La tragedia que viven hoy los neozelandeses suscita (y debe suscitar) la solidaridad global contra los crímenes de odio. Son ya 49 personas inocentes las asesinadas por un extremista y ultraconservador, que cargó contra los musulmanes en dos mezquitas de la ciudad de Auckland. Cobardemente, el agresor se escudó en fusiles de asalto para arremeter contra civiles que solo rezaban o que simplemente tuvieron la fatídica coincidencia de pasar por la zona.
En un plano político, resulta evidente que además de enfocarse en la amenaza del yihadismo internacional, el globo debe poner ahora la lupa sobre el fenómeno islamófobo que está surgiendo en países de mayoría blanca, contra minorías musulmanas de inmigrantes que lo único que buscan es ganarse una mejor vida.
De hecho, un tema alarmante tanto en lo que respecta al terrorismo yihadista como al islamófobo es que es realizado por "lobos solitarios", personajes que llegan al extremismo al haber sido manipulados por propaganda del odio en las redes y terminan perpetrando este tipo de crímenes. Estos lobos solitarios en nada representan a los musulmanes o a los blancos, pero causan daños irreparables. El problema es identificarlos y prevenir que cometan dichas masacres, un asunto frente al que las autoridades no tienen herramientas suficientes aún.
https://twitter.com/iliacalderon/status/1106406318141788161
https://twitter.com/ToronjaSnow/status/1106498511988649984
https://twitter.com/CristoBustos/status/1106626916759625729
Pero existe otro problema que genera una profunda reflexión. ¿Por qué miles de personas pudieron ver el video de la masacre en redes sociales? El perpetrador pensó que era muy bueno acompañar su barbarie con una transmisión en directo, y que habría público dispuesto a ver tan grotesco espectáculo de muerte y sangre.
Público no le faltó para su espectáculo nefasto, pero todos cuestionaron a Facebook, la red social en que logró hacer la transmisión durante 17 minutos sin que fuera bloqueado. Los hechos en que se transmite la barbarie en vivo se están volviendo reiterados, a pesar de que una y otra vez, directivos de la red social se vanaglorian de las herramientas que supuestamente impiden esta problemática, más vigente que nunca.
Y es que al discurso del odio que está pululando por todo el mundo en los tiempos actuales, se suma una plataforma que parece propicia en la red para manipular a quienes sean vulnerables por cualquier motivo personal o social. Como prueba de ello, el perpetrador parecía jugar como si se tratara de un videojuego y mencionaba entre su frenesí de muerte a famosos youtubers de videojuegos de combate como PewDiePie.
https://twitter.com/pibeacasuso/status/1106514795522650113
https://twitter.com/Spanishanarq/status/1106604314154405891
https://twitter.com/el_pais/status/1106671412536926213
Al enterarse que el bárbaro lo había mencionado en su video y en medio de su matanza, el youtuber PewDiePie se mostró horrorizado, lo que muestra que no son realmente los videojuegos los que deben ser culpados por esto.
No obstante, para la comunidad internacional, para las autoridades policiales y para los líderes políticos, es claro que lo ocurrido en Nueva Zelanda constituye un llamado de alerta de cómo las personas con graves problemas psicosociales, y sujetas a pensamientos radicales, encuentran en la red un espacio en el que lejos de encontrar puntos de debate y reflexión, terminan por abrazar ideas aún más extremas. Esta vez fue Nueva Zelanda, pero lo peor es que la tragedia se podría repetir en cualquier otro lugar del globo.
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Nueva Zelanda, una alerta sobre el extremismo en la red
Vie, 15/03/2019 - 15:00
La tragedia que viven hoy los neozelandeses suscita (y debe suscitar) la solidaridad global contra los crímenes de odio. Son ya 49 personas inocentes las asesinadas por un extremista y ultraconservad