La imagen de una turba violenta incitada por el presidente estadounidense, Donald Trump, que destruyó todo a su paso para llegar al Capitolio fue más que un espectáculo impactante. También subrayó una de las partes más peligrosas del legado del mandatario: la falta de confianza en la democracia que ha hecho metástasis entre muchos de sus simpatizantes.
Aunque el turbulento miércoles ha dividido a los funcionarios republicanos, pues ha causado que algunos renuncien o exhorten a Trump a dejar el cargo y que otros le muestren su apoyo, hay pocas señales de división entre estos votantes que respaldan a Trump de manera ferviente. En entrevistas extensas realizadas a algunos de ellos la semana pasada, expresaron simpatía con los que dijeron eran los motivos de la turba: detener el conteo de los resultados del Colegio Electoral en el Congreso, bajo la falsa premisa de que un fraude extendido había privado al presidente de la reelección.
La adherencia de la base de Trump a sus afirmaciones infundadas de una victoria “sagrada y aplastante”, así como su rechazo a un proceso constitucional de rutina (una postura alentada por 147 republicanos en el Congreso que se opusieron a certificar la elección del presidente electo Joe Biden) indica que una parte central del Partido Republicano, conformada tanto por votantes como algunos funcionarios, está decidida a rechazar la legitimidad de cualquier política o partido que no sean los suyos.
“Sí, están armando un lío gordo’’, dijo Candy Grossi, una administradora de apartamentos jubilada y autora autopublicada que vive en Georgia, sobre sus copartidarios simpatizantes de Trump como parte de un comentarios paralelo sobre las imágenes que veía en televisión de los alborotadores que irrumpían en el Capitolio.
“Estamos hartos. Hay tantas personas que están hartas de lo deshonesto que es todo”, dijo. “Realmente, ya no tengo respeto por nuestro Congreso. Se deshicieron del presidente. Es la primera vez en la historia que he visto que el propio partido del presidente lo trate de la manera en que ellos lo hicieron. Es vergonzoso”.
Grossi, de 65 años, dijo que no condonaba la violencia en el Capitolio, que causó la muerte de un policía y una alborotadora. Sin embargo, comparte la furia de la turba acerca de lo que ella, y ellos, de manera equivocada llaman una elección robada y su impotencia para detener la presidencia de Biden.
“La gente está cansada’’, expresó. “No parece importar lo que hagamos”.
En las entrevistas, los simpatizantes de Trump se aferraron de manera firme a lo que ellos llaman evidencia de una elección fraudulenta, se enfrascaron en responder a los cuestionamientos con otras afirmaciones para restarle importancia a las escenas de destrucción en Washington y acusaron a los medios informativos de ser demasiado dramáticos al describir los hechos como una inflexión histórica.
Mitchell Hoyt, partidario de Trump en Wisconsin, objetó cuando un reportero se refirió al “asalto” al Capitolio.
“La gente no llegó con armas para intentar derrocar al gobierno, pero a los medios les gusta darle ese giro”, dijo. Aunque afirmó que creía que la irrupción y el vandalismo en el Capitolio no fueron “una buena representación del conservadurismo en este país”, agregó, “no pienso que esas personas deban ser satanizadas. Están molestas y cuando la gente no piensa que tiene una voz que pueda ser escuchada, ocurren cosas como esta”.
Hoyt, un productor comercial de jarabe de maple en el norte de Wisconsin, afirmó que los principales medios informativos y la izquierda usaron la doble moral en lo que él llamó una cobertura poco crítica de las protestas del año pasado por los asesinatos a manos de la policía de estadounidenses negros que incluyeron episodios de quemas y saqueos.
“No es fácil de tragar”, dijo. “La gente no va a aceptarlo”.
Desde que Trump contendió por primera vez a la presidencia hace más de cinco años, sus detractores han predicho que uno u otro de sus actos transgresores haría que multitudes de sus simpatizantes huyeran. Nunca ha ocurrido. Las entrevistas con los votantes de Trump indican que es poco probable que incluso su asalto a la más fundamental norma de la democracia estadounidense (la transición pacífica del poder) genere deserciones masivas.
