A las puertas de un nuevo orden mundial
Hace algunos días, cuando oí decir a Donald Trump que invadiría el Canal de Panamá, hice a una amigo, generalmente bien informado y sensato, una pregunta retórica sobre el asunto: “¿Si Vladimir Putin lanzó una patada sobre el tablero de Europa invadiendo Ucrania, que le impide a Trump hoy hacer lo mismo en Panamá?”. “Nada”. Respondió mi amigo.
Luego, queriendo ir más allá con mi argumento, hice la misma pregunta a un diplomático europeo, buen conocedor de la geopolítica del Viejo Continente, y su respuesta fue un largo artículo suyo escrito en una revista de análisis, en donde él a su vez, se preguntaba si “¿será el regreso de Trump el electrochoque necesario para avanzar hacia la unión política europea?”
Es decir —y esta es mi interpretación, no la del diplomático— que si Estados Unidos, en cabeza de su presidente, toma la iniciativa de ponerse en el bando de quien ha dado una patada en la mesa del tablero de ajedrez que todos conocíamos hasta la invasión de Ucrania, a Europa no le va a quedar más remedio que tirar de ese carro. En ese supuesto no sabe uno si la Unión Europea va a tener la capacidad, las ideas o el líder para seguir el ritmo que le estarán imponiendo desde Washington.
Creo que con Donald Trump nos equivocamos muchos tomando al pie de la letra lo que dice y no tomando en serio lo que hace. Quizá el camino correcto con el nuevo jefe del “mundo libre” sea lo contario: no tomar al pie de la letra lo que dice y tomar en serio lo que hace.
En el mundo de hoy hemos tenido en Occidente más de un ejemplo para ver que el orden establecido después del final de la Segunda Guerra Mundial estaba siendo socavado en territorios lejanos, de nombres exóticos; episodios a los que no les hemos dado importancia hasta no ver, como en el caso de Crimea, pasos de animal grande. Osetia del Sur, Abjasia, Esequibo, más los ya nombrados Crimea y Ucrania, son únicamente algunos de los territorios que se han anexionado ilegalmente (o están en ello) en los últimos años quienes se saltan el orden establecido después de 1945.
Por cierto, a los representantes de esas invasiones los hemos tenido aquí muy cerca esta semana como únicos avalistas del nuevo período de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. Estoy hablando de China, Rusia, Irán y, por supuesto del anfitrión, Venezuela, en la ceremonia circense pero aterradora que ha tenido lugar el 10 de enero en Caracas.
Aunque las mañas de Rusia y China son viejas conocidas de todos, lo que ahora sorprende es que Estados Unidos, uno de los principales creadores del orden que reinaba en el mundo, anuncie que se va portar, a partir del próximo 20 de enero, como aquellos que quieren destruirlo.
Es cierto que de China y de Rusia nadie espera por aquí un comportamiento de buen vecino que no se te mete en el patio de casa, lo que nos sorprende ahora es que uno de los creadores del orden liberal internacional, Estados Unidos, se comporte como aquellos que quieren destruirlo con dos medidas de postín de su política exterior: anexionarse el Canal de Panamá y la isla de Groenlandia. Ya Trump había dejado caer lo de Panamá en su red social, y ahora le ha agregado la ñapa de Groenlandia. Sin olvidar también su interés por Canadá, ya puestos a pedir…
Lo de Panamá, aunque empezó diciendo que era por lo caro que les resultaba a los barcos norteamericanos atravesar el canal, terminó admitiendo que era por temor a la presencia china en la vía interoceánica. Y, aunque los panameños niegan tal presencia, con ese razonamiento Donald Trump puede ir pensando en anexionarse todo el subcontinente americano, islas del Caribe incluidas. Excepto Haití, que es el único territorio de este lado del mundo que no interesa ni a China ni a Rusia.
Lo de Groenlandia es nuevo. Pero ahora que nos hemos puesto todos a estudiar sobre la isla de hielo bajo administración de Dinamarca, entendemos mejor la cosa. Una inmensa isla que es tres o cuatro veces alguno de los más grandes países europeos con 55.000 habitantes, es decir la población que cabe en un rascacielos de China.
La cosa es que aunque el asunto hoy nos parezca raro, hay precedentes de intentos de anexión de ese territorio helado por parte de Estados Unidos. No olvidemos que Alaska es producto de una compra a Rusia. Truman en su momento hizo una oferta en tal sentido. Trump, que al fin y al cabo es un exitoso hombre de negocios, ha pensado que la sale más barata anexionándola a las bravas. En ese sentido su razonamiento es impecable.
Las razones geoestratégicas del magnate-presentador-presidente son claras: aparte de ser un gran obstáculo para el tránsito de naves rusas y chinas por aquellas aguas que comunicarían con América, Groenlandia puede convertirse en un centro minero único en el mundo. Allí, aparte de petróleo, platino y piedras preciosas, que no son ninguna tontería, hay cosas rarísimas como neodimio, praseodimio, disprosio y terbio por los que por lo visto se pelearía cualquiera, y que dejo como inquietud para la investigación de mis lectores más curiosos.
Vamos a ver, pues, a partir del 20 de enero, qué tan poco al pie de la letra teníamos que tomar a Trump y cuánto de serias son sus iniciativas.