El británico Roger Penrose, el alemán Reinhard Genzel y la estadounidense Andrea Ghez ganaron el Premio Nobel de Física 2020 por sus estudios sobre los agujeros negros, anunció este martes el secretario general de la Academia Real de Ciencias Sueca, Göran Hansson.
"La Academia Real de Ciencias Sueca ha decidido hoy otorgar la mitad del premio Nobel de Física 2020 a Roger Penrose, por el descubrimiento de que la formación de un agujero negro es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad, y la otra mitad conjuntamente a Reinhard Genzel y Andrea Ghez por el descubrimiento de un objeto supermasivo compacto y en el centro de nuestra galaxia", dijo.
Según resumió la Academia Real de Ciencias Sueca, los tres científicos comparten el Premio Nobel de Física de este año "por sus descubrimientos sobre uno de los fenómenos más exóticos del universo que es el agujero negro".
La Academia destacó que Penrose, profesor emérito de Matemáticas de la Universidad de Oxford de 89 años, "usó unos métodos matemáticos ingeniosos para demostrar que los agujeros negros son una consecuencia directa de la teoría general de la relatividad de Albert Einstein".
"El propio Einstein no creía que los agujeros negros, estos superpesados monstruos que captan todo lo que entra en ellos, de verdad existieran. Nada puede escapar de ellos, ni siquiera la luz", apuntó.
Penrose probó la teoría de Einstein en enero de 1965, diez años después de su muerte. El físico matemático demostró que los agujeros negros realmente pueden formarse y los describió en detalle: "En su corazón los agujeros negros ocultan la singularidad, en la que todas las leyes de la naturaleza dejan de regir".
"Su artículo innovador sigue siendo considerado como la contribución más importante a la teoría general de la relatividad desde Einstein", subrayó la Academia.
Por su parte, Reinhard Genzel y Andrea Ghez lideraron dos grupos de astrónomos que a inicios de los años 90 estudiaron la región Sagitario A* en el centro de nuestra galaxia. Esos grupos lograron cartografiar con precisión las órbitas de las estrellas más brillantes y que están más cerca del centro de la Vía Láctea.
Fue allí donde los dos grupos encontraron "un objeto pesado e invisible" que fuerza a un revoltijo de estrellas a girar, "haciendo que corran a unas velocidades vertiginosas". Unos cuatro millones de masas solares se encuentran juntas en una región especial que no es mayor que nuestro propio sistema solar.
"Usando los mayores telescopios del mundo, Genzel y Ghez desarrollaron unos métodos para ver el centro de la Vía Láctea a través de unas nubes enormes del gas y polvo estelar. (...) Su trabajo pionero nos ha dado la prueba más convincente de la existencia de un agujero supermasivo en el centro de la Vía Láctea", subrayó la Academia.