Corría la mañana de aquel martes 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Luis Marulanda, un bombero colombiano que se encontraba en dicho país con el fin de capacitarse en su oficio, no sabía que estaba ad portas de presenciar una de las grandes tragedias que ha marcado a la humanidad.
Luis siempre vio en el servir la oportunidad de ayudar a los demás y cumplir con uno de los principios fundamentales de su vida. Justamente, viajó a Estados Unidos a seguirse capacitando en su misión como bombero en su gran especialidad: búsqueda y rescate.
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El bombero también tenía la responsabilidad de capacitar a un grupo número de personas que compartían la misma vocación y la fecha de ese gran encuentro sería el 16 de septiembre de 2001. Sin embargo, todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.
El 11 de septiembre se encontraba en el área de Queens, cuando escuchó el primer impacto de un avión contra una de las torres. Pese al pánico, las primeras informaciones que circularon era que se trataba de un accidente aéreo, por lo que de inmediato se dispuso a colaborar y se dirigió al lugar de los hechos.
“A las 8:45 de la mañana, cuando se impactó el primer avión, encuentro a una familiar mía muy asustada por lo que había pasado, adicionalmente, yo tenía otro familiar que trabajaba en el World Trade Center que afortunadamente no le pasó nada, y de inmediato procedió a comunicarse con la estación 51 de bomberos y les dije que yo estaba listo para el curso, ellos sabían que yo era instructor internacional en búsqueda y rescate en estructuras colapsadas, y de allí me acondicionan el equipo”, cuenta Luis Marulanda a KienyKe.com.
Los minutos de desplazamiento hasta el lugar de los hechos parecieron horas. Las calles estaban hechas un caos, gente huyendo de la zona de la tragedia, otros tanto llegando al lugar en búsqueda de sus seres queridos, hicieron el panorama mucho más complejo. A esa hora, se seguía manejando la hipótesis de que se trataba de un accidente aéreo.
Escuche la historia completa de Luis Marulanda, bombero colombiano que atendió el atentado del 11 de septiembre:
Luis llegó al lugar con la misión de subir a la torre y verificar el porqué los sistemas de control de incendios no se habían activado de forma efectiva, es decir, del piso 30 al 105 funcionaban, pero del 29 hacia abajo, no.
Mientras se encontraba subiendo, en el piso 10, una estampida lo tomó por sorpresa. Cientos de personas desesperadas venían bajando intentando salir de la torre con el fin de salvaguardar su vida, esto complicó mucho más las labores.
Ellos bajaron por encima de nosotros, nos pisaron, pienso que a través de los medios o de sus mismos familiares se enteraron de todo y que ya no era un accidente aéreo, sino un atentado.
Cuando se encontraban en el lobby, las instrucciones cambiaron y debieron ayudar con la evacuación, y allí debió presenciar lo peor. Gente cayendo de cara, brazos partidos, piernas rotas, personas ya sin dentadura debido al impacto de los golpes, desde ahí, se dio cuenta de que la frase “evacúe con precaución”, tan común en escaleras y demás, carecía de todo sentido y que había que replantear la forma definitiva en cuanto a evacuaciones.
Mientras era testigo de un montón de imágenes dantescas, por su mente pasó el intentar ayudar la mayor cantidad de personas posible, los rostros de cada uno de los integrantes de su familia, fueron un aliciente en todo los sentidos, poniéndose en los zapatos de las víctimas para dar los mejor de sí.
Una tragedia imposible de olvidar
En este tipo de situaciones, muchos se preguntan si es posible olvidar, Luis es tajante y dice que no. Por el cariño y amor a sus seres queridos, intenta seguir adelante, y buscar todo tipo de ayuda profesional con el fin de superar este episodio adverso. No obstante, su voz se entrecorta al recordar aquel 11 de septiembre de 2001 y los días posteriores a la tragedia.
“Ese día vi dientes reventados, brazos reventados, todo tipo de fracturas. Tres días después de que logramos controlar el fuego, vimos de todo, cabezas explotadas, partes de dedos, partes de brazos, placas dentales, y todo eso lo recogíamos”.
22 años después de la tragedia, el mundo sigue condenando el atentado a las torres gemelas. Fueron más de 3.000 personas las que perdieron la vida, muchos de los sobrevivientes quedaron con graves secuelas físicas y psicológicas. En el caso de Luis, no oculta que lo que vio aquel día y los días posteriores, perdurará en su mente, pues considera que es ejemplo de hasta dónde puede llegar la maldad humana.