Es vieja la polémica. Que Barranquilla, Bogotá u otra ciudad, sean sedes de la selección Colombia.
Como ocurre en Argentina o en Brasil, donde el equipo nacional salta de ciudad en ciudad, con el respaldo multitudinario de la afición.
Se defiende o ataca, con argumentos sólidos y razones peregrinas, saturadas de regionalismo, con pasión desenfrenada del periodismo y oídos sordos de la dirigencia.
La respuesta masiva de los hinchas capitalinos ante la juvenil, ha reactivado la discusión. El Campín repleto con la espontaneidad y compromiso del público, celebrando los triunfos, reafirma que la selección es de todos y no de una región.
No hay duda de que la capital es plaza futbolera, como lo son Cali, Medellín y Pereira.
Es corriente que llenen los estadios, cuando el futbol convoca. Por taquillas y respaldo popular tienen el derecho a ser sedes alternativas, con respeto a Barranquilla como la sede central.
Sobre el tema hay desinterés en la polémica por parte de la Federación.
Mientras estén los actuales directivos, Barranquilla seguirá siendo la sede, porque el futbol allí no se juega solo en la cancha sino fuera de ella. Variados son los intereses de por medio y los costeños, en cada jornada, montan fiestas incomparables.
El argumento de que en Barranquilla si se clasifica, es insignificante. Es la calidad de los jugadores y el ensamblaje del equipo lo que marca la diferencia.