Poco después de la noticia del mes pasado sobre los sorprendentes resultados de las vacunas experimentales contra el COVID-19 de Pfizer y Moderna, el senador Rand Paul tuiteó una comparación incitante.
Las nuevas vacunas fueron eficaces en un 90 y un 94,5 por ciento, dijo Paul. Pero el COVID-19 “adquirido naturalmente” era incluso mejor, con un 99,9982 por ciento de efectividad, afirmó.
Paul, senador republicano por el estado de Kentucky, es una de las muchas personas que, hartas de las cuarentenas y las pérdidas económicas, ha exaltado los beneficios de contraer el coronavirus. El senador fue diagnosticado con la enfermedad este año y ha alegado que sobrevivir a un episodio de COVID-19 confiere una mayor protección y supone menos riesgos que vacunarse.
El problema con esa lógica es que es difícil predecir quién saldrá ileso de una infección, según Jennifer Gommerman, inmunóloga de la Universidad de Toronto. Dadas todas las incógnitas —como la capacidad hospitalaria de una región o la fortaleza de la respuesta inmunitaria de una persona— elegir la enfermedad por encima de la vacuna es “una muy mala decisión”, afirmó.
La ventaja principal de una vacuna es que es predecible y segura, dijo Gommerman. “Se ha adaptado de forma óptima para generar una respuesta inmunitaria eficaz”.
Pero ¿qué sabemos sobre cómo se compara la inmunidad de una infección previa con la protección que otorgan las nuevas vacunas? Y si ya has tenido COVID-19, ¿es seguro vacunarse? Le pedimos a un grupo de expertos que dieran su opinión con base en las evidencias más recientes.
¿Qué produce una respuesta inmunitaria más fuerte: una infección natural o una vacuna?
La respuesta corta: no lo sabemos. Pero las vacunas contra el COVID-19 han prevenido enfermedades de forma previsible y son una apuesta mucho más segura, dijeron los expertos.
Las vacunas para algunos patógenos, como las bacterias neumocócicas, inducen una mejor inmunidad que la infección natural. La evidencia preliminar sugiere que las vacunas contra el COVID-19 podrían pertenecer a esta categoría. Los voluntarios que recibieron la vacuna de Moderna tenían más anticuerpos —un indicador de respuesta inmunitaria— en su sangre que personas que habían estado enfermas de COVID-19.
Sin embargo, en otros casos, una infección natural es más poderosa que una vacuna. Por ejemplo, tener paperas —las cuales pueden causar esterilidad en los hombres— genera inmunidad de por vida, mientras que algunas personas que han recibido una o dos dosis de la vacuna han contraído la enfermedad de todos modos.
A favor de Paul: por suerte, la inmunidad natural del coronavirus es bastante fuerte. La gran mayoría de personas infectadas producen al menos algunos anticuerpos y células inmunitarias que pueden combatir la infección. Además, hasta ahora, la evidencia sugiere que esta protección persistirá durante años y prevendrá enfermedades graves (quizás incluso las reinfecciones).
Sin embargo, existe un “rango dinámico enorme” en esa respuesta inmunitaria, pues unas personas tienen 200 veces más anticuerpos que otras.
En las personas que solo padecen una enfermedad leve, la protección inmunitaria que puede prevenir una segunda infección puede decaer en unos pocos meses. “Esas personas podrían beneficiarse más de la vacuna que otras”, dijo Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela T. H. Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Soy joven, sano y con bajo riesgo de contraer COVID-19. ¿Por qué no arriesgarme en lugar de ponerme una vacuna creada de forma apresurada?
Los expertos dieron una respuesta unánime: el COVID-19 es, por mucho, la opción más peligrosa.
“Está claro que una opción es menos problemática para la recuperación del cuerpo que la otra. Hay más riesgos con la infección natural”, dijo Marion Pepper, inmunóloga de la Universidad de Washington en Seattle.
Las personas obesas o que padecen enfermedades como la diabetes son en particular susceptibles a los casos graves de COVID-19. En promedio, el virus parece ser menos riesgoso para las personas más jóvenes, y menos dañino en mujeres que en hombres. Pero más allá de esas amplias generalizaciones, los médicos desconocen por qué algunas personas se enferman de gravedad y fallecen mientras que otras no presentan síntomas.
Por ejemplo, las personas que albergan ciertas mutaciones en genes del sistema inmunitario son más susceptibles a la enfermedad, según varios estudios. “Así que existe un factor de riesgo que no tiene nada que ver con la edad”, dijo Gommerman.
En un estudio de más de 3000 personas de entre 18 y 34 años que fueron hospitalizadas por COVID-19, el 20 por ciento requirió de cuidados intensivos y el 3 por ciento murió.
“Es cierto que la mayoría de las personas no van a ser hospitalizadas. La mayoría no va a ingresar a la unidad de cuidados intensivos ni va a morir”, dijo Yvonne Maldonado, que representa a la Academia Estadounidense de Pediatría en las reuniones del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización.
Pero “nadie es inmune a la enfermedad grave”, dijo. Incluso si las personas no corren un alto riesgo de contraer COVID-19, sus amigos o familiares sí podrían estar en riesgo.
Hasta una de cada tres personas que se recuperan de COVID-19 tienen dolencias crónicas por meses, como agotamiento y aumento de la frecuencia cardíaca. Esto incluye a personas menores de 35 años sin problemas de salud previos. Algunos sobrevivientes de COVID-19 también muestran signos preocupantes de que su cuerpo se ha vuelto en su contra, con síntomas similares a los del lupus y la artritis reumatoide.
En contraste, las vacunas contra el COVID-19 conllevan pocos riesgos conocidos. Han sido probadas en decenas de miles de personas y no han producido efectos secundarios graves, al menos hasta el momento. “Una vez que se comience a vacunar a millones de personas, es posible que se encuentren nuevos eventos muy muy atípicos”, dijo Hanage. “Pero tenemos que saber que son muy atípicos y mucho más improbables que los eventos adversos asociados con la infección natural”.
Tuve COVID-19. ¿Es seguro vacunarme? De ser así, ¿cuándo podré hacerlo?
Es seguro, y probablemente incluso beneficioso, que cualquier persona que haya tenido COVID-19 reciba la vacuna en algún momento, dijeron los expertos.
“No hay nada perjudicial en obtener un impulso para una respuesta inmunitaria que se ha tenido previamente”, dijo Pepper. “Se podría obtener una respuesta inmunitaria incluso mejor al reforzar la inmunidad derivada de la primera infección con una vacuna”.
De hecho, en una reunión realizada el 2 de diciembre, Moncef Slaoui, asesor principal de la Operación Máxima Velocidad, dijo que hasta el 10 por ciento de los participantes en los ensayos clínicos de vacunas habían contraído el virus sin saberlo. Se están analizando sus respuestas inmunitarias a la vacuna, afirmó.
Por: Apoorva Mandavilli