El pasado domingo cayó una nueva ficha en la partida de ajedrez que se juega hace años en un estrecho del Lejano Oriente, y cayó del lado de China como no podía ser de otra manera. Honduras, uno de los pocos países que mantenía relaciones diplomáticas con Taiwán, rompió relaciones con la isla para establecerlas con China.
La “Audiencia de los confines”, como llamaron los españoles a la pequeña nación centroamericana volcada al mar Caribe, ahogada por la deuda y necesitada de infraestructuras, decidió dar la espalda al gobierno de Taipei y abrir embajada en Pekín. Todo a cambio de que el gigante asiático financie la construcción de algunas infraestructuras de las que Honduras está necesitada: un hospital, una represa hidroeléctrica y alguna otra ayuda financiera.
Desde que en 1949, tras la guerra civil, la isla de Taiwán se separó del continente, la República Popular de China y la República de China, que es como oficialmente se llama Taiwán, han venido manteniendo un duelo en el campo internacional a base de firmar cheques de banco que va dejando a la que Pekín llama “la provincia rebelde”, cada vez más aislada.
Hoy en día apenas 13 países, casi todos pequeñas naciones del Caribe o del lejano Pacífico, entre ellas el Vaticano, Guatemala y Paraguay, reconocen la soberanía de la isla. Todo esto frente a la presión de China, que la considera parte de su territorio, aunque funciona de hecho de manera independiente, con gobierno propio, su propia Constitución y un ejército que, por cierto, recibe todo el apoyo logístico de Estados Unidos.
Todo lo que allí pasa es anacrónico y extraño, y el creciente poderío de China ha ido arrinconando cada vez más a Taiwán. A tal punto que solamente durante el gobierno de la actual presidente, Tsai Ing-wen, que asumió el cargo en mayo de 2016, nueve países le han dado la espalda a Taipei para estrechar la mano de Xi Jinping en Pekín. Por todo esto adquiere gran importancia la visita que esta semana ha hecho a China el ex presidente taiwanés Ma Yingjeou, del opositor Partido Nacionalista o Kuominntang (KMT).
Ma Yingjeou ha viajado a China, al continente, como un ciudadano privado a reunirse con estudiantes taiwaneses, rendir homenaje a sus antepasados, y a visitar sitios históricos como el mausoleo del fundador de la república, el doctor Sun Yatsen en Nankin. La visita de este expresidente taiwanés es todo un hito en las relaciones entre dos partes; una de las cuales, China, tiene como objetivo irrenunciable la anexión de la isla, o si se quiere, la reunificación del país.
A la vista del incumplimiento de los acuerdos con Gran Bretaña para la devolución de Hong Kong a la soberanía china, en el que no se está respetando por parte de China la autonomía pactada en su momento entre Londres y Pekín, los recelos de los independentistas taiwaneses, entre los que se encuentra la señora Tsai Ing-wen, son cada vez mayores. La fórmula de “un país dos sistemas” ideada por Deng Xiaoping, hoy parece nada más que un sueño ante el autoritarismo de Xi Jinping.
En este contexto resulta interesante también la visita que esta misma semana ha emprendido a Estados Unidos la presidente taiwanesa, Tsai Ing-wen. Y es que los viajes al exterior de los políticos taiwaneses, ya sean del gobernante Partido Democrático Progresista (PPD, independentista) como del opositor nacionalista KMT, son siempre un campo minado diplomático. Véase si no lo dicho hasta ahora: esta semana, los líderes de los dos grandes partidos taiwaneses se encuentran de viaje por las dos grandes potencias.
Naturalmente para China, la visita de la señora Tsai a Estados Unidos, en ruta hacia Centroamérica y el Caribe, resulta un verdadero agravio. No solo por el viaje en sí, sino porque incluye un encuentro con el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy. Mientras la visita a la “madre patria” del opositor Ma Yingjeou resulta un caramelo para Pekín. Comoquiera que sea, ambos viajes son maniobras delicadas en un momento tenso, cuando Estados Unidos ayuda a reforzar la defensa de la isla.
A medida que las relaciones entre Estados Unidos y China se deterioran Taiwán corre el riesgo de convertirse en otro foco caliente del mundo, como ocurrió el año pasado cuando Pekín replicó con maniobras militares en aguas taiwanesas a la visita de Nancy Pelosi, entonces presidente de la Cámara norteamericana.
Y por si esto fuera poco, en enero del año próximo hay elecciones presidenciales en Taiwán. La Sra. Tsai no puede presentarse de nuevo, pero ella y el gubernamental PPD pondrán sobre la mesa la independencia de la isla tratando de irritar lo menos posible a Pekín, la cuadratura del círculo. Y el Sr. Ma, del KMT, con una alternativa diferente, querrá demostrar a sus partidarios que pueden comprometerse con China sin doblegarse ante el Partido Comunista de China, maniobra no menos quimérica. Los dos caminan en el filo de la navaja.