Desde el interés que despertó la selección, el entusiasmo de los aficionados, la alegría de los estadios, la presencia de un público distinto, sin violencia y sin insultos, con ambiente familiar, de chicos y chicas que quieren ser futbolistas, que anhelan ser Linda Caicedo consagrada en alto nivel, el mundial para Colombia fue un triunfo.
Desde los resultados no, porque no se apreció evolución, respecto al último mundial, cuyo título peleó hasta el final.
Linda fue una tromba con el balón en sus pies. Con impacto en la juventud. La carismática y talentosa del Real Madrid, la que los chicos quieren imitar. Con realce individual, por encima de la consistencia colectiva del juego a pesar de que por pasajes se vieron tejidos de futbol de nivel con goles preciosos, pases precisos, controles de balón y gambetas en velocidad.
Con ella, con coraje, juego… y sentimiento país Yesika Muñoz, Luisa Agudelo, Karla Torres y Gabriela Rodríguez, en un colectivo admirable que causo revuelo y produjo admiración con profundos golpes de calor emocional porque dejaron la vida en cada partido.
Pero, como "preferible es incomodar con verdades que halagar con hipocresía", lenta es la evolución del futbol femenino en Colombia. Hay crecimiento individual, lo que realza y distingue a las futbolistas que triunfan en el exterior. El delirio de las actuaciones es diferente a la realidad. Son muchas las máscaras en el apoyo ofrecido, prometido y no cumplido.
Por inspiradoras que hayan sido, el conformismo frente a lo visto puede ser destructivo. No faltó grandeza en los penales que nos eliminaron. Faltaron pericia y convicción.
Alegraron la fiesta las futbolistas… con ellas fui feliz.