Aunque nos parezca que Francia queda lejos y que bastante tenemos en Colombia con lo que se nos viene encima en las elecciones del próximo mes, creo que vale la pena detenerse a pensar en lo que se juega Occidente (nosotros también, claro) con las elecciones allí el próximo 24 de abril.
Ese día es muy probable que gane en segunda vuelta, como ya lo hizo el pasado día 10, Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen. Eso, si ocurre, será una buena noticia, porque la señora Le Pen aboga por una reforma en profundidad de la Unión Europea para convertirla en una “sociedad de naciones”. Dicho de otra forma: disolver una entidad que ha costado mucho formar en el último medio siglo y que, con sus imperfecciones, que no son pocas por cierto, es garantía de cohesión para Occidente. Absolutamente necesaria, y mucho más en un momento como el que vive el mundo hoy.
Por cierto, un pequeño detalle: el partido de la señora Le Pen ha sido financiado, desconozco en qué medida, por Vladimir Putin. Lo dice Catherine Belton, autora de un tremendo libro titulado Los hombres de Putin. Periodista, corresponsal del Financial Times en Moscú durante seis años, Belton es una fuente bastante creíble. La sola sospecha del interés de Putin en el triunfo de Le Pen no augura nada bueno, como es fácil deducir en este momento.
Lo inquietante, visto si quieren a largo plazo, es que el panorama de las elecciones francesas repite el de hace cinco años. Entonces Macron era un factor ilusionante para el electorado francés, hoy no lo es; hoy es el mal menor. Y si dentro de cinco años se repite el actual esquema, entonces sí que Francia estará en peligro y la Unión Europea también.
Emmanuel Macron y su République en Marche absorbió al Partido Socialista y a los Republicanos, es decir a los dos partidos tradicionales franceses, el primero de centro izquierda y el segundo de centro derecha. Ambos, Socialistas y Republicanos, tuvieron en sus filas nombres que muchos recordamos (Pompidou, Giscard d’Estaing, Mitterrand, Chirac) ligados al destino de una gran nación europea. De eso no queda nada, sus candidatos en estas pasadas elecciones tuvieron un apoyo en las urnas apenas testimonial.
En contrapartida Macron tuvo como rivales esta vez a dos populistas, una de derecha y otro de izquierda: Marine Le Pen y Jean Luc Mélenchon. De la señora Le Pen espero que se hayan formado ustedes ya una idea. El señor Mélenchon, en el otro extremo del espectro político, ha hablado también de “otra” Unión Europea, ecologista y popular; y tanto Le Pen como Mélenchon quieren a Francia fuera de la OTAN cosa que, en este momento, no parece la mejor idea.
La radical de derecha, si pierde de nuevo el próximo 24 de abril, a lo mejor no se anima a un tercer intento dentro de cinco años, y el radical de izquierda, que hoy tiene setenta años, puede que tampoco esté para esos trotes en 2027. Pero lo que sí parece seguro es que el heredero de Emmanuel Macron, quienquiera que sea (¿Édouard Philippe?), deberá enfrentar de nuevo a dos populistas o a quienes ellos decidan entregar la antorcha que, en resumidas cuentas, lo que pretenden es alejar a Francia de una casa común que todos necesitamos.
Es decir, con los hilos que hoy tiene Macron —si gana el 24 de abril— deberá dejar en el próximo quinquenio, un tejido que despierte la ilusión en un electorado que volverá a tener en frente, cuando él ya no pueda volver a presentarse, unas alternativas radicales basadas en el nacionalismo antieuropeo, contrario a la OTAN, de peligrosos principios ultraconservadores, que dicen no querer ser solo una réplica de Alemania ni depender de “los mercaderes de Bruselas”. En suma populismo de derecha o de izquierda.
Quizá el título de esta columna resulta demasiado pesimista y habría tenido que poner en interrogación: ¿hambre para mañana? Pero es que el hecho de que la mitad de los votantes franceses aparezcan hoy como antisistema no invita precisamente a tirar voladores. Para no parecer muy aguafiestas confío en el triunfo de Macron, que tendrá por delante luchar contra el descontento por las consecuencias de la invasión de Ucrania, como es una inflación impensable hace solo dos meses.
El triunfo no descartable de Le Pen supondría el fin de una era, la caída de un castillo de naipes, de un castillo que ha supuesto concordia, libertad y progreso. Perdería Francia, perdería Europa y perderíamos todos.