Juan Manuel Galán

Politólogo e Internacionalista, Magíster de Artes en Política Internacional de Instituto Politiques de Paris y Magíster de Ciencias en Relaciones Internacionales de Georgetown University. Es trilingüe, domina el español, francés e inglés. Candidato a la Presidencia de Colombia 2022 – 2026 por el Partido Nuevo Liberalismo. Senador de Colombia en tres periodos consecutivos (2006 – 2018).

Juan Manuel Galán

La Paz Total o el cascabel al gato

En este espacio, hemos advertido con vehemencia que la Paz Total es una excusa para el  desmonte del Estado de derecho, particularmente de la independencia de los jueces. Desde  entonces, el Gobierno ha demostrado la firmeza de tal decisión, pues sus agentes hacen todo  lo que esté a su alcance para minar la seguridad jurídica y, entre otros objetivos, cambiar la  política criminal colombiana. 

La paz con minúscula, como sustantivos que comprendemos todos, requiere poner fin a la lucha armada y los conflictos de la sociedad. La Paz Total, pese a las mayúsculas, no refuerza  este significado, sino que lo agota, lo desnaturaliza y lo pone al servicio de los vivos de siempre. «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Por esta razón, el uso desmedido  de mayúsculas en los comunicados y documentos oficiales de la Administración nacional son  un serio indicio de que mienten descaradamente sin sonrojarse. 

En la famosa novela 1984, George Orwell explica cómo un Estado autoritario renombra  conceptos y asigna significados opuestos a descripciones que todos comprenden. El resultado  de esta ideologización del idioma se denomina neolengua y tiene la finalidad de evitar  confusiones que lleven a pensar en que las cosas van por mal camino. El responsable de  proliferar la neolengua es el Ministerio de la Verdad (o de la propaganda), que recibe el apoyo  del Ministerio del Amor (o del interior) en la persecución de los crimentales (libres pensadores). 

La Paz Total, con mayúsculas iniciales, ha servido de caballo de Troya en el ordenamiento  jurídico. Esta semana se expidió la boleta de libertad de Jorge Luís Alfonso López, alias “El  Gatico”, hijo de la gata condenado a veintinueve años de prisión por el asesinato del periodista  Rafael Enrique Prins. Por supuesto que El Gatico no fue nombrado facilitador de paz por sus  habilidades deliberativas en negociaciones complejas, pero el juez que ordenó su libertad sí  sostiene que actuó con respaldo en órdenes impartidas directamente por el Gobierno del  cambio. 

A punta de mayúsculas y de incesante repetición el Gobierno asigna significados que las  palabras en redonda y sin negrilla no tienen. Esta actitud antidemocrática equivale a gritar para  tener la razón y es una forma embustera de discutir. No puede haber deliberación sin  sinceridad y respeto a las instituciones de un Estado de derecho, como advierten los filósofos  habermasianos. 

Hace pocos días la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó sentencia en el caso  Integrantes y Militantes de la Unión Patriótica versus la República de Colombia. En la próxima  columna profundizaremos sobre el fallo, que, aunque llega tarde, deja claro que lo que en este  país llamamos democracia no es más que un espejismo, una formalidad institucional que no  se materializa. Vivimos en lesa humanidad y, con base en mayúsculas y repetición, no vamos  a cambiar nuestra realidad nacional.

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