Revista Time dedicó su portada, del 7 de diciembre, al personaje del año en estos términos: Person of the year: Volodymyr Zelensky and "the spirit of Ukraine" y no hay duda en que el tema pasa por ahí; pero en esta entrega quiero ir más allá del plano personal y señalar que el personaje del año ha sido la guerra.
En efecto, paz y guerra son dos caras de una misma moneda que, representadas en la figura de Jano, no pueden ser vistas de manera aislada a la hora de abordar cada uno de los fenómenos ya que toda guerra termina con una negociación que conduce al final de las hostilidades, es decir, a la paz.
Lo anterior cobra sentido porque una vez se anunció el retiro de las tropas rusas de Kherson, la retaliación contra Kiev no se hizo esperar y con varios ataques aéreos mediante “drones kamikaze”, de origen iraní, varias áreas de población civil empezaron a sentir el preludio de lo que estaba por venir.
Y así, tal como era previsible, Putin ha utilizado el invierno en contra de los ucranianos a través de una táctica energética a fin de buscar una rendición en virtud de las inclemencias climáticas por cuenta de los ataques sistemáticos a toda la infraestructura energética del país.
Ahora, sin perder de vista la dupla paz-guerra, en los últimos días el mundo pudo apreciar que en tanto Putin iba a Bielorrusia, Zelensky visitaba Washington. Ambas movidas, con significados implícitos aún por confirmar, dejan en el aire que mientras Ucrania cree que será golpeada desde territorio bielorruso, Rusia considera que el envío de armamento estratégico a Ucrania sería una clara actitud hostil y ha procedido en consecuencia.
Del primer movimiento, se infiere claramente que Rusia ha desplegado en territorio bielorruso los sistemas de misiles tácticos Iskander y de defensa aérea S-400, según Moscú, para colaborar en la defensa frente a un ataque proveniente de Ucrania. Medida, que en parte, ya había sido anunciada meses atrás.
Del segundo movimiento, es fácil deducir que Zelensky, en medio de aplausos en el Congreso y de su apretón de manos con Biden, logró finalmente que los EE.UU. desembolsaran 1.8 billones de dólares y suministrara el sistema de defensa aérea antimisiles llamado “Patriot”.
En Moscú, el expresidente Dmitry Medvedev ya había alertado sobre el tema indicando que si la OTAN facilitaba a Ucrania un sistema de esa naturaleza, de inmediato la alianza trasatlántica sería declarada como objetivo de las fuerzas armadas rusas. Lo que podría explicar, en parte, que a su regreso de Washington, Zelensky haya hecho una escala obligada en Polonia para reunirse con el presidente Andrzej Duda con el fin de hablar de asuntos estratégicos.
En este sentido, es bueno recordar que días antes que Zelensky estuviera en Washington, Moscú había mostrado también los dientes y, a la vieja usanza de los días de la disuasión, el Ministerio de Defensa puso a rodar un video en el que se reactivaba el misil balístico intercontinental “Yars”, sobre un lanzador de silos en la región de Kaluga, y que de acuerdo con Alexei Sokolov, comandante del Formación de misiles Kozelsky, "la importancia de esta operación radica en el hecho de que este misil será para el deber de combate según lo planeado".
El mensaje de Putin ha resultado muy claro. El ICBM (Inter-Continental Ballistic Missile) tiene un alcance de 7.500 millas aproximadamente lo cual significa que cualquier ciudad de los EE.UU. puede ser un fácil objetivo y que tiene doce veces más de capacidad destructiva respecto de lo que la humanidad pudo apreciar en Hiroshima.
Todos esto sucede mientras se filtran a la prensa cada vez más audios de militares rusos en los que cuestionan abiertamente tanto a sus superiores como los motivos por los cuales están en el frente de batalla.
Y a pocos días de esta escalada hemos escuchado, por primera vez, que Putin ha usado la palabra “guerra”, a cambio de operación especial, para referirse a la invasión en Ucrania. Por demás, no podemos pasar por alto que durante diez meses estuvo prohibido hablar expresamente de guerra y se impuso hablar de ese tipo de operación como si fuera un asunto exclusivamente de política interna.
Esta es la cita, en trascripción del ruso al inglés, en la que Putin dice: “Our goal is not to spin the flywheel of military conflict but on the contrary to end this war. We have been and will continue to strive for this”. Abierta la compuerta para negociar la paz, sus palabras han quedado ratificadas cuando, el pasado 26 de diciembre, dijo que estaría dispuesto a negociar con todas las partes envueltas en la guerra aunque, a su vez, los acusara de rechazar cualquier fórmula de negociación.
Y a todo lo anterior hay sumarle las intenciones de Zelensky de apuntar a una cumbre de paz en febrero, pues, si la resistencia durante el invierno es un éxito, las tropas rusas estarán golpeadas moralmente y ello tendrá impacto en la mesa de negociaciones. Para nadie es un secreto que lo que tácticamente pase en el campo de batalla estratégicamente será usado en la mesa de negociaciones.
En definitiva, si habrá lugar a unas conversaciones en febrero, las partes deberán recrudecer tanto el ataque como la defensa con el objetivo de llegar fortalecidos a los diálogos. Ambas partes saben que lo que ganen o pierdan en el campo de batalla condicionará los términos para lograr, por medio de la negociación, una paz que, como ya lo he dicho en esta tribuna, sigue en venta.