Que la revista Time haya nombrado personaje del año a Volodímir Zelenski resulta lo más lógico del mundo. Este antiguo actor y productor de televisión echó mano de su experiencia frente a las cámaras para denunciar ante el mundo la agresión rusa a su país. Y cuando Vladimir Putin decidió invadir Ucrania muchos pensaron que Zelenski huiría, como había hecho el año anterior Ashraf Ghani, el presidente de Afganistán, que llenó de billetes de banco un helicóptero y salió zumbando del país cuando llegaron los talibanes.
Volodímir Zelenski, por el contrario, se apresuró a aclararle a la opinión mundial que dejaran de señalarle la puerta de salida, y le enviasen armas para defender a su país. A la vista está el resultado: lo que muchos pensamos que sería un paseo militar de las tropas rusas sobre la antigua república soviética se tornó en un fiasco para el agresor.
Vladimir Putin no solo no ha logrado ninguno de sus objetivos militares sino que ha fracasado en sus objetivos políticos. Cuando el 24 de febrero las tropas rusas entraron en territorio ucraniano nunca pudimos imaginarnos que el ejército de Zelenski habría destruido a final de año 1.513 tanques del enemigo, el 40% del total activo antes de comenzar la guerra. Y así en el resto de categorías de armamento. Y resulta que Ucrania no solo resiste, sino que contraataca y ha recuperado el 54% del territorio que había ganado Rusia.
Detrás de este resultado impensable a comienzos de año hay cuatro nombres casi desconocidos de la opinión pública internacional, en cuyas manos ha depositado Zelenski la responsabilidad de hacer frente a la agresión rusa. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Valeri Zaluzhni; el comandante del Ejército de Tierra, Oleksandr Sirskii; el jefe del Estado Mayor, Serhii Shaptala; y el comandante del Alto Mando del Sur, Andri Kovalchuk.
Cuatro comandantes que son considerados hoy héroes nacionales, curtidos en la guerra del Dombás, que libra el ejército desde abril de 2014 en la región ucraniana oriental contra las fuerzas separatistas rusas. Zaluzhni, por otra parte, no ha tenido empacho en manifestar admiración por Valeri Gerasimov, jefe del Estado Mayor ruso de quien es alumno aventajado. Esa es la gran paradoja de esta guerra, que los jefes militares ucranianos conocen perfectamente a su enemigo y se han formado en sus academias militares.
La elección de la revista norteamericana del presidente ucraniano como personaje del año tiene una coletilla nada despreciable, pues se reconoce en Zelenski este liderazgo y empareja su mérito con el “espíritu de Ucrania”, un país que hoy es símbolo de los valores europeos y que debe ganar esta guerra. Están en juego principios incuestionables desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que apareció en el escenario un matón como Putin: no se pueden mover fronteras por la fuerza.
Ucrania, hasta el comienzo de esta guerra, despertaba muchas reticencias por la corrupción heredada de la vieja Unión Soviética. Después de su paso por esta prueba de fuego, cuando salga, seguramente será otro país. Y a su presidente, Volodímir Zelenski, Occidente tendrá que reconocerle haberlo sacado de la falsa idea de que estaba comprando el gas barato de un sátrapa. Salió demasiado caro, y lo pagaremos todos.