El escritor Mario Vargas Llosa (86) y la socialité Isabel Preysler (71) se han separado después de ocho años de convivencia que, confesémoslo, hemos seguido de principio a fin, en las páginas satinadas de la revista española ¡Hola! La vida imitando al arte. Y nada más conocerse la noticia a nivel mundial, Álvaro, el hijo del escritor, colgó en una red social unas imágenes del Nobel peruano leyendo en voz alta la primera edición de Madame Bovary, novela de Flaubert que fue su epifanía literaria.
Un gesto nada inocente: padre e hijo estaban lanzando el mensaje de vuelta a los orígenes, anunciando el final de la relación con un mundo frívolo del que el escritor se confesó hastiado a través de interpuesta persona. De ficción, pero, al fin y al cabo, mensajero de sus angustias. El protagonista de un cuento del que casi nadie tenía noticia, y que hoy va camino de convertirse en bestseller: Los vientos, una obrita menor cuyo protagonista, trasunto fiel del propio Vargas Llosa, se lamenta por haber abandonado a “Carmencita”, su mujer.
Todo en este cuento es decrépito, empezando por el protagonista, que tiene un problema de flato y cuya expulsión de gases intestinales da precisamente título a la obra. El cuento, publicado en la revista Letras Libres en octubre de 2021, es todo una confesión en la que el escritor describe a un hombre mayor, residente en Madrid, peruano por más señas por el término con el que denomina a su pene, lamentándose que su “pichula” ya solo le sirva para hacer pipí y “ha caído en una trampa como un adolescente furioso en plena confusión hormonal”.
La trampa en cuestión es una mujer de la que ya ni recuerda su nombre, que no valía la pena y a la que nunca quiso. “Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz (…). Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón”, dice el escritor en este relato, que pasó desapercibido en su momento pero en el que amigos y conocidos de la famosa pareja, quisieron ver la otra cara de la moneda de unas vidas que relucían cada semana en el papel couché de las revistas del corazón y bajo vientre.
Leyendo las vicisitudes de Vargas Llosa y las de su héroe crepuscular, tan paralelas que hasta el nombre completo de la ex mujer del escritor es Carmen Patricia Llosa, no pude menos que recordar un episodio magistral de la serie inglesa The Crown. Cuando Ana, la hermana del entonces príncipe Carlos de Inglaterra, se entera por la prensa de la tórrida conversación telefónica de Carlos con Camilla Parker, y siente compasión por el heredero de la Corona británica. “Parecían una pareja de adolescentes”, dice, después de superar el asco por la transmutación en elemento de higiene femenina en que desea convertirse el príncipe.
Aquel episodio y el del propio rey Juan Carlos con Corinna Larsen, que fue su perdición, nos enseñan, como hacen la vida y la literatura ininterrumpidamente, lo fácil que es tropezar en las trampas que a veces nosotros mismos nos empeñamos en ponernos. Que no por ser rico y famoso estás libre de caer en las tentaciones del destino. Vargas Llosa no fue ajeno a la emboscada que él mismo se tendió y de la que sale escaldado.
Entre tanto Isabel, la reina de corazones, que deja una muesca más en su revólver como los cowboys del viejo Oeste, seguirá tan campante por los dominios de ¡Hola!, la revista que es todo un fenómeno sociológico, más digno de estudio de lo que se suele creer. Sé de embajadas en Madrid que dejarían de recibir El País antes que ¡Hola!, por las deducciones que sacan en ella de la alta sociedad, los enlaces y las amistades a todo color, que a veces tienen consecuencias políticas o económicas imprevisibles.
Como dijo el propio Vargas Llosa refiriéndose a la publicación que registró de principio a fin su romance otoñal, “es un fenómeno cultural de nuestro tiempo. Hay millones de personas que quieren algo que les haga soñar y que antes ofrecían la novela y la poesía. Ahora lo ofrece ¡Hola! con enorme talento”. Él lo sabe bien.