Me referí aquí la semana pasada a la reacción de Iván Duque por el fallo adverso a Colombia en la Corte de la Haya sobre San Andrés y Providencia. Y dije que contrario a lo que opina el presidente, y también el candidato presidencial del uribismo, Federico Gutiérrez, ahora es necesario un diálogo con Nicaragua por más impresentable que sea Daniel Ortega, el dictador nicaragüense.
Colombia perdió en fallos anteriores, y por la desastrosa gestión de diversos gobiernos ante la corte internacional, una enorme porción de mar que le pertenecía y ahora el deber del Gobierno es salvaguardar el derecho de pesca de los habitantes del archipiélago. Y el único camino posible es la diplomacia. Decir, como dicen estos dos caballeros “yo no trato con dictadores” es una postura infantil, candorosa y quimérica.
Les pregunto a los dos: ¿Son conscientes de lo que están diciendo desde un país que tiene relaciones diplomáticas plenas con Cuba, China, Rusia, Arabia Saudí e Irán? ¿Qué son estos países que tienen embajada en Bogotá? ¿Les parecen unas democracias acendradas y ejemplares? Coherencia por favor, señores.
Y esta reflexión es válida en relación con Venezuela. También para referirse al vecino país, Duque y Gutiérrez aplican esta curiosa fórmula de relaciones internacionales. Dice el primero que como el gobierno de Maduro es una dictadura, hay que mantener la ficción de reconocer al gobierno fantasma de Juan Guaidó. Y el candidato Gutiérrez, en esa misma línea, afirma que si llega a presidente no tendrá tratos con el gobierno de Maduro.
A ambos les vendría muy bien la lectura de un libro de reciente aparición, Things are never so bad that they can´t get worse (Inside the collapse of Venezuela), de William Neuman, quien fue corresponsal en Caracas durante seis años para The New York Times. El libro, que está a punto de aparcer en español posiblemente con el título Todo se puede poner peor, en alusión al continuo deterioro de la situación venezolana, les puede mostrar que Nicolás Maduro no es tan tonto como ellos creen, que sobrevivir en el círculo de Hugo Chávez no fue cosa fácil y que alguien con quien tampoco ha podido la oposición puede resultar un interlocutor más adecuado que un personaje como Guaidó, producto de la necesidad que tenía Donald Trump de caerle en gracia a los votantes de Florida.
Las reflexiones de Neuman sobre Venezuela resultan muy interesantes a raíz de lo que está ocurriendo en Ucrania. Son cosas de las cuales los políticos colombianos harían bien en aprender algo, aunque su actitud más propia de un parvulario que de gentes con sentido del Estado no invita a ser muy optimistas.
A Rusia se le está complicando la venta de petróleo y, según Neuman, “ahora lo está vendiendo a las mismas refinerías pequeñas chinas donde Maduro estaba vendiendo el suyo, y el petróleo ruso es de mejor calidad que el venezolano. Entonces es posible que Maduro ya haya perdido ese mercado, no va a tener dónde vender su petróleo, y ya perdió también a su banquero por las sanciones contra los bancos rusos”. Esto explicaría por qué Maduro recibió hace algunas semanas a una delegación de la Casa Blanca para hablar de venta de petróleo a Estados Unidos. El encuentro causó, como se recordará, mucho escozor en Colombia porque las miras de la cancillería de aquí suelen ser muy cortitas.
El gobierno colombiano y el candidato uribista a la presidencia siguen aferrados a la doctrina de Donald Trump sobre Venezuela, que giraba en torno al eje del electorado de Florida. Por supuesto que para Joe Biden y los demócratas la fuerza política conservadora de ese estado, anti castrista, anti chavista y reacia a todo lo que sea negociar con La Habana o con Caracas, es inquietante.
Sin embargo, el tsunami geopolítico que supone la guerra en Europa ha movido el tablero. Dentro de la administración Biden saben que hablar con Maduro puede tener un costo político en Florida, pero con el precio de la gasolina subiendo en todas partes a la hora de llenar el tanque del automóvil, pueden perder además del feroz estado antichavista, los otros estados también. Joe Biden necesita demostrar que está haciendo algo para obtener más petróleo y controlar el precio de la gasolina.
Y es en esa ecuación donde aparece Nicolás Maduro, un dictador, sí; folclórico y de cliché de sátrapa latinoamericano, claro; pero que no es ningún tonto y es quien tiene la sartén por el mango en Venezuela, con la evidente asesoría de la Habana, por supuesto. Ignorar esa realidad es de ciegos, o de gente muy atolondrada.