Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Los peligros de creerse superior

En el momento de escribir esta columna la familia del presidente Gustavo Petro, acaba de emitir un comunicado a la opinión pública exigiendo a los medios “parar este triste espectáculo”, refiriéndose a la información según la cual el hijo mayor del presidente habría presuntamente recibido dinero de empresarios y de algún narco y contrabandista, para la pasada campaña del candidato del Pacto Histórico. El dinero, de acuerdo con la prolija información de la revista Semana, no entró a la campaña política de Petro sino que su hijo Nicolás, lo empleó en darse buena vida y comprarse una lujosa propiedad inmobiliaria en Barranquilla.

La fuente de la revista es la ex mujer de Nicolás Petro, Day Vásquez, quien, en un catártico ataque de cuernos, desveló con pelos y señales las andanzas del que fuera su marido durante varios años. Hasta que su mejor amiga, Laura Ojeda, se lo quitó. Laura, quien dicho sea de paso ejerce de portavoz de la familia presidencial, espera ahora un hijo del primer joven de la nación, según revelación hecha por el propio Nicolás a W Radio

Pienso que una de las ventajas que tiene aprender español para alguien que desconozca nuestra lengua, es que con su conocimiento se tiene  la oportunidad de acceder a unos argumentos propios de telenovela latinoamericana —género que esta tierra ha aportado a la cultura popular— con protagonistas de carne y hueso, como el caso que aquí nos ocupa. Esta trama, traducida, pongamos por caso al japonés, tendría seguramente para un ciudadano nipón todo el exotismo tropical propio de los culebrones televisivos de esta región del mundo. Tiene todos sus ingredientes.

Como todo buen culebrón el caso deja abiertas posibilidades narrativas para ulteriores desarrollos dramáticos. Está por ver qué consecuencias tiene la investigación judicial sobre la iniciativa emprendedora del joven Nicolás, y qué frentes se abren sobre la pasada campaña presidencial. 

Y por si esto fuera poco Gustavo Petro ha tenido que salir a desmarcarse de las supuestas reuniones en cárceles donde, según algunas versiones, personas de su entorno estarían haciéndose pasar por miembros del gobierno para contactar a criminales y ofrecerles inclusión en el programa de “paz total” a cambio de dinero, una sospecha que recae en su hermano Juan Fernando. Como confirmación de que su parentela puede ser una verdadera bomba de relojería, Gustavo Petro ha prohibido a sus ministros tener tratos con sus familiares.

Mucho me temo, sin embargo, que el verdadero peligro para el presidente de Colombia está más cerca de él mismo de lo que puede imaginar. Estoy hablando de la personalidad de Gustavo Petro. Actos tan nimios para él y sus colaboradores como no aparecer en una reunión o llegar tarde a una cita, se están convirtiendo en marca de la casa. Son muchas las personas que en este sentido han resultado ninguneados por el presidente. Entre los más viejos de la tribu no se recordaba nada similar en un presidente de la República.

Quienes le defienden y tratan de justificarlo, como Laura Sarabia, jefe del despacho de la presidencia, aseguran que para Petro el aspecto protocolario de su función es diferente al de los otros presidentes que han pasado por el palacio de Nariño. “Prefiere que su tiempo se use para que la gente en verdad se sienta escuchada”, dice la señora Sarabia para justificar que Petro deje plantados a jefes de Estado, a Naciones Unidas, a sus propios ministros o a simples ciudadanos que por cualquier razón habían sido incluidos en la agenda presidencial. 

La señora Sarabia dirá lo que quiera pero ese comportamiento es una falta de respeto impresentable. Petro no es nadie para saltarse una norma tan elemental de convivencia y de relación entre personas normales. Eso no es ningún nuevo concepto, es un acto de prepotencia, de creerse superior, que es precisamente el mayor enemigo que tiene el mandatario y puede ser su perdición. 

Su paso por la alcaldía de Bogotá dejó muchos damnificados entre los colaboradores más cercanos, y si eso ocurrió con los más cercanos qué habrá pasado con lo que no lo eran. Y  todo apunta a que como presidente hará tres cuartos de lo mismo. Su autoritarismo y sus ínfulas de superioridad serán su perdición. La suya o quizá la de Colombia.

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