Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

EL regreso de Lula a la ONU

¡Brasil está de vuelta! Esto ha dicho Lula en el seno del parlamento de la humanidad. Con un concepto estratégico claro y definido por los diplomáticos de Planalto (No Itamaraty) Lula ha dicho que su mandato busca contribuir a la gestión global de los principales desafíos de la humanidad. 

A siete años del tiempo límite para el cumplimiento de la Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible-ODS, según el líder del Partido de los Trabajadores, el camino recorrido es muy poco y el ritmo muy lento. Reiteró que el compromiso de su gobierno con dichos objetivos globales es absoluto. 

En ese sentido, enfatizó en que su política exterior es respetuosa con todos los actores, sin embargo olvidó que cuando ha tomado partido por las dictaduras como las de Venezuela, Cuba y Rusia ha revictimizado a esos pueblos y elogiado implícitamente la opresión como medio de gobierno. 

Interviniendo después del secretario António Guterres, Lula da Silva criticó la arquitectura institucional global tanto del Consejo de Seguridad como del FMI, abogando por una reforma al sistema de gobernanza global. En otras palabras, por un mundo con más centros de poder en donde Brasil pueda liderar más allá de América Latina su interés nacional tal como lo viene haciendo por medio del BRICS. 

Del neoliberalismo dijo que este modelo agravó las desigualdades del mundo y que por eso el BRICS ha sido creado como una plataforma estratégica para la cooperación de países emergentes y que su ampliación obedece más a factores de inclusividad geográfica como de pluralidad política (así sean dictatoriales) en aras de un comercio más justo y del fortalecimiento de la cooperación como principio de derecho internacional. 

Así, en un mundo donde el neoliberalismo ha fracasado, según Lula, aparecen “aventureros de extrema derecha que venden soluciones tan fáciles como equivocadas sustituyendo el neoliberalismo por un nacionalismo conservador, primitivo y autoritario”. Omitiendo que en la izquierda abundan tantos fabricantes de miseria como sub-intelectuales que con ínfulas de mesías van por el mundo criticando en los demás sus propios vicios. 

Si Lula está de vuelta por la ONU es precisamente gracias a la democracia y no por una dictadura que han querido vender allende de las fronteras del “Ordem e Progresso”. Sin duda, Bolsonaro no fue un gran mandatario, pero tampoco fue el Castelo Branco o el Garrastazu Médici con el que la propaganda marxista insiste en comparar. Ahora, es cierto que la desinformación y el odio amenazan a la democracia; no obstante, debería decir que la izquierda también ha promovido esas tácticas tal como ha sucedido con la izquierda que gobernó a Colombia entre 2010 y 2018 y que lo hace hoy en medio de una cantidad de sobresaltos. 

Acierta Lula en decir que hace 20 años no era prioridad el cambio climático. Sin embargo, en Brasil la transición energética es casi una realidad, pues, 87% de su energía proviene de fuentes limpias y renovadas al igual que de una industrialización e infraestructura sustentable. Pero, esto no se logra en tan solo unos meses de gobierno. Más allá de las administraciones, está una sociedad fuertemente comprometida con la difusión de una cultura ambiental que ya hace parte del ADN del pueblo brasileño. 

Además, es cierto que Lula ha liderado la agenda amazónica tal como se pudo apreciar en la “Cumbre de Belem” y que el objetivo es llegar a la COP28 en Dubai concertando con países de selvas tropicales como el Congo una agenda común en materia de reforestación y preservación del bioma. En esta gestión, Lula no tiene competidor y el mundo entero lo sabe. 

Comparto plenamente la preocupación del presidente brasileño por el revés democrático en regiones como África, pero desmiente su sinceridad esa pasión que siente por la dictadura cubana. Sobre los cadáveres de la Revolución cubana, Lula y todos los nostálgicos de ese régimen criminal acusan a otros regímenes dictatoriales solo para exculpar los delitos congénitos que supone la defensa a los modelos populistas y autoritarios que anulan toda libertad individual. 

Hablando de la Guerra en Ucrania, Lula no se atrevió a condenar la verdadera causa de la brutal agresión de Putin contra el pueblo ucraniano y por el contrario si criticó la reedición de la Guerra Fría y su representación en el actual Consejo de Seguridad. Llamando a la promoción de una cultura de paz, pasó por alto -y de manera voluntaria- que “la paz” ha sido más un concepto o un lema utilizado por quienes han hecho de la guerra todo un estilo de vida.  

Más allá de los reparos ideológicos que se le pueda hacer a Lula, es de resaltar que su discurso está debidamente articulado a la agenda de su política interna en el marco de un concepto estratégico y que su liderazgo global resulta incuestionable.  

Por último, contrasta abiertamente la percepción global que se tiene de Lula con la insignificancia e invisibilidad de Petro que naufraga en medio de su incapacidad y debilidad política interna que se ve reflejada en la arena internacional. 

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