Todo estaba listo para su último restaurante. Harry Sasson estudia cada negocio con el esmero de un buen chef que cuida con rigor ingredientes y sabores. Pero esta vez sus planes le fallaron. Hace cuatro años había comprado una casona tradicional de estilo inglés construida en 1930 y rodeada de bellos árboles, en la carrera 9 con calle 75, que le pertenecía a Olga Lara. Allí iba a montar su nuevo restaurante, con el que ya sumaría cuatro establecimientos exitosos: el que acaba de cerrar en la zona T, Harry’s Bar en la zona G y Club Colombia, que funciona también en una casa construida a comienzos del siglo pasado, en la que vivió la familia de Luis Mallarino Child.
El 3 de abril de 2009, su empresa Harry S.A. le solicitó a la curadora No. 4 de Bogotá, Nohora Cortés Cuellar la Licencia de construcción en la modalidad, de modificación, ampliación, adecuación y demolición parcial de la casa, catalogada de preservación arquitectónica. El anteproyecto elaborado por Saul Sasson también fue aprobado por el Ministerio de cultura y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, en cuanto se trata de un bien de interés cultural que además está localizado dentro del área de influencia del Gimnasio Moderno, declarado Monumento Nacional. El 10 de julio la curadora No. 4 otorga la licencia para el uso de Servicios alimentarios de escala zonal (restaurante). Con los permisos en la mano Harry Sasson se dispuso a iniciar la obra de adecuación de la casona sin alteración de la fachada ni de la estructura del inmueble, trabajo que sería realizado por Alberto Rolnik. Pero un día que pudo ser de gloria se convirtió en el comienzo de un viacrucis.
Los residentes de los edificios que colindan con el predio comenzaron una batalla legal para impedir la apertura del restaurante. Crearon la Corporación de residentes El Nogal –CorpoNogal– y buscaron la asesoría del arquitecto Mauricio Rico de Corposéptima, especializado en batallas legales para la preservación de distintas zonas residenciales. Algunos vecinos del edificio como Philip Vandenberg, Eduardo Franklin, Fernando Hochman y Juan Pablo Betancur, se unieron a la causa para intentar bloquear el último proyecto gastronómico de Harry Sasson.
Esta es la casa que se convertirá en restaurante que ha generado la discordia en el barrio El Nogal.
La casa de la discordia está amparada por la Unidad de Planeación Zonal (UPZ) de los barrios Chico, El Lago y El Refugio, que permite el uso mixto de la zona, donde se combinan la vocación residencial del sector con los establecimientos de servicios alimenticios y de esparcimiento, iniciativa impulsada en su momento por la directora de Planeación Distrital Carmenza Saldías, en la alcaldía de Antanas Mockus. Amparado en esta norma, Harry Sasson echó a andar su proyecto y lo ha continuado.
Se trata de un restaurante y no un bar. Lo ha dicho en todos los tonos. "Soy cocinero y no me interesa tener negocios nocturnos […]. Estamos recuperando una casa para la ciudad. Los 2.000 metros cuadrados de jardín serán respetados y cuidaremos el valor cultural que tiene este bien arquitectónico. Además, tendremos servicio de valet parking", dijo Harry en una entrevista al periódico El Tiempo. Está claro además que por las características de la licencia, el proyecto deberá plantear solución para controlar sus impactos en materia de ruido, así como de control de olores, basuras y deberá acogerse a alguna de las alternativas previstas en la normativa para la solución de parqueaderos.
Pero los vecinos no confían. A comienzos del año pasado CorpoNogal contraatacó con una acción popular en uno de los juzgados civiles de Bogotá. En los últimos días interpuso un nuevo recurso ante la Comisión de Veedurías de las curadurías urbanas de Bogotá, en el que cuestionaban el trámite de expedición de la licencia. El distrito falló a favor de la curadora y del procedimiento empleado. Los vecinos se niegan a aceptar que las viviendas del barrio, casi todas con valor arquitectónico, sean ocupadas por establecimientos comerciales con efectos nocivos sobre la calidad del sector. Anotan los inconvenientes que generará el incremento de automóviles y el impacto en la movilidad por tratarse de una vía de alto tráfico como es la carrera 9.
Harry Sasson aspiraba a abrir el restaurante a finales del año pasado. Las obras han seguido su curso, pero el recurso legal aún no está resuelto. Si la acción popular le da la razón, los vecinos pueden desistir o apelar ante el Tribunal de Cundinamarca en una segunda instancia.
Se sabe que con su nuevo restaurante Harry busca regresar a la cocina minimalista, simple y de sabores clásicos, donde los ingredientes son los que mandan. Pero esta vez el aroma no depende de la experticia del chef, sino de la toga y el birrete de trece magistrados.