Ya son varios los editoriales, y de diferentes medios, que han dado cuenta de la falsa promesa hecha por Petro de nombrar funcionarios de carrera que puedan representar idóneamente los intereses colombianos frente a otras naciones y organismos internacionales.
Los recientes nombramientos en el servicio exterior, que la prensa ha relacionado como una transgresión a la ley, me asisten en razón cuando, en varias ocasiones, he llamado la atención sobre la reducida visión de mundo y la limitada capacidad que tiene Petro para gestionar los asuntos exteriores.
De ahí que María Angélica García, presidenta de la Unión de Funcionarios de Carrera Diplomática y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores, Unidiplo, dijera recientemente para Blu Radio que “la diplomacia no se improvisa”.
Así, un verdadero estadista comprende que todo diplomático es un político pero que todo político no resulta un buen diplomático porque las calidades que un funcionario del servicio exterior demanda son técnicamente muy altas, sofisticadas y exigentes; lo que se opone abiertamente a los nombramientos, para citar algunos, de Armando Benedetti en Venezuela, Sergio Cabrera en China y Moisés Ninco Daza en México.
En lo que refiere al nivel multilateral, la designación de los altos funcionarios obedece a los mismos criterios citados anteriormente y no a falacias populistas. Léase el caso de la actual embajadora de Colombia ante Naciones Unidas, Leonor Zalabata, que fue nombrada exclusivamente por el hecho de ser mujer e indígena. Al igual que Benedetti y demás, cero conocimientos en materia diplomática.
Y es que si de reforma al servicio diplomático se tratara, es menester pensarla en un campo más amplio como lo es la administración pública y hablo, por supuesto, del tipo de servicio público que necesita el país en un futuro inmediato. Hacer una reforma diplomática por separado reflejaría no solo un desconocimiento de las relaciones internacionales sino la incapacidad para comprender la dimensión administrativa del poder. Como vemos, en esto no se improvisa.
En efecto, toda auténtica reforma del servicio público parte de la manera en que el funcionariado se forma. Es decir, que una transformación de esta índole habrá de hacerse interviniendo la Academia Diplomática “Augusto Ramírez Ocampo”. Los nombramientos y el escalafón serán apenas un reflejo del nuevo paradigma diplomático que, reitero, debe estar engranado a una nueva forma del servicio público.
Ahora, hagamos una claridad y es que la diplomacia es táctica mientras que la política exterior es estrategia. Así, pues, nuestros intereses nacionales se priorizan bajo un imperativo geográfico que obliga a que las delegaciones colombianas antes los países del hemisferio, y ante los organismos internacionales, estén en manos de embajadores de corte extraordinario y no en personas sin experiencia y conocimiento alguno.
Lo anterior justifica, por ejemplo, que las embajadas de Brasil y Nicaragua merezcan toda la atención estratégica porque, en el primer caso, el actual peso geopolítico del otrora Imperio influye sobre los 1.650 km de frontera compartida en el Amazonas. Lo que habla de la importancia del portugués muy por encima del francés que se explicaría apenas por nuestra frontera de 116 km con Haití
Y, en el segundo caso, el diferendo fronterizo que sostenemos hace más de 40 años y que se tramita hoy ante la Corte Internacional de Justicia-CIJ determinará el futuro de nuestra soberanía sobre el Mar Caribe.
Luego, en un hipotético escenario de reforma, sería muy útil que la Academia Diplomática cooperara con los Archivos de otros países o con los Archivos de otras cancillerías. Un primer esfuerzo, sería digitalizar los fondos documentales no solo para que estén disponibles al público sino como una manera de conservar la memoria institucional.
Incluso, resultaría lógico estrechar las relaciones con la Escuela Superior de Guerra -ESDEG- cuya misión institucional es la formación de líderes estratégicos para temas de defensa y seguridad nacional y, obviamente, con la Escuela Superior de Administración Pública-ESAP, cuya relación directa con el Departamento Administrativo de la Función Pública- DAFP reforzaría mi tesis de una reforma administrativa a gran escala.
En tal caso, deberíamos considerar de inmediato una reinvención del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo -IAED, a fin de evaluar el programa de maestría vigente con opción de abrir otros programas que soporten, como mínimo, la apertura de un programa de doctorado.
Todo lo anterior impondría un cambio en la enseñanza de la política exterior colombiana que, si se quiere, podría centrarse exclusivamente en los auténticos problemas de Estado que, con la ayuda del trabajo de archivo, le daría unas lecciones valiosísimas al futuro tomador de decisiones gracias a que en los documentos históricos se encuentra la materia prima de cómo gestionar los intereses nacionales.
Y para que Petro no siga improvisando, violando la ley, se recomienda que busque asesoría técnica que lo oriente en una de las áreas que marca la diferencia entre un político cualquiera y un líder con estatura de estadista