Estos versos de Rubén Darío vienen a lugar por el video en el que León Fredy Muñoz Lopera, embajador ante Nicaragua, aparece en la marcha que celebró el aniversario 44 de la Revolución Sandinista; allí dio fervientes declaraciones a favor del régimen. El tema resulta sensible por una razón de orden estratégico.
Lo anterior porque en próximas horas, la Corte Internacional de Justicia-CIJ dará respuesta a dos preguntas que, de acuerdo con el profesor Rafael Nieto Navia, “van al meollo del asunto entre Nicaragua y Colombia, pues Nicaragua pretende que su plataforma extendida llegue hasta Cartagena y se superponga a la que nos otorga el derecho internacional general”. (El Nuevo Siglo, 17 de octubre 2022)
Precisemos que esta actuación, como el fallo de 2012, podría afectar directamente la soberanía nacional en tanto que ordenaría ceder adicionalmente parte de nuestro territorio a Nicaragua. He aquí el problema central porque la inmensa mayoría de los colombianos no han tomado en serio un proceso que ha lesionado profundamente nuestro poder marítimo y aéreo.
Tan es así que, en una democracia sensata, el mandatario de turno ni hubiera aspirado a su reelección como tampoco lo hubiesen votado electores responsables y juiciosos. Ya dirán que los aproximadamente 80.000 kms que perdimos en 2012 no importaban tanto como reelegir “la paz” en 2014 para que las FARC fuesen, a toda costa, legalizadas.
La imaginación geopolítica de los colombianos se ve reflejada en las varias pérdidas territoriales que han definido nuestra historia republicana.
Así, previendo la sentencia del Tribunal, los formuladores de la actual política exterior debieron perfilar un agente diplomático que pudiera fácilmente engranarse a la mecánica del litigio y actuar de conformidad a la costumbre y a los usos diplomáticos que contempla la Convención de Viena de 1961 a fin de evitar cualquier imprudencia y falta de decoro en sus funciones. Pero, el embajador Muñoz es el fiel reflejo de lo que este gobierno entiende como política exterior.
Como tal, no importa que el embajador tenga líos judiciales (por tema de drogas) tan solo basta que esté absolutamente maravillado con la lucha guerrillera y sus formas dictatoriales que bien representa el sandinismo y que son abiertamente incompatibles con el lema “Colombia, potencia mundial de la vida”.
Digo esto porque, obviamente, según su tabla de valores, Muñoz tiene todo el derecho a gustar de las guerrillas, sus crímenes y, por supuesto, de las formas antidemocráticas que representan. Es más, su conducta es lógica en tanto que el sentimiento fraterno de la guerra revolucionaria es tan común y recurrente en América Latina como lo ha sido su estrategia coordinada de acción.
Lo que resulta condenable es que el señor Muñoz, como embajador en funciones, alabe al régimen de la Junta Sandinista que notificó en Managua (el 4 de febrero de 1980) al Cuerpo Diplomático allí acreditado, que desconocía el Tratado Bárcenas-Esguerra por medio del cual se fijaron los límites entre Colombia y Nicaragua en 1928.
Precisamente, en el marco de ese tratado es que atravesamos por un litigio fronterizo ante la CIJ con ese mismo gobierno que, desde entonces, ha representado una seria amenaza a nuestros intereses vitales. El incidente no puede ser tenido como algo insignificante porque, vuelvo a insistir, el asunto afecta el ordenamiento territorial y, por ende, nuestra soberanía.
En ese sentido, el embajador ya ha sido llamado a Bogotá y se espera conocer si, después de esto, seguirá en funciones. Igualmente, quedamos en espera de posibles sanciones disciplinarias que vendrían a sumar a los procesos judiciales en su contra.
Lo más decoroso, en este caso, sería que Petro lo retirara de la misión diplomática o que presentara formalmente su renuncia y no se repita el vergonzoso capítulo del embajador en Venezuela, Armando Benedetti.
Con todo esto, debe quedar muy claro en la opinión pública que Muñoz ha burlado los intereses del país y que ha quedado seriamente cuestionada su gestión en cuanto a lealtad con el país se refiere. Es más, no solo el embajador es el responsable por esto, el mayor responsable es Petro por cuanto decidió entregarle la embajada más importante hoy, dado el litigio que enfrentamos, al señor Muñoz tan devoto de la guerrilla sandinista.
En varios escenarios, y de distintas maneras, hemos dicho que Petro desconoce la gestión de los asuntos estratégicos y esta es una prueba más. Lo que podría ser subsanado muy a pesar de toda la propaganda que montaron para venderlo falazmente como un gran estadista. Sin embargo, queda de presente que, por cuenta de la pasión revolucionaria, los colombianos hemos recibido una afrenta cuyo malestar se expresa por la falta de patriotismo a horas de que la CIJ profiera una sentencia con implicaciones geopolíticas para ambos países sobre las aguas del Mar Caribe. Parafraseando al general Benjamín Herrera “La patria por encima de las guerrillas”