Para esos votantes, la falta de lealtad hacia los valores de la democracia parece provenir, en parte, del cambio entre muchos republicanos que consumen información de fuentes que ofrecen propaganda en lugar de noticias y hechos. La proporción de republicanos que confían en los medios masivos se ha desplomado durante los años de Trump al 10 por ciento, según Gallup. Una mayoría de republicanos cree que a Trump le robaron la elección.
Hoyt alabó a The Epoch Times, uno de los principales proveedores de desinformación de derecha, porque “solo te dan los hechos de lo que está ocurriendo”. One America News Network, el canal de extrema derecha que difunde teorías de conspiración, es la única fuente de información en la que Grossi confía. Ella también sigue a QAnon, el movimiento de conspiración sin fundamento que vincula a los principales demócratas con el tráfico sexual infantil.
No obstante, también está harta de la mayoría de los republicanos electos.
“Todos ellos eran anti-Trump, excepto frente al público estadounidense”, comentó.
El viernes, en el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan en Washington, un grupo de simpatizantes de hueso colorado de Trump gritó “traidor” y “mentiroso” al senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham, por no respaldar de manera más agresiva las afirmaciones del presidente de una elección amañanada.
Otro probable factor que lleva a los simpatizantes de Trump a deslegitimar a sus oponentes políticos son los ataques que buscan acabar con las aspiraciones de los candidatos demócratas durante las elecciones. Los más recientes involucraron a Biden y a su compañera de fórmula paraa la vicepresidencia, Kamala Harris, cuando fueron vinculados de manera falsa al “socialismo” y a posturas de extrema izquierda sobre política energética y atención a la salud.
Eileen Lelich, una asistente dental jubilada que vive en el oeste de Pensilvania, estuvo en desacuerdo con que el asalto al Capitolio fuera una “insurrección incitada por el presidente”, como lo describió el senador de Utah, Mitt Romney, candidato presidencial republicano en 2012.
“Yo no diría eso”, señaló Lelich, quien se calificó a sí misma como una partidaria incondicional del presidente. “Los simpatizantes de Trump son simpatizantes de Trump. Quieren respuestas. Quieren saber qué fue lo que sucedió” con la elección.
A pesar de que ha habido más de 60 casos en los tribunales que rechazan las afirmaciones del presidente sobre fraude o conducta indebida por parte de funcionarios electorales, Lelich no creía que Biden hubiera ganado en su estado. De forma crédula, absorbió los ataques republicanos contra la fórmula demócrata, en los que Biden fue representado como senil y Harris como una extremista de izquierda.
“Biden no es un mal hombre; es una buena persona’’, dijo Lelich, de 60 años. “Pero si Kamala Harris toma el control, no sé qué va a pasar. Estoy muy preocupada por nuestro mundo. No quiero que caigamos en el socialismo”.
Algunos miembros de la base del presidente dijeron que ellos verían a Biden como un presidente ilegítimo que ocupa el Despacho Oval, una mayor polarización de estadounidenses tras años en los que algunos demócratas cuestionaron o negaron la legitimidad de Trump. Desde el punto de vista de muchos simpatizantes de Trump, al presidente nunca se le dio una oportunidad de gobernar; fue acechado desde el primer día de su mandato por las acusaciones de colusión rusa, una obstrucción feroz de sus prioridades y, finalmente, un juicio político.
“Si logran que Joe Biden tome posesión, creo que debemos prepararnos para una época muy turbulenta, porque no pienso que muchas personas vayan a aceptarlo”, dijo Jacob Hanna, un simpatizante de Trump en el noreste de Pensilvania. “Personas muertas votaron, extranjeros ilegales votaron y se supone que debemos sentarnos y decir que es un presidente legítimo; eso no es correcto”. Robert Fuller de Georgia sigue tan furioso sobre la elección que ve a futuro un Estados Unidos que se desamarrará de sus ataduras más profundas.
“Seremos afortunados si todavía tenemos un país después de esto”, dijo, al citar afirmaciones falsas de fraude electoral sobre las que el presidente había despotricado durante el fin de semana en una llamada telefónica grabada con el más alto funcionario electoral de Georgia, un republicano.
Por: Trip Gabriel / The New York Times