Carlos Salas
Carlos Salas

Un enfrentamiento inevitable

El capitán Ahab no puede encontrar paz estando obsesionado con vengarse de Moby Dick, la fiera ballena blanca que le arrancó una pierna y lo obligó a llevar una prótesis hecha, paradojas de la vida, con hueso de ballena. El primer oficial al mando, Starbuck, ve con inmensa preocupación que el viaje de tres o cuatro años alrededor del mundo emprendido por el ballenero Pequod esté condenado al desastre por el afán del fanático Ahab de enfrentar a Moby Dick. Herman Melville relata toda una odisea alrededor del heroísmo de los cazadores de ballenas del pasado -la novela fue publicada el 1851- quienes no son muy bien vistos desde que se ha impuesto la corrección política. 

Hará unas semanas que terminé de leer las setecientas páginas de Moby Dick y estos días de fin de año me he deleitado releyendo capítulos al azar que encuentro extraordinarios. Pienso con cierta conmiseración en el Ahab encerrado en su cabina acompañado de la imagen persistente de la ballena blanca y soñando con un encuentro en donde librará una batalla a muerte, confiado en que la buena recompensa ofrecida a los avistadores hará que muy pronto darán cuenta de la presencia del leviatán.

El heroísmo de Ahab es opacado por su ceguera causada por la sed de venganza. No es un personaje que despierte simpatías en el lector y no es por falta de comprensión sino porque su carácter se ha visto agriado, lo que lo ha transformado en un ser solitario lleno de amargura en su corazón.

Cuando escucho a María Corina Machado, quien tiene motivos de sobra para querer enfrentar al monstruoso y pestilente Maduro, no veo en ella la menor señal de un deseo de venganza. No faltarán entre los venezolanos, que han sufrido en carne propia o en la de sus familiares y amigos los vejámenes de la tiranía, quienes clamen por una justa venganza, lo que es totalmente comprensible. Decir que vendrán tiempos mejores para quienes han padecido 25 años de un régimen atroz, es un triste consuelo. Igualmente escuchar a quienes proclaman que todas las dictaduras terminan cayendo pareciera una manera fácil de lavarse las manos. No se trata de alimentar inútiles esperanzas sino de ver con frialdad la lucha sin cuartel que se viene, y para eso María Corina está muy bien preparada y tiene en Edmundo González una ficha clave en el desarrollo de la caída del régimen que comenzará el 10 de enero de 2025, con lo que se estrenará un año que no nos defraudará.

En Colombia sobran motivos para querer vengarse de quienes no han tenido compasión ni ninguna consideración cuando han hecho con sus actos derroches de maldad, de corrupción y de infamia poniendo por encima de la dignidad humana los más bajos instintos con los que han perpetrado crímenes imperdonables. Pero nos abstenemos de tomar venganza porque mantenemos la fe en una democracia a pesar de que no para de defraudarnos día a día. Algunos aspiramos que se perfile en el horizonte un líder que lleve al país por el buen rumbo y tenemos los ojos muy abiertos como si fuéramos avistadores en un ballenero. Lo cierto es que ya hay ejemplos claros de buen liderazgo en Argentina y en El Salvador y sabemos bien que es un fenómeno que se puede expandir en la región y hasta en otros continentes. Tenemos todo para salir adelante, lo que nos hace falta es no caer nunca más en las garras del socialismo.

Un amigo me dijo que el socialismo se podría implementar en Colombia en cien años cuando seamos ricos. Le recordé que en Argentina, Cuba y Venezuela se implementó siendo países muy ricos y en pocos años la peste del socialismo los había empobrecido de la manera más brutal. Pensando en estos asuntos de casualidad me topé con un artículo de 1992 escrito por el historiador Paul Johnson titulado “¿Qué le pasó al socialismo?” en el que hace un repaso de los grandes beneficios que trae consigo desmontar la estructura estatista por una del libre mercado: “… es de capital importancia impedir que el estado se vuelva tan pródigo que debilite la voluntad de las personas de ayudarse a sí mismas. También es vital recordar que, si bien la intervención estatal puede traer beneficios a corto plazo, siempre acarrea costos, a veces ocultos al principio, pero por lo general inmensos a largo plazo”. Que lo tengan en cuenta los aspirantes a la presidencia, supuestamente de derecha, que se dejan tentar por el socialismo.

El leviatán es la ballena blanca según Melville y el Estado según Hobbes. 

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