Ha sido tan cuestionable la gestión de Álvaro Leyva Durán como Canciller que ya afrontó una moción de censura en su contra, motivada principalmente por una serie de nombramientos diplomáticos. No obstante, el aval de esos nombres en el servicio exterior viene de Gustavo Petro que junto con Leyva son los responsables de la formulación de la política exterior.
Conviene aclarar que así como la política exterior es estrategia y la diplomacia es táctica, en La Casa de Nariño y en el Palacio de San Carlos se decide la manera en que la agenda interna se promueve internacionalmente y, a su vez, cómo se gestiona internamente los efectos de la política internacional. En ambos escenarios, el cuerpo diplomático es el soporte para la formulación de dicha política.
En efecto, el diseño de la política exterior se hace en doble dirección, de ahí que sin una debida articulación de los intereses de gobierno a la dinámica de la política mundial contemporánea y sin comprender el ambiente geopolítico internacional es imposible diseñar una agenda que permita internacionalizar las prioridades del gobierno, allende de los siempre intereses vitales de cualquier Estado.
Las críticas por los nombramientos se explican porque para ingresar a la Carrera Diplomática y Consular hay una serie de requisitos legales como tener un pregrado y acreditar el manejo de una segunda lengua en nivel B2, según el Marco Común Europeo.
Muchos de los aspirantes y funcionarios de carrera han visto burlada esta normatividad cuando se nombra a un personaje como el embajador en México, Moisés Ninco Daza, quien no cuenta con pregrado alguno ni con una trayectoria cultural que le valga la distinción de representar a Colombia donde Álvaro Mutis o García Márquez son referentes literarios y en donde ha hecho carrera la famosa sentencia: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, con todas las implicaciones que hoy tiene para los intereses de Colombia.
A este respecto es importante decir que todo diplomático es un buen político pero no todo político resulta un buen diplomático. Improvisar agentes diplomáticos y consulares en países donde nuestros intereses son tan sensibles evidencia la falta de tacto que se tiene para liderar esta burocracia (entendida técnicamente).
De otro lado, es fácil percibir que el malestar del cuerpo diplomático de carrera sobrepasa el asunto de los nombramientos y trasciende al plano de la legitimidad, ya que siendo obligatorio el requisito de acreditar el manejo en segundo idioma, el funcionariado se cuestiona válidamente si Petro y Leyva cumplen mínimamente con este requisito.
Es apenas una cuestión de sentido lógico y ético, en materia de liderazgo, exigir lo que somos capaces de hacer y demostrar. En esto, los líderes se juegan toda su credibilidad. Digo esto porque es lamentable para la política exterior ver a varios humoristas, de diferentes medios de comunicación, haciendo mofa de la incompetencia de Petro para hablar inglés.
Ahora bien, al igual que con nuestra fuerza pública, el servicio diplomático de carrera es garantía de profesionalismo y acepta obviamente el mandato popular, pero eso no lo exime de esperar del nivel estratégico de la política exterior, al menos, conocimiento de los asuntos mundiales, proficiencia de un segundo idioma y liderazgo.
A los cuestionamientos anteriores, se suman otros incidentes que lesionan directamente la autoridad de Leyva Durán tales como: su defensa apasionada a Jesús Santrich ante la ONU; aquella frase reveladora en la que aseguró que “Yo como indígena ya habría quemado el país”; y ahora el manto de duda que cae por su cercanía con las FARC, según lo explicado por el ExFiscal Néstor Humberto Martínez, lo que le valió a Íngrid Betancourt decir que “Leyva es el canciller de las FARC”.
Insisto, nada de lo que se haga en el Palacio de San Carlos es inconsulto, todo viene con el visto bueno de La Casa de Nariño, así como la defensa de oficio al régimen criminal venezolano. A Petro se le hizo agua a la boca condenando, en la CELAC, la dictadura de Pinochet omitiendo groseramente los crímenes del totalitarismo cubano instaurado en 1959 para venir ahora a fungir como rehabilitador de Maduro. En este sentido, ¿qué puede pensar el servicio diplomático de carrera cuando escuchan en la opinión pública que Petro es el canciller de Maduro?
Dada la relación intrínseca entre política exterior (estrategia) y diplomacia (táctica), resulta consecuente deducir que existe hoy un divorcio entre Presidencia y Cancillería, por un lado, y el servicio exterior de carrera, por el otro.