembre a los 90 años en Ciudad de México. Sus restos serán velados en la funeraria García López de San Jerónimo de la misma ciudad. Después de Gabriel García Márquez fue el escritor colombiano con más reconocimiento internacional. Ganó el Premio Cervantes y el Príncipe de Asturias.
Su vida transcurrió entre viajes, libros, fiestas, amigos famosos, una temporada en la cárcel y una vejez llena de olvidos.
Cuando Álvaro Mutis abrió los ojos por primera vez era el hijo de un hombre prestante, futuro diplomático, la familia, sin duda, tendría un porvenir prometedor, pero el recién nacido quizá hubiera preferido aparecer en España, en una familia predestinada a trabajar para Felipe II.
Como muchos poetas Mutis sentía vivir en la geografía y el siglo equivocados. Se declaró siempre monárquico, descreía de la democracia y con más fervor del socialismo. Decía que la democracia había creado un esperpento insuperable: la burocracia. Siempre se negó a llamar por su nombre bolchevique las ciudades de Stalingrado y Leningrado.
Como muchos artistas puso su atención en los paraísos perdidos y los ausentes: su padre murió a la edad de 33 años, cuando Álvaro Mutis era apenas un niño. Esa pérdida se resarcía en los sueños, cuando el escritor veía a su padre, otra vez joven, otra vez vivo, entrando a su casa. Los Mutis vivieron en Europa donde el padre trabajó en el servicio diplomático colombiano. Del Viejo Continente la familia tuvo que salir a causa de la guerra. Ese fue su primer paraíso perdido. El segundo fue la finca de la familia en Coello, el lugar donde pasaban largas vacaciones y que perdieron a causa de una toma insurgente. En ese lugar el poeta descubrió un escenario fundamental en su literatura: la tierra caliente. La madera que se pudre en cuestión de horas, los aguaceros, la vegetación salvaje, los hombre recios, las mujeres abundantes y sin recato. Todos esos son atributos de Los elementos del desastre, uno de sus poemarios mejor logrados.
Las pérdidas lo llevaron a ser, en la intimidad, un joven nostálgico. Consciente de que esa carga de pesar no encajaba en un rostro joven se le ocurrió crear un personaje mayor, maduro, sin nacionalidad, un marino capaz de soportar el peso de las ausencias. Ese hombre se llamó Maqroll, 'el Gaviero', un héroe que apareció primero en un poema y luego sería el protagonista de las novelas de Álvaro Mutis.
Juventud
Desde muy joven, el escritor mostró un absoluto rechazo por la academia. Con orgullo solía contar su odio por el colegio, un lugar al que iba por obligación y donde eludía las clases en la biblioteca, entre libros de historia y literatura. Nunca terminó el bachillerato. Era un billarista experto y un vago increíble. Su madre, que le advirtió que en su casa no podía mantener un sinvergüenza, le consiguió su primer empleo.
Álvaro Mutis fue relacionista público, publicista, trabajó para la 20th Century Fox llevando películas por toda América, y en una pequeña aerolínea desempeñó la sombría labor de comunicarle a las familias de los pilotos la noticia de la muerte de los capitanes que perecían en los siniestro aéreos. Siempre rehusó a ser periodista, en parte porque odiaba la idea de someterse a un régimen de escritura específico, como el de las noticias, y porque además le gustaba la historia, el recuento reposado de los hechos, y no los desordenados paños de agua tibia sobre la realidad, que son los periódicos.
Sus horas de descanso se iban en escribir versos, y sobre todo, en atender fiestas. Era un experto hacedor de cocteles, decía que era mejor en eso que Ernest Hemingway, uno de los borrachos más célebres de la literatura. Cuentan que las comilonas de Álvaro Mutis eran celestiales y sus guayabos inolvidables.
La cárcel
Como jefe de relaciones públicas de una multinacional tuvo a su cargo un presupuesto destinado a promover la cultura. El manejo de esos recursos lo llevó a un estrado judicial y luego a la cárcel. Su amigo Gabriel García Márquez alguna vez explicó que Mutis jamás hizo una administración fraudulenta de dicho capital, el error fue haberlo manejado con la generosidad de un poeta que se los gastó en beneficio de sus compadres escritores, músicos y artistas. Álvaro Mutis autorizó muchas publicaciones, premios, viajes, y a sus patronos no les pareció un uso correcto de los recursos.
Tuvo que pasar quince meses en la cárcel de Lecumberri, en México, experiencia que recordaba como "una gran lección, que no quisiera volver a tener, pero que al mismo tiempo fue reveladora del hombre en su más brutal y absoluta verdad."
Los meses en la cárcel le sirvieron para escribir uno de sus mejores libros: Diario de Lecumberri, y en prisión también ejecutó uno de sus mejores relatos: La muerte del estratega.
Los amigos célebres
Pero México, donde residía hace muchos años y murió, no fue para Álvaro Mutis sinónimo de castigo. Allí fue recibido por grandes personalidades de la cultura, que ayudaron mucho a su formación literaria: Luis Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, fueron bastante cercanos a él. Además, en su casa del Distrito Federal fue vecino de García Márquez.
La amistad con Gabo tiene decenas de anécdotas célebres. Una de las más comentadas es que Álvaro Mutis se aparecía con mercados y regalos en la casa de los García Barcha en los meses en que el futuro premio Nobel se encerró, dejando a un lado el trabajo, a escribir una novela que luego le daría fama universal: Cien años de soledad.
Otro conector entre ellos fue Simón Bolívar. Álvaro Mutis quería escribir una novela sobre El Libertador, un propósito que también perseguía García Márquez. El creador de Maqroll concretó algunas páginas que terminaron siendo un relato titulado El último rostro. Sin embargo abandonó el proyecto y Gabo, después de extenuantes peticiones y sondeos, retomó la idea que terminó en la novela El general en su laberinto, dedicada, por supuesto, a Álvaro Mutis.
Otro de los amigos célebres de Mutis fue el pintor Alejandro Obregón, que aparece en varias páginas de sus novelas.
Su literatura
El mayor aporte de Mutis a la literatura en español es su obra poética. Títulos como Los elementos del desastre, Los trabajos perdidos, y Reseña de los hospitales de ultramar tienen un puesto relevante en las letras hispanoamericanas. Sin embargo, su fama mundial se debe a sus novelas, la saga de Maqroll el Gaviero, que comenzó a escribir en 1986, cuando ya era un jubilado, libre de compromisos y trabajos.
Influenciado por Joseph Conrad, Marcel Proust y otros grandes nombres de la literatura del siglo XIX, la historia y la poesía, Álvaro Mutis escribió páginas notables en Un bel morir y La ultima escala del tramp steamer.
Su obra en general es una reunión de nostalgias y pérdidas. Amores que no concluyen en nada, viajes donde se pierde dinero y amigos, una poesía en la que los esfuerzos de los hombres se rinden ante la superioridad del tiempo y la naturaleza, siempre adversa, como lo testimonia este fragmento del poema Un bel morir:
"Y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías. Para entonces quedará bien poco de nuestra historia, algunos retratos en desorden, unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.
Todo irá desvaneciéndose en el olvido y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos
abrazos."
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