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La Fortuna: La finca que renació con frutos amazónicos y paz

Kienyke.com estuvo en el municipio de Puerto Asís conociendo la transformación de La Fortuna, una finca que antes se dedicaba al cultivo y el procesamiento de la coca.
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En la carretera hacía uno de los puertos del Río Putumayo, a pocos kilómetros de Puerto Asís, se encuentra la finca La Fortuna, un refugio que simboliza la transformación de una región marcada por décadas de violencia, narcotráfico y conflicto armado. 

Esta finca que en el pasado se dedicó al cultivo de coca y al procesamiento de la base de coca, es ahora un modelo de transición hacia una economía sostenible basada en cultivos amazónicos y el ecoturismo.

El sol del mediodía se filtra a través de los árboles que rodean la finca, mientras el aire fresco y húmedo de la selva amazónica despiertan los sentidos de estar en un lugar que pese a sobrevivir ha tanta barbarie, despojo y conflicto, hoy encuentra formas de hablar de reconciliación y de paz, pues en este paraje, uno de los municipios del departamento en hacer parte de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), que fueron creados en el 2017 como parte de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC-EP en un esfuerzo por cambiar la realidad de los territorios que más tuvieron que lidiar con el conflicto armado, empiezan a tejerse nuevas oportunidades y a cumplirse algunos sueños de quienes habitan estos territorios.

Un paisaje de frutales nativos, como el camu camu y el açai, se despliega ante los ojos de quienes visitan La Fortuna. El eco del pasado resuena en las palabras de Cristina y Leandro Erazo, miembros de una misma familia de Puerto Asís, que le hablan a los turistas que los visitan sobre los días en los que esta finca, su fuente principal de ingreso, dependía de la cocaína para subsistir.

“Hace unos quince años, todo era coca aquí”, comenta mientras los pájaros de la finca revolotean alrededor y se escuchan sus cantos. Hace una pausa y continúa: “Mi papá compró esta finca hace más de 30 años. En ese entonces, la coca nos daba lo que necesitábamos. No había mucha alternativa. Pero un día, decidimos cambiar, sabíamos que teníamos que hacerlo. El narcotráfico no nos traía paz, nos estaba destruyendo por dentro. Decidimos dejar la coca, aunque al principio fue un camino lleno de incertidumbres”.

La transición de los cultivos ilícitos a los lícitos no fue sencilla. Leandro Erazo cuenta que al principio la familia apostó por cultivos como el palmito y el cacao, pero los resultados fueron desalentadores. “Se sembró palmito con la esperanza de que nos ayudara a salir adelante. Pero cuando llegó el momento de la cosecha, no hubo compradores. Todo el esfuerzo se perdió. Lo mismo pasó con el cacao. Fueron años duros, llenos de frustración. La incertidumbre era constante, no sabíamos si saldríamos adelante”.

Sin embargo, la finca encontró su camino cuando empezaron a apostar por los frutos amazónicos, aquellos que, por su origen y características, podían adaptarse mejor a la región.

Productos como el camu camu, el açai y el coco azul comenzaron a dar frutos. "Estos cultivos nos han ayudado a recuperarnos", dice con una sonrisa de esperanza. “Son más rentables, y además hemos podido integrarlos en el turismo, ofreciendo a nuestros visitantes una experiencia genuina de la región”.

La finca La Fortuna se ha convertido, poco a poco, en un referente de ecoturismo en el Putumayo. En medio de un paisaje deslumbrante, los visitantes pueden disfrutar de recorridos por la pequeña quebrada que pasa cerca y en la que es posible disfrutar de un paseo en canoa, avistamiento de aves, para llegar a conocer de cerca el proceso de transformación de los frutos amazónicos.

“Muchos turistas no solo vienen por la belleza natural, sino también por la historia que hay detrás. Aquí, ellos pueden ver cómo, de algo tan doloroso como la coca, hemos logrado convertirnos en un ejemplo de resistencia y de cambio”, explica Cristina Erazo. 

Aunque la familia inicialmente no veía el turismo como una opción viable, la pandemia y la necesidad de reinventarse les dieron el empujón definitivo. “Al principio nos parecía difícil. Creíamos que el turismo era solo para lugares con playas y grandes complejos hoteleros. Pero con la pandemia, tuvimos tiempo de pensar y nos dimos cuenta de que lo que tenemos aquí, la naturaleza, la tranquilidad, la autenticidad de nuestra vida campesina, es lo que más valoran quienes nos visitan”.

Los turistas que llegan a La Fortuna tienen la oportunidad de experimentar la vida en el campo, rodeados de selva, y disfrutar de una gastronomía basada en productos locales. "Todo aquí es natural", asegura Cristina, mientras muestra con orgullo los alimentos que preparan para los visitantes.

“La comida campesina, cocinada a leña, en hojas de plátano, es algo que la gente valora mucho", recalca Leandro con voz amable. Y es que dice la razón, pues estar en La fortuna,  es como un viaje al pasado, a un tiempo donde todo era diferente y muchas veces difícil, pero también, donde las costumbres del campo y su cotidianidad exploran con calma, esa vida lejos de las grandes urbes a la que muchos están acostumbrados. Un paraíso donde todo pasa de otro modo.

La vida en esta finca en la que en cierta época del año toca correr los muebles porque el caudal de la quebrada puede alcanzarlos, es diferente y más ahora que sus propietarios han fortalecido los procesos con los que son embajadores de la paz y que grandes marcas como Satena, WWF Colombia, Revolution, entre otras se han empezado a interesar y se han involucrado de diferentes formas. 

Para los Erazo, "la paz es una fortuna" que ya no cambian por nada, pues durante estos años han logrado poco a poco construir los cimientos de una economía sólida que le permite la tranquilidad que tener un laboratorio para el procesamiento de coca antes lo mantenía bajo el radar de la institucionalidad pero también de los grupos al margen de la ley que rodeaban la zona. 

La sustitución de cultivos ilícitos por frutos amazónicos han permitido que nuevas formas y opciones de subsistencia como el ecoturismo aparezcan, creando empleo y generando una fuente de ingresos estable para las personas que antes dependían de estos cultivos que han cobrado tantas vidas en la historia del país. Estos cambios también son un manifiesto y un compromiso con el medio ambiente y la preservación de los ecosistemas amazónicos se ha convertido en una prioridad para quienes habitan esta región.

“Nos dimos cuenta de que lo que tenemos aquí, esta tierra, esta naturaleza, es un tesoro que debemos cuidar”, afirma Leandro, mientras mira con orgullo el paisaje que lo rodea.

“Colombia es un país hermoso, con tantas riquezas por descubrir. Nosotros estamos aquí para mostrarle al mundo lo que somos capaces de hacer cuando decidimos cambiar el rumbo”.

La Fortuna y su elección de dejar atrás la cocaína para apostar por la paz, con su proyecto aporta a la construcción de una memoria colectiva y a visibilizar que otros caminos son posibles. 

La Fortuna no es solo una finca, es un símbolo de la transformación que se está viviendo en muchas partes del Putumayo y de Colombia.