Recientemente, en una reunión con líderes de Recursos Humanos, surgió una conversación esencial: ¿conocemos realmente a nuestros colaboradores? ¿Sabemos en qué momento se encuentran y cuáles son sus intereses?
Saber mantener una buena conversación es fundamental en el liderazgo. En columnas anteriores, mencioné los distintos tipos de diálogos que podemos tener con nuestros equipos: para conocer sus intereses, fomentar su desarrollo, brindar retroalimentación y reconocer su esfuerzo. Estas conversaciones abarcan momentos clave en nuestra relación con ellos, y cada una de ellas es un arte en el que vale la pena invertir esfuerzo para perfeccionarse.
Hoy quiero enfocarme en dos ingredientes esenciales para que estas conversaciones sean realmente efectivas: la empatía y la compasión.
La empatía en el liderazgo se define como la capacidad de entender y compartir los sentimientos y perspectivas del otro. Un líder empático no solo escucha, sino que también se pone en el lugar de su equipo, reconociendo sus emociones, necesidades y preocupaciones. Empatizar comienza por escuchar de manera genuina, sin juicios, valorando lo que el otro comparte. Saber que lo que la persona siente y expresa es válido, ya que proviene de su propia manera de ver el mundo, es clave para establecer una conexión profunda. Para "ponerte en el lugar del otro" debes preguntar: ¿por qué piensa lo que piensa?, ¿qué experiencias ha vivido que lo llevan a esas conclusiones? Este nivel de entendimiento genera confianza y fortalece las relaciones.
Los resultados de la empatía son evidentes. Permite construir relaciones más sólidas, fomentar un ambiente de trabajo positivo, motivar a los equipos y tomar decisiones más humanas y equilibradas.
El segundo ingrediente es la compasión. No solo es deseable en un líder, sino fundamental para el éxito sostenible de cualquier organización. Un líder compasivo se preocupa por el bienestar de su equipo, invierte tiempo en mentorear y apoyar el desarrollo de sus colaboradores. Además, esta cualidad permite considerar el impacto de las decisiones en los demás, ofreciendo un enfoque más ético y construyendo equipos más resilientes, especialmente en momentos difíciles.
Es importante destacar que tanto la empatía como la compasión no están reñidas con la eficiencia. Existen momentos en la vida de nuestros colaboradores en los que las circunstancias exigen una atención especial, como en situaciones de dificultad o cuando necesitan comprender mejor una decisión o cambio. Sin embargo, todos formamos parte de una organización con objetivos comunes, donde la contribución de cada uno es esencial.
Te invito a reflexionar sobre situaciones donde tu empatía y compasión hayan sido clave. ¿Cómo las has aplicado? ¿Hay espacio para mejorar? También recuerda momentos en los que un comportamiento empático transformó positivamente a tu equipo. Estas actitudes siempre generan resultados satisfactorios, tanto para ti como para quienes te rodean. Te animo a practicarlas.