Hacer política de manera diferente pasa también por pensar muy bien a las personas que se eligen en las corporaciones públicas, que desde partidos tradicionales y “manguitos”, consideran que la única forma de hacer política es a punta de repartir de contratos a diestra y siniestra de la forma más clientelista, que andan con carpetas de hojas de vida debajo del brazo, sobándole la chaqueta o extorsionando a cuanto funcionario ven para que se los otorgue. No los conoce la gente y la única forma que tienen para mantenerse en sus cargos de elección popular es chantajeando casi que a familias enteras, con la amenaza de que si no votan por ellas/os se quedarán sin trabajo.
Financian campañas políticas con millonarias sumas entregadas por personas naturales o jurídicas, que pedirán una jugosa contraprestación a cambio cuando sus financiados lleguen al cargo, no solo con contratos, sino con votar o boicotear iniciativas dependiendo si les favorecen o perjudican; claro ejemplo, la incidencia de los fondos privados en la reforma pensional o los gremios azucareros en los impuestos saludables, así como en el caso de Bogotá con los grandes beneficios para el gremio de la construcción.
Son muchos los escándalos de corrupción que han azotado a nuestro país, algunos dirán que eso es innato a la naturaleza humana, que en política gana el más vivo, que todos los políticos son iguales y así una cantidad de eufemismos para justificar lo injustificable. Algunos políticos que reciben contratos, saben hacerlo tan bien, que llevan décadas siendo dueños de entidades con un pull grande de personas que trabajan en dichas entidades e incluso que se encargan de poner el contratista que terceriza un servicio, desde la vigilancia, los servicios generales, hasta grandes concesiones como fue el caso en Bogotá, con el recaudo del Sistema Integrado Público de Transporte.
En lo personal, sigo confiando en el proyecto político del Pacto Histórico, no soy de medias tintas y no me pesa condenar situaciones contrarias a los principios de quienes creemos que la política es para cambiar para bien la vida de la gente y para defender un modelo de sociedad distinta al instituido; para llegar acá tuvieron que pasar décadas de horror, incluso un genocidio político, lo que nos debe llamar a la coherencia.
Que apaguen los micrófonos para los ladrones de Olmedo y Sneyder, que les caiga todo el peso de la ley y que la justicia actúe rápidamente para condenar a las y los responsables. El cambio no se construye en cuatro años y los proyectos políticos son de causas y convicciones, nadie nos dijo que el camino sería fácil, hay un poder constituido que ha sido edificado durante décadas por los sectores que han gobernado históricamente, que están convencidos que sus apellidos son ungidos para gobernar y transmitir su poder generación tras generación. Nuestra confianza debe estar en el pueblo que es quien hace historia, el poder popular y constituyente del pueblo organizado para la toma de decisiones.
