Robinson Castillo

Comunicador Social-Periodista de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, con Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia y Consultor internacional en Comunicación Parlamentaria. Columnista, escritor y convencido de la acción mediática reiterada, como método esencial del posicionamiento de marcas.

Robinson Castillo

Gabo siempre supo que ganaría el Nobel

Gabriel García Márquez siempre fue consciente que sería Nobel de Literatura. Era su destino irremediable. La vocación prematura en su infancia con su abuelo en Aracataca y la posterior rigurosidad para escribir hasta sus últimos días, le abrieron el camino a la inmortalidad de las letras. Labró su genialidad con esfuerzo y fue un ser superior, como lo describió Enrique Santos Calderón.

En sus memorias, Gabo recuerda un diálogo con su mamá, por la insistencia del padre del futuro Nobel para que estudiara alguna carrera. Entonces, ¿qué le digo a tu papá? Dígale que lo único que quiero en la vida es ser escritor, y que lo voy a ser.

“Fue siempre un joven despierto, brillante y con una agudeza superior a la de todos nosotros”, dice Gilberto Arteta, compañero de clases. Y otro profesor sostuvo sobre Gabo: “Este carajo es bueno”. Desde el comienzo, Gabriel García Márquez, definió su final. Sabía lo que quería.

Hasta su biógrafo oficial Gerald Martin en el documental Gabo, la magia de lo real, admite que el novelista tenía desde sus 20 años el convencimiento pleno que sería Nobel de Literatura. Igual así lo creo, no tengo una prueba concluyente, pero tampoco tengo dudas. Mi idea es en absoluto lícita.

Van 40 años de gloria. El 21 de octubre de 1982, es tal vez uno de los días de mayor júbilo en la historia de Colombia. Ese jueves muy temprano Gabriel García Márquez recibió una llamada desde Estocolmo que lo cambió todo: Se convertía en el nuevo Premio Nobel de Literatura.

Los 18 jurados vitalicios de la Academia de Letras de Suecia, a los que el propio García Márquez cuestionaba, votaron de forma unánime por el novelista colombiano, no dudaron un instante frente a la obra Maestra del universo Macondo: "Cien años de Soledad".

Tengo la certeza que el escritor colombiano los criticaba para que su implacable sueño de ser Nobel se concretara y lo dejaba ver en crípticas frases: “Su criterio es imprevisible, contradictorio, inmune incluso a los presagios, y sus decisiones son secretas, solidarias e inapelables. Nadie como ellos se parece tanto a la muerte”.

Muchas veces escribió sobre temas relacionados con el Nobel, en otra oportunidad sentenció: "Excepcionalmente se ha concedido el premio Nobel de Literatura a un autor de innumerables méritos.

Además, tenía la superstición que el ganador del Nobel de Literatura no duraba mucho tiempo vivo, incluso reseñaba una estadística, que solo 7 años tras el galardón, morían. No fue el caso de Gabo, la muerte le llegó 32 años después de recibir el premio.

Y nunca modificaba su crónica del nacimiento de su novela cumbre: “A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: ‘Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo’.

“No tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminé el libro” dijo el Nobel.

Pero antes de la euforia hubo rechazo. Dos editoriales no quisieron publicar Cien Años de Soledad, Seix Barral la consideró invendible y otra firma estimó que la novela exageraba en poesía. Hasta que, por fin Sudamericana de Argentina, tomó el riesgo que se tradujo en oro puro.

Y no olvidemos que, hasta propia esposa de Gabo, Mercedes Barcha, sus dudas sobre la obra y antes de enviarla por partes a Argentina, atinó a decir: “Oye, Gabo, ahora lo único que falta es que esa novela sea mala”.

Y no fue mala, un logro invencible por el tiempo, que las nuevas generaciones han de recordar por siempre. La convicción de un colombiano que jamás renunció a sus sueños y nos dejó no solo obras perdurables, sino algo mejor: Creer que somos capaces de lo inimaginable.

Gabriel García Márquez es magia y realidad. Su fantástico mundo literario lo convirtió en un mito. Fuimos desde entonces y para siempre, motivo de una mirada universal. Y nos enseñó que podemos buscar sin descanso, una segunda oportunidad sobre la tierra. El Nobel de Literatura encontró a Gabo, pues Gabo siempre lo buscó.

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