Prólogo escrito por María Angélica Pumarejo
Acaso el único sentido que debemos cobrarle a la vida sea la vida misma. Podríamos pasar los años en el quehacer de mantener el cuerpo hasta su desgaste y su muerte y en medio de esto respirar. No haríamos entonces mucho más. Comer, atender las necesidades que demanda el clima, contemplar la naturaleza, ser parte de ella, con los ojos bien abiertos y la mente desocupada de las miles de demandas que nos hemos impuesto. Vale la pena imaginarse así y empezar a ir cada vez más dentro de sí mismo para descubrir el alma.
Justamente, lo que Armando Martí nos ha traído a través de sus Reflexiones para un nuevo camino es un llamado a agarrarnos del alma, que ya no será la misma luego de esta pandemia tal como lo dice, para seguir la vida hasta terminarla. Cuando digo agarrarnos, pienso en las palabras que con frecuencia le he escuchado al propio Armando: debemos regresar al alma y comunicarnos con los demás y con todo a través de ella.
En todo el tiempo que tuve la ocasión de asistir a sus talleres de sanación, donde me encontré con personas excepcionales, pude afirmar la valía de este mensaje y, también, ver como se convertía en un principio de sanación y de relación ideal con los demás. La conciencia sobre el alma es la única que nos ofrece la verdad que
buscamos. Alcanzar la serenidad y permanecer en ella no significa abandonar el mundo, ni las tareas o las responsabilidades, significa justamente hacer todo serenamente, lo que nos dará la medida justa y el valor de cada cosa, cada momento, cada estado.
El nuevo camino es, pues, un camino que nos exige, en el buen sentido, la reconexión con nosotros y con la tierra. En cada una de estas páginas no encontrarán fórmulas mágicas y exitosas de felicidad amañada, o de salida fortuita de los innumerables problemas con los que debemos lidiar a diario; encontrarán sí, los trazos que les ayudarán a comprender sin artilugios muchas situaciones vividas, escenarios, sentimientos, relaciones, pérdidas, todas realidades que nos dejan frente al espejo. Y el espejo no es reproche, todo lo contrario, es reconocimiento de lo que somos, en nuestras luces y sombras, búsqueda de la autenticidad, satisfacción de la libertad.
Para Armando Martí, si hay una palabra que debe definir el ser individual y esta palabra es libertad. A través de los años de amistad y de largas conversaciones lo he visto llegar a subrayar la libertad como la vida misma. Con certeza, esta enseñanza hará eco, mucho más cuando entendamos lo que él mismo nos propone: encontrarla a través de la humildad en nuestros corazones.
“Reflexiones para un nuevo camino (Prólogo en la voz de la escritora María Angélica Pumarejo) del libro: “Reflexiones para un Nuevo Camino” de Armando Martí, Editorial Solar, para la sección Konciencia de KienyKe.com. Escúchalo, disfrútalo y compártelo:
Esto me recuerda ese principio zen que resulta ser una gran oferta: arrodillarse ante sí mismo. Cuando el hombre se arrodilla ante sí mismo ha sido capaz de reconocerse sin mentiras ni vanidades, ha vencido su ego, será entonces el momento de conocer la compasión para él y para los demás, y la compasión sanará el mundo, pues es el mayor acto de amor.
Su insistencia sobre el ego enfermo también está en estos textos. El ego nos somete, nos sentamos sobre él y nos definimos. Esta definición, esta manera de decir yo soy esto o aquello, yo actúo así o de esta otra manera, nos amarra, nos impide mirar otras posibilidades de actuación, de enmienda, de soluciones. Nos imposibilita mirar al otro y crea en nuestro interior la constante desazón con la que vivimos. Atados al ego, el amor propio se minimiza, termina destrozado por nosotros mismos y nubla la conciencia.
Armando nos ayuda a comprender el ego de hoy día. Nos advierte que somos presas de una sociedad de consumo en la que hemos aprendido a definirnos por la capacidad adquisitiva, el estatus social y una serie de engañadores de la mente. La ilusión de tener es eso, una ilusión, que tira por la borda la realidad de ser. Con
ese ego, vamos dándole patadas a todo y a todos, nos pateamos también la cara. Con el ego de la mano nos convertimos en correctores de la vida de los demás, las criticamos, pretendemos controlarlas.
Una situación que encuentra su escala mayor tal vez en la relación de pareja que abandona el camino de amarse libre y sanamente por el de competir, o por el de proyectar en el otro todo lo que se tiene en el interior, por no aceptar al otro en una clara incapacidad de aceptarse a sí mismo. La salida, nos propone, es liberarnos de ese engaño y entregarnos, entregarnos a Dios, a su benevolencia.
Nos ayudan también estas páginas a vivir cotidianamente. No se necesitan situaciones extraordinarias para aprender a estar presentes de una vez por todas.
La vida presente bien se vale de los momentos sencillos. Por eso, Armando da un profundo valor a la soledad, pues en ella bien podemos encontrar un gran alivio y el contento.
Quizás uno de los grandes mensajes de esta pandemia fue apostarle a la soledad como oportunidad de regresar a nuestra esencia, como libertad y transparencia. En la soledad, donde no hay testigos de nuestra vida, aprendemos a vivir desnudos de apariencia y esa relación con el interior nos entrena para dar lo mejor de nosotros. La soledad nos enseña la alegría de dar, ojalá este momento de la humanidad nos haya dejado eso.
Al final, todos los mensajes de Armando, sus motivaciones, sus ejercicios, sus propuestas no pretenden nada más que crear la conciencia de la unidad del ser, de lo imperioso que resulta reconocer esa unidad, buscarla, salir a su encuentro. Despojarnos de nosotros para encontrarnos en la unidad. Este es un camino complejo, perturbador, pero posible y necesario, para dejar de lado los daños y vivir en la plenitud. Este encuentro que nos propone es también el equilibrio del planeta, la verdadera comunión de la que hablan todos los maestros espirituales.
Armando se ha encontrado con los grandes maestros espirituales a lo largo de sus años, una muestra de quién es y qué le corresponde en este momento, y una experiencia que procura regresar amorosamente a cuantos nos tropezamos con él y convertimos ese tropiezo en una amistad de la que no queremos prescindir nunca. Por eso, con cualquier pretexto, vuelvo a él, a veces una simple conversación por teléfono me trasmite su gran energía y su alegría auténtica, sanadora. Cuando vi su foto con mi amado Maestro supe que había llegado a un buen puerto, así espero que sea para ustedes este libro: un buen puerto para ver la puesta del sol a diario, donde por fin puedan soltar sus amarras.
María Angélica Pumarejo es magistral en literatura y especialista en edición de libros. Se ha desempeñado como catedrática en varias universidades de Bogotá. Además, ha ocupado cargos en las áreas de gestión cultural a nivel de gobierno. Fue directora del Instituto de Recreación y Deportes de Bogotá y es experta en comunicación estratégica y creación de contenidos. También, ha sido directora y presentadora de televisión y asesora de comunicaciones. Es autora de la novela “Una canción para Ethan” publicada en una edición conjunta de Caza de Libros y el proyecto de la Agenda Cultural Del Gimnasio Moderno. Por último, ha escrito cuentos y ensayos publicados en varias revistas y es columnista de opinión del periódico El Pilón.