La maternidad no es un cuento de hadas: por eso debe ser deseada

Recuerdo que desde que era niña soñaba con ser mamá. Sin embargo, mientras crecía lo que en un principio era una mezcla de instinto y curiosidad se fue transformando en una compleja pregunta que me generaba dudas, inseguridad y un poco de ansiedad. Creía querer ser madre, pero mientras pasaba el tiempo también me daba cuenta que esta decisión representaba un cambio radical a mi proyecto de vida. 

Después de tomar la decisión que cambiaría mi vida, recibimos la noticia de mi embarazo llenos de ilusiones, nervios y expectativas. Sin embargo, el final feliz que todos esperábamos no ocurriría todavía. A las 7 semanas de embarazo tuve una pérdida natural. Fue un momento muy doloroso, física y emocionalmente. Cuando busqué ayuda en el hospital, no pude dejar de pensar en las mujeres en El Salvador, que en circunstancias similares a las que estaba viviendo fueron denunciadas ante la policía por la sospecha de haberse realizado un aborto, esposadas a sus camillas en el hospital y llevadas a la cárcel. 

Ese día, más que otros, fui muy consciente del privilegio de vivir en un país (Estados Unidos) y un estado (New York) en donde donde los profesionales de la salud me cuidaron, me apoyaron. Dí gracias por no tener que dar explicaciones, o ser interrogada en una camilla por la policía. Dí gracias por el privilegio de poder concentrarme en el duelo de la pérdida de mi embarazo. Fui consciente que muchas mujeres viven en países donde no contaban con la misma suerte que yo.

Hoy, mucho tiempo después de esa pérdida, y tras un embarazo y un parto sin complicaciones, tengo a mi hijo Ayan, que acaba de cumplir 7 meses. Durante el embarazo ví cómo se transformó mi cuerpo y mientras observaba cómo me destruía para construir, pensaba constantemente en las mujeres que se ven obligadas a pasar por este proceso y en las miles de niñas que sufren daños irreparables porque sus cuerpos no están preparados para engendrar y dar a luz.

La maternidad no termina con el parto, al contrario. Representa el inicio de un proceso continuo, que para mí ha sido de una transformación personal constante, una oportunidad para reinventarme, redescubrirme y construirme como la mamá de Ayan. El cambio fue difícil y doloroso. Implicó decir adiós a una parte de mí para dejar que otra surgiera. No puedo siquiera contemplar lo que sería este proceso en una maternidad que no fuera tan deseada como lo es la mía.  

La maternidad que a muchas niñas es presentada como un cuento de hadas, es en realidad un proceso complejo que conlleva grandes retos y profundos cambios tanto físicos cómo mentales, algunos de los cuales están llenos de angustia y dolor. En mi caso particular agradezco infinitamente haberlos experimentado al lado de una pareja incondicional, una familia amorosa y un equipo médico que en todo momento acompañó mis decisiones y priorizó mi salud, mi bienestar y mi autonomía. 

Ahora, siete meses post-parto, viviendo la montaña rusa diaria de ser mamá, no puedo siquiera contemplar el haber iniciado esta aventura obligada. Sin la libertad que tuve para decidir, estoy convencida que no podría vivir plenamente mi maternidad y disfrutar día a día de ser la mamá de Ayan. Hoy deseo que todas las mujeres tengan la misma libertad que tuve yo.

Por: Paula Avila-Guillen

Directora Ejecutiva de Women’s Equality Center

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