“Los amorosos” de Jaime Sabines: la búsqueda insaciable del amor

Jue, 28/01/2021 - 08:53
Creemos que vivimos en función del amor, pero muchas veces, vivimos en función de evadir nuestra realidad a través del enamoramiento.
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Noah Silliman

La poesía es un género literario que nos permite conectarnos a las emociones, a los sentimientos y a la reflexión para atender ese impulso misterioso que habita en lo más profundo de nuestra alma.

En principio, este impulso busca saciar la sed de amor, deseo y pasión, pero después se va convirtiendo en una luz que nos ayuda a comprender los misterios de la vida y afrontar con madurez, los temores del dolor y de la muerte.

Pienso que los poetas nacen con esa virtud, la cual les permite conectarse a la esencia misma de la existencia y desde esa libertad, organizar las palabras y crear los versos que trasmitirán las emociones a los demás, unificando un leguaje universal.

Este es el caso del poeta Jaime Sabines, nacido en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en México, el 25 de marzo de 1926 y quien a sus 72 años falleció en Ciudad de México.

Fue un activista político, escritor y poeta. Sus primeros escalones hacia la poesía fueron “Introspección” y “A mi madre”, donde se conjuga la reflexión con el corazón.

Estudió Lengua y Literatura española en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México. Asimismo, algunas de sus influencias literarias fueron Rafael Alberti, Ramón López Velarde, James Joyce y Aldous Huxley, entre otros.

Su poesía está matizada por los fuertes colores pasionales de la búsqueda infinita del amor como un camino único para saber quién soy.

Los amorosos” poema de Jaime Sabines en la voz del escritor y terapeuta Armando Martí para la sección Konciencia de KienyKe.com. Escúchalo, disfrútalo y compártelo:

Uno de los poemas con los que me he identificado en algunas etapas de mi vida ha sido “Los amorosos”, publicado en 1950 como parte de su primer poemario titulado “Horal”. Es increíble la forma como le llegó la inspiración a Sabines “así de pronto” y pudo darle forma y articular sus sentimientos, al escribir este soneto que no necesitó de muchas correcciones posteriores.

El verso de “Los amorosos” sintetiza la paradoja del amor con ese agridulce de la incertidumbre, es decir, podemos estar felices en el cielo y de un momento a otro estar en la incertidumbre y el dolor de la realidad terrenal.

Al comienzo de esta composición emerge un relato subjetivo de un hombre triste, pero cuando avanzamos en su contenido, aparecen las voces de muchos seres abatidos por tener demasiadas expectativas hacía un amor perfecto e imposible, pues lo menos perfecto que existe es el amor humano.

Pareciera que nadie sabe que busca o lo que es peor, no sabe donde encontrar el amor. Entonces la pregunta sería: ¿por qué esta obsesiva exigencia hacia el amor sino sabemos dar ni recibir este sentimiento? Recordemos que el primer paso para mantener en el tiempo una relación amorosa es conocernos a nosotros mismos, no conocer al otro.

Si comenzamos una relación de pareja con el pie izquierdo de la idealización y la exigencia de su perfección, jamás encontraremos paz para nuestras confundidas almas y sólo se podrá habilitar un campo de batalla para los dos.

Creemos que vivimos en función del amor, pero muchas veces, vivimos en función de evadir nuestra realidad a través del enamoramiento. La felicidad no es una meta, es la suma de nuestras experiencias tanto exitosas como fallidas.

Quien no supera las decepciones naturales que nos produce el amor, no podrá madurar ni ser feliz y optará por llenar su corazón de miedo, convirtiéndolo en una oscura roca cuyo fondo sería el odio y el resentimiento.

Los amorosos buscan y buscan, pero no encuentran. No saben estar solos y mucho menos, compartir con sinceridad su lado más oscuro. Por eso, engañan y se engañan, actuando su guion de víctima y quejándose de no encontrar la estabilidad.

Por lo cual, ocultan su incapacidad en los defectos del otro. Los amorosos seguirán culpando, intentarán siempre tener la razón, inflarán sus egos y la factura que les pasa la vida, será la de una insoportable soledad.

Por eso, si “Los amorosos” quisieran sanar este vacío, deben integrarse a esa fuerza transformativa del amor y la pasión luchando para descubrirla, merecerla y valorarla. Sin embargo, casi nadie está preparado para entenderlo.

Ese aprendizaje mediante el sufrimiento y la sensatez hace que apreciemos nuestro bienestar y especialmente la tranquilidad interior, la cual es la base para compartir nuestra felicidad con el otro.

La experiencia más valiosa es la del conocimiento interior, saber cuáles son mis tendencias, mi temperamento y cómo me gustaría ser amado de verdad.

Esto permite encontrar a alguien que también se conozca a sí mismo y desde esa orilla, resignificar muchas creencias limitantes. Así dejamos de buscar el amor imposible y, por el contrario, aprendemos a gozar de un amor auténtico sin amenazas ni condiciones.

Jaime Sabines
Créditos:
Cortesia Especial

Los amorosos de Jaime Sabines

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Por: Armando Martí

Creado Por
Armando Martí
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