La política exterior de la Administración por Sobresaltos parece haber sido concebida, a falta de planeación para la toma de decisiones, con un guión que oscila entre la improvisación y la confrontación innecesaria.
Después del improvisado nombramiento de Laura Sarabia como canciller, tras la salida de Luis Gilberto Murillo, Petro ha logrado -como en otros sectores de la Administración- hacer no solo el ridículo sino destruir, para alimentar su ego subversivo, lo que durante décadas se ha construido con esmero y cuidado republicanos.
Tras su desastre para gestionar y liderar los asuntos domésticos, en el frente externo tampoco ha logrado consolidar relaciones diplomáticas estratégicas y promover el interés nacional; de tal suerte, Petro parece obsesionado con crear conflictos personales (Bukele, Milei, Noboa, Netanyahu) y alimentar la polarización internacional, como si la diplomacia fuera un asunto de cambuche guerrillero. En este contexto, su relación con Estados Unidos, especialmente con Trump, se ha transformado en un terreno de pugna donde, al parecer, Petro prefiere una guerra verbal antes que buscar un entendimiento pragmático que beneficie el interés nacional.
Petro está buscando pelear con Trump mientras actúa como un aliado dócil de la narcodictadura venezolana. Esta actitud es, quizá, un reflejo de su afán por ocultar su incompetencia y fracaso sonoro de su gestión interna y, al mismo tiempo, inflamar a sus seguidores, por medio de sus "bodeguitas", que lo proyectan como una figura mesiánica gracias al erario público. Pero más allá de las posturas ideológicas radicales, del caos e ignorancia de Petro el asunto es: ¿qué consecuencias estratégicas traerá esta confrontación con Estados Unidos y el incondicional apoyo a la narcodictadura de Venezuela?.
Lo cierto es que Petro está usando la crisis en política exterior para tapar los problemas internos. Mientras la situación del Catatumbo se agravaba, el hombre del M-19 decidió viajar a Haití para insultar a Trump, en un acto que más parecía más una puesta en escena diseñada por Daniel Mendoza (el innombrable o el embajador que no lo fue) que una acción estratégica y planificada con funcionarios del Palacio de San Carlos; después vía "X", y en situaciones extrañísimas, le declara "la guerra" a Trump incumpliendo acuerdos migratorios previamente firmados. Los efectos no se hicieron esperar.
Después vino la táctica de victimización, que se enmarca dentro del "Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano", que ya no sorprende, y que si sufre un desgaste porque en su afán por posicionarse como un líder populista, mundialmente reconocido, Petro repite errores del pasado, haciéndole frente a potencias extranjeras mientras las crisis internas del país se siguen profundizando.
Lo claro de esta estrategia es que Petro está anteponiendo sus intereses personales a los intereses de la nación. Por fortuna, la opinión pública ya lo percibe de manera más clara.
Desafortunadamente, el ridículo internacional que hizo no solo lo paga él, lo pagan 50 millones de ciudadanos porque gracias a su estupidez e ignorancia, Trump sale ahora a decir que a los EE.UU. se les respeta y cita directamente a Colombia como un caso de alineamiento tras un solo anuncio de sanciones. El efecto del viaje a Haití y de los mensajitos, de baja factura, por "X" produjeron el efecto inverso de lo que soñó el hombre del M-19.