Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

La Marcha sobre Moscú

Cuando la mirada se concentraba en la “Contraofensiva ucraniana”, en las horas de la noche del viernes (Hora Brasilia) y primeras del sábado (Hora Moscú), diferentes cadenas internacionales de información empezaron a reportar una rebelión del Wagner Group y, por lo tanto, una tentativa de golpe contra Vladimir Putin. Como suele suceder, en estos casos, la información queda en segundo plano para ceder su natural espacio a la especulación.

Sin embargo, las primeras informaciones decían que tanto el Kremlin como la Duma habían reforzado su seguridad y que Yevgeni Prigozhin avanzaba con sus mercenarios rumbo a Rostov-On-Don, enclave estratégico de la guerra que sostiene Moscú contra Kiev. Las siguientes 36 horas, estremecerían al mundo. 

Entre otras cosas, por el fantasma del golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov​, en agosto de 1991, que desató no solo su caída sino la desintegración de la Unión Soviética y, en consecuencia, el final del imperialismo comunista. Claramente, Putin no es Gorbachov. 

Una vez posicionado en Rostov-On-Don, el Wagner Group marchó velozmente rumbo a Moscú donde paró sus mercenarios a las puertas de la capital rusa. A 200 kms de distancia, se detuvieron y la crisis escaló a su máximo punto de tensión. 

Sitiado Putin por el mismo grupo paramilitar que él creó en 2014 y dispuesto para su defensa el ejército regular, bajo el mando del general Sergei Shoigu, la guerra civil amenazaba con desatarse al interior de las fronteras mientras Zelensky y los Aliados esperaban la oportunidad para asestar el golpe definitivo y ganar la guerra. Solo le quedaba a Putin el estrecho margen para la negociación.

Horas muy tensas se vivieron en el Kremlin; no obstante, maestro en los juegos de poder, Putin resolvió la crisis tan rápido como llegaron los mercenarios a sus puertas y sirviéndose de Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, logró desarticular la rebelión, apaciguar a Prigozhin, unificar la línea de mando y, sobre todo, sobrevivir a las contradicciones que la crisis interna supuso sin perder por ello de vista la contraofensiva ucraniana. Entre tanto, las cancillerías del mundo entero monitoreaban los acontecimientos minuto a minuto.  

Ahora, nadie pediría que en un momento de altísima tensión hubiese lógica de principio a fin. Precisamente, eso significa una crisis; a saber, un momento donde el sistema se fractura parcial o totalmente y todo puede desembocar en una continuidad o una transición del régimen. Lo digo por los cuestionamientos a Putin en razón a los cambios de tono y de expresiones durante las horas críticas. Maniobras de este tipo son habituales y normales en medio de la turbulencia. 

Así, el pasado martes 27 a la 1 p.m. (Hora Moscú) el Servicio Federal de Seguridad (FSB) anunció que la rebelión se daba por terminada. Retirados los cargos criminales contra Prigozhin podría exiliarse en Minsk, los mercenarios se dispondrían a entregar su equipamiento al Ministerio de Defensa a cambio de no ser perseguidos. Putin no sacrificó ni a Prigozhin ni a Shoigu. Los términos exactos del acuerdo obviamente son desconocidos. Solo el tiempo y los movimientos traducirán, en parte, la manera en que Putin gestionó el mayor desafío durante su estadía en el Kremlin. Mientras esto sucedía, en el teatro de las operaciones, las fuerzas rusas seguían conteniendo la contraofensiva ucraniana. 

De inmediato, la OTAN reaccionó, pues, además de la reciente maniobra de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorusia, la llegada de hombres del Wagner Group ha elevado las preocupaciones en materia de seguridad al interior de la alianza trasatlántica, tal como lo confirmaron los presidentes de Polonia (Andrzej Duda) y de Lituania (Gitanas Nauseda). Lo anterior fue ratificado por Jens Stoltenberg, secretario general de la alianza. 

Pero, no todo terminó ahí. Según el Wall Street Journal, que había publicado recientemente el documental “Shadow Men: Inside Russia’s Secret War Company”, reportó ayer en exclusiva que “Wagner’s Prigozhin Planned to Capture Russian Military Leaders”. Los altos oficiales serían: Sergei Shoigu, Valery Gerasimov y Viktor Zolotov. Por su parte, el New York Times reveló que el general Sergei Surovikin (General Armageddon) conocía de los planes de Prigozhin. Hasta el cierre de esta edición, se especula si el general Sergei Surovikin (también conocido como El Carnicero de Siria) ha sido capturado. Lo que sí es información oficial es la extraña visita de Putin a Derbent (Dagestan).

La “Marcha sobre Moscú” se puede definir como una crisis en dos frentes. En el interno, refiere a la unidad de mando para continuar las operaciones militares contra Ucrania; y en el externo, alude totalmente a la contraofensiva ucraniana. La disruptiva de seguridad y defensa nacionales ha sido piloteada, hasta la fecha, como solo Putin lo haría: con puño de acero. 

A pesar de todo, quedan muchos interrogantes. ¿Cuál es el verdadero origen de la crisis, la disputa entre Shoigu, Guerasimov y Prigozhin?, ¿por qué el Wagner Group marchó libremente de Rostov-On-Don hasta las puertas de Moscú?, ¿cómo calificar acertadamente lo sucedido (rebelión, intento de golpe de Estado, guerra civil, traición)?, ¿cuál es el futuro de las operaciones del Wagner Group en países como la República Centroafricana, Siria o Nepal?, ¿Putin le traspasó parte del problema a Lukashenko?, ¿Prigozhin será verdaderamente perdonado por Putin?, ¿cuál es el paradero de los generales Gerasimov y Surovikin?, ¿la crisis ha terminado? 

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