Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

El tal Lord Petrosky no existe

Muchos expertos en Administración Pública sostienen que el liderazgo es ajeno a la gestión pública y que, por lo tanto, sus principios no aplican por el hecho de creer equivocadamente que es un asunto exclusivamente del sector privado.

Ahora bien, algo que define ante qué tipo de líder estamos es la elección de la plantilla de personal, o equipo de trabajo, que coadyuvarán al logro de las metas trazadas. Como es natural, los líderes deben hacer cambios en el equipo por las razones que sean. Ante esa natural situación también se conoce al auténtico líder. 

Y es que a falta de personalidad, trasparencia, carácter, decencia, y hasta buenos modales ha hecho carrera en muchísimas organizaciones públicas y privadas que algunos directivos -que no son líderes- terminan por prescindir de algún colaborador de la manera más torpe que pueda caracterizar a un cateto tenido por jefe. 

Hablo por supuesto de la reiterada práctica de salir de un colaborador sin mediar mayor palabra que un mensaje cifrado o un recado por interpuesta persona. Evadiendo así la comunicación directa que es un activo clave en materia de liderazgo. 

Para ser más preciso, se ha puesto de moda que a la hora de apartar a alguien de un cargo, no se asume dicha situación con la naturalidad que debe hacerse y de la manera más decente posible. Así como se llamó a una persona para integrar un equipo, un líder debe lo propio cuando es hora de retirarlo. Un verdadero dirigente sabrá elegir las palabras adecuadas para despedirlo pero sobre todo para que esa persona, una vez abandone el cargo, crezca personal y profesionalmente. 

Todo lo anterior porque hemos asistido a un espectáculo que se corresponde únicamente con quien lo ha protagonizado. Hablo de la manera en que Gustavo Petro, Lord Petrosky tal como en redes sociales ha sido propagandísticamente promovido, decidió apartar a tres ministros del gabinete. Por si acaso, nada diferente se podría esperar del otrora M-19. 

Patricia Ariza, Ministra de Cultura, en entrevista para Semana afirmó que le hubiera gustado que Petro le hubiese dicho las cosas mirándola a los ojos como también espera que algún día le den la cara ya que nunca se le concedió una cita para fines estrictamente gubernamentales. Enfatizó en que los chismes prevalecieron sobre la gestión cultural y nos ratifica que Lord Petrosky vive ensimismado, es decir, desentendido del mundo. 

En declaración para W Radio, la Ministra del Deporte, Maria Isabel Urrutia, dijo que detrás del tal Lord está el verdadero poder y, sobre todo, que por querer cambiar la práctica inveterada de utilizar esa cartera, como caja menor, para pagar favores políticos su salida ha resultado lógica.  Citó por ejemplo que, el 70% de las OPS de ese  Ministerio son clientela directa de Dilian Francisca Toro; insistió Urrutia en que el asunto de fondo son los acuerdos burocráticos y politiqueros. 

Y, obviamente, el retiro de Alejandro Gaviria se debió aparentemente por la pérdida de confianza tras la filtración, a revista Cambio, del documento en el que los ministros de Hacienda, Agricultura y Educación hacían observaciones a la reforma a la salud. Pero, es obvio que el tema acá es la intolerancia y la preponderancia que se da a la ideología y no a la técnica. 

Tres conclusiones:

1. Los cambios en un equipo de trabajo conformado por el mismo líder son de su entera responsabilidad. La mejor analogía es la elección de los 11 que saltan a la cancha de fútbol, si el técnico tiene que hacer cambios antes de los 15 minutos, de la primera mitad, es porque la lectura del partido fue totalmente errónea. 

2. Que Gaviria haya sido invitado por Petro a almorzar después de su retiro, dice mucho del temor que tiene por la decisión tomada. ¿Le habrá ofrecido una embajada a cambio de un silencio para no torpedear aún más el camino legislativo de la reforma? Y a todas estas, ¿por qué Lord Petrosky no invitó también a las ministras salientes para seguir con la mentirilla del asunto de género?

3. Ni el peso de una ideología ni los chismes pueden ser las líneas directrices para marcar un estilo de gobierno. Acá lo que prima es la visión estratégica, el poder de la técnica y un genuino liderazgo en función de los resultados. 

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