A comienzos de los años ochenta, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar importó desde África cuatro hipopótamos (tres hembras y un macho) que fueron parte de su zoológico privado en la Hacienda Nápoles, un complejo ubicado en el municipio de Puerto Triunfo, Antioquia, donde además de contener una gran variedad de animales exóticos, el capo de la droga -junto a su primo y socio Gustavo Gaviria- construyó un emporio compuesto por lagos artificiales, una plaza de toros, pistas de aterrizaje y helipuertos.
Desde allí, entre 1978 y 1984, Escobar pasó sus primeros años de gran riqueza y lideró lo que años después se conoció como el Cartel de Medellín: una organización criminal que doblegó al Estado colombiano y en la que destacaban nombres como Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y los hermanos Ochoa Vásquez.
Nápoles fue entonces el punto de encuentro de los cabecillas del narcotráfico en el país, pero también se convirtió en un sitio de tránsito para importantes políticos, modelos, deportistas, artistas y personalidades de la época.
Todos, o la gran mayoría, asistían a la finca para admirar al llamado “patrón de la cocaína” y, en paralelo, la inmensidad de unos predios donde, como se mencionó en el primer párrafo, había cuatro hipopótamos que en aquel tiempo parecían inofensivos.
Hoy, más de tres décadas después, con Pablo Escobar muerto y la Hacienda Nápoles convertida en un centro de atracción turístico similar a un parque de Disney, los cuatro hipopótamos se reprodujeron -sin ningún control- hasta alcanzar un número aproximado de 80 ejemplares que habitan áreas de humedales y cuerpos de agua ligados al río Magdalena, en algunas zonas de los departamentos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cundinamarca y Santander.
Una problemática difícil de controlar
La reproducción de estos mamíferos está fuera de control y muchos dueños de fincas que circundan Nápoles y corregimientos como Doradal exigen que sean sacrificados para que no afecten la producción ganadera y el ecosistema de la zona.
En este contexto, un estudio publicado en la revista Conservation Biology a mediados de enero de 2021 concluyó: “Según nuestros modelos, la población de hipopótamos exóticos en Colombia ha crecido constantemente a una tasa del 14,5%. Este éxito en la adaptación y propagación probablemente se debe a la alta disponibilidad de recursos que ofrece la cuenca del río Magdalena”.
“Nuestros modelos predijeron que el peor de los casos ocurriría si no se implementan estrategias de manejo: la población seguirá creciendo positivamente, con potenciales efectos negativos ecológicos y socioeconómicos de larga duración”, explicó el documento.
En consecuencia, los hipopótamos podrían asentarse en la parte norte de Colombia en las próximas décadas, favorecidos por las condiciones del cambio climático.
Así las cosas, detalló el estudio: "Las estrategias deben implementarse rápidamente para controlar los efectos de expansión de esta especie introducida. Nuestras proyecciones indicaron que el único curso de acción que probablemente podría conducir a la extirpación de esta especie exótica es implementar una extracción de alto nivel mediante el sacrificio. Sin embargo, como el hipopótamo es una especie muy carismática, este enfoque no está exento de controversias".
¿Sacrificarlos es la solución?
Dicha propuesta, en efecto, desató una fuerte controversia nacional que abrió una serie de interrogantes: ¿Cuál es el verdadero daño medioambiental que producen estos mamíferos? ¿La única solución para controlarlos es el sacrificio? ¿Es tan fácil matar a 80 hipopótamos?
El biólogo de la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare), David Echeverry, le dijo a la Agencia Anadolu que contener la reproducción de estos animales no es una tarea sencilla y su sacrificio, más allá de parecer una solución efectiva, es bastante compleja.
“El concepto y lo que sugieren los expertos no es nuevo. De hecho, hace como 10 años vinieron a Colombia unos sudafricanos y nos indicaron que si teníamos un problema con estos animales el procedimiento era matarlos”, expresó Echeverry.
“Frente a esta solución -la del sacrificio- nosotros (Cornare) venimos buscando alternativas como llevar a cabo esterilizaciones o reubicar a los hipopótamos. También hemos adquirido la suficiente experiencia con los que están en el río Magdalena y que han adquirido un comportamiento mucho más agresivo del normal. Con estos animales, la captura o esterilización es imposible”, afirmó el biólogo.
Para el experto es importante contemplar todos los escenarios frente a la problemática de los hipopótamos, pero aclaró que en lo inmediato el sacrificio no es la alternativa de la cual estén echando mano para frenar una expansión que parece incontrolable.
En tanto, un análisis realizado por investigadores de la Universidad Javeriana, Cornare y el Instituto Humboldt puntualizó que el área de distribución de los hipopótamos en Colombia es de 1.915 kilómetros cuadrados (km2). Sin embargo, por la favorabilidad que ofrece el hábitat nacional, la especie podría extenderse hasta los 13.587 km2.
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Según la información obtenida en dicho estudio, el desplazamiento de hipopótamos en Colombia tiene unos riesgos como “la ocupación de humedales temporales y potencialmente inundables, caños y aguas poco profundas cercanas al río Magdalena. También, la reducción en el crecimiento de la vegetación natural, debido a su alimentación a base de plantas herbáceas”.
Además, advirtió el estudio realizado por las tres instituciones, su gran tamaño abriría “canales alternos por los cuales se incorporan nutrientes -como materia orgánica y amoniaco a través de su orina- a los afluentes, poniendo en riesgo a la actividad pesquera en el río Magdalena, pues las heces de este animal contaminan las aguas y son fuente de degradación y erosión”.
La territorialidad de los hipopótamos en zonas donde se desarrollan actividades de agricultura y ganadería también incrementaría el riesgo de encuentros con seres humanos.
Echeverry comentó que matar a un mamífero de esta magnitud no es tarea sencilla. “Algunos ganaderos nos han dicho que lo han intentado porque tienen problemas con ellos en las fincas. Les han disparado y a los animales no les pasa nada”.
Adicionalmente, en Colombia los hipopótamos no cuentan con depredadores como ocurre en África, lo que les hace posible ocupar los entornos propios de especies como manatíes y nutrias.
¿Es posible la esterilización de estos animales?
En este plano, sectores animalistas del país afirman que para frenar esta problemática lo ideal sería llevar a cabo un proceso de esterilización. Algo que en el discurso parece simple, pero se aleja de la realidad.
Echeverry recordó que “no hay hipopótamos dóciles o mansos. Lo que ocurre es que hay un grupo principal que está fuera del río Magdalena y en humedales cercanos a la Hacienda Nápoles. Esos son los que hemos venido capturando y esterilizando. Con esos es posible hacer este trabajo. Pero la palabra 'posible' no quiere decir que sea fácil. De hecho, es un ejercicio muy demorado y se pueden hacer una o dos esterilizaciones al año”.
Finalmente, el estudio de la Universidad Javeriana, Cornare y el Instituto Humboldt concluyó que se han desarrollado “algunas acciones de manejo enfocadas en actividades de confinamiento, encierro, ceba y captura de los individuos; movilización a zoológicos y un plan de esterilización que cuesta alrededor de COP 10.500.000 (USD 2.950) por individuo”. Un trabajo lento y costoso que en el corto plazo no reducirá la natalidad de este mamífero en el país.