Además de vivir múltiples violencias en una sociedad profundamente machista, las mujeres que decidimos participar en política debemos enfrentar violencias basadas en género por el hecho de disputar el poder político: trabas para lograr avales y acceder a financiamiento, cuestionamiento, marginación, menosprecio, cosificación, entre otras, se suman ahora a la violencia política digital en redes sociales que a las mujeres nos afecta de forma diferencial.
Nos cuestionan, nos agreden, critican nuestros cuerpos, nos sexualizan, nos convierten en objetos y así nos ponderan según cuán cogibles somos; nos amenazan de muerte.
Tristemente, este tipo de comportamientos son más normales de lo esperado, y la situación se agrava cuando en los ataques participan nuestros colegas, pues con ello se promueve la violencia basada en género en contra de las mujeres como un arma aceptable en el debate político. Un ejemplo de ello es cuando mensajes como #SeLaHundieron, son avalados con un like o un retweet por parte de quienes están llamados a promover el respeto y denunciar cualquier tipo de discriminación. Esta acción sirve para visibilizar y alentar a miles de seguidores y machitos anónimos a festinar con nuestra dignidad, amedrentándonos por ejercer nuestro rol público como advertencia de los que nos puede pasar por participar en política. Saben que detrás de nosotras hay más mujeres que los leen y lo hacen para hacerles saber lo que les puede pasar si también intentaran entrar.
Rechazo tajantemente que cualquier persona sirva de plataforma para replicar mensajes de odio. Porque además, estas violencias terminan afectando a otras mujeres que no están dispuestas a sufrir este tipo de escarnio público. Cómo dijo Jineth Bedoya “esta violencia naturalizada y aplaudida lo único que hace es incrementar las impunes cifras que, mujeres y niñas, tenemos que cargar”. De acuerdo con la MOE, en las pasadas elecciones regionales se observó un incremento del 158,8% de casos de violencia política contra las mujeres y del 185% en contra de candidatas. Esto se tradujo en que la representación femenina apenas creció en un 2,8%, para llegar al 24,9% del total de cargos electos en octubre pasado.
Y no solo se trata de la violencia inicial, también de la revictimización. Cuando, por ejemplo, al reclamar el respeto por nuestros derechos, quien participa de la agresión no solo se niega a reconocer su error y ofrecer una disculpa, sino que busca manipular la realidad, haciéndonos parecer culpables a nosotras, tergiversando los hechos para “interpretarlos” y hacer pasar por víctima a quien es victimario. Lamentablemente, la violencia contra nosotras no termina quitándole un like o un RT a un mensaje con hashtags alusivos a nuestra sexualidad, sino emprendiendo acciones de reconocimiento y reparación, por más inofensiva que se crea que fue la falta.
No obstante, las mujeres que decidimos entrar en política estamos preparadas para esta y millones de batallas más, porque sabemos que si bien este es un escenario masculinizado, tenemos derecho a estar aquí y a exigirle a nuestros colegas que abandonen sus prácticas machistas y sexistas.
Hasta que ese cambio se produzca, desde esta curul seguiremos impulsando proyectos como la ley de no más violencia política contra las mujeres y la declaratoria de emergencia por violencias basadas en género. Porque a pesar de que quieran callarnos a punta de testosterona, no bajaremos los brazos en nuestro esfuerzo por construir una nación amorosa e incluyente, que nos valore, cuide y proteja a las mujeres en política, y a todas en todas partes.
Y en lo personal, estoy en este espacio para que todas nuestras mujeres, madres e hijas de Colombia se sientan más fuertes, seguras, empoderadas y confiadas de nuestra propia voz. Así sea difícil, seguiremos adelante, porque no vinimos a adornar una foto, sino a defender el derecho a ocupar nuestro lugar en la sociedad, con dignidad, entereza y respeto.
Agradezco los múltiples mensajes de apoyo tras la visibilización de un mensaje de odio en mi contra y que leyeron mis hijas y mi madre. Vine aquí a defender mis derechos e ideales y seguiré trabajando firmemente para que podamos caminar libres y sin miedo, para que tengamos una vida libre de violencia. El mensaje que queda es claro: ningún acto de violencia en política contra las mujeres debe quedar impune. Nunca más nos verán calladas, nunca más estaremos solas.
Mujeres, adelante.