El valor que le doy a mi existencia crece al quererme y aceptarme tal y como soy. Anteriormente, basaba mi autoestima en la utopía de la perfección al tratar de complacer a las personas.
Después entendí que mi propio valor no dependía de agradarle a todo el mundo. Nada pasa si no le gusto a los demás. Ahora reconozco que soy un ser único e irrepetible, que goza del libre albedrío que Dios le dio.
En realidad, soy dueño de mí mismo con la capacidad interior de resolver preguntas esenciales del alma tales como ¿quién soy yo? Y ¿qué es lo que realmente quiero?
Además, comprendo que Dios me ama incondicionalmente y su deseo es que aprenda a cuidarme desde la amabilidad y la compasión.
Así logro llegar a la madurez espiritual, buscando el equilibrio personal a través del “camino medio” sin exageradas expectativas, deseos y ambiciones en la vida.
Ahora paso más tiempo conmigo mismo que con ninguna otra persona y, puedo acostumbrarme a mi propia compañía sin necesidad de distractores externos, adicciones y dependencias afectivas que nunca van a llenar los vacíos de mi alma.
Esperar que otros orienten mi vida o satisfagan mis deseos no es un buen camino, ya que, muchas veces la “factura” que debo pagar al poner mis decisiones en sus manos, es la de anular mi autonomía.
Cuando soy dueño de mí mismo, puedo aprender a gestionar mis emociones para encontrar sosiego y paz. No es un proceso fácil, pues debo confrontar mi realidad sin huir de mi propia sombra.
En tu historia personal debes tener muy claro el por qué y el para qué de la vida, así descubrirás la dirección correcta hacia la consecución de tus metas y objetivos.
El mayor tesoro que puedas imaginar siempre ha estado dentro de ti y se llama autenticidad y amor propio. ¡Yo valgo mucho! ¡Sí soy valioso! Conecta tu corazón a las afirmaciones de esta fuerza, que son provenientes del espíritu y te permiten permanecer en el aquí y en el ahora con la seguridad y la serenidad que necesitas.
Cuando las cosas se ponen difíciles y oscuras en la vida, tu actitud interior las ilumina con la luz del optimismo y la esperanza, sales adelante. Todos vamos a morir algún día y lo mejor que podemos hacer, es vivir plenamente disfrutando el milagro de estar vivo sólo por hoy.
Al ser dueño de mí mismo puedo ejercitar el desapego emocional y material, conservando la salud mental y el equilibrio interior que están por encima de cualquier otra cosa en la vida. Recuerda, ser feliz es muy sencillo. Quizás, por eso, no lo entiendes.
Por: Armando Martí