Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

El Nobel de Literatura y el poder blando surcoreano

En 2015, cuando apareció la primera versión en inglés de La Vegetariana, la novela más conocida de Han Kan, premio Nobel de Literatura de este año, la polémica sobre la falta de fidelidad con el original en coreano fue grande. Tim Parks, crítico de The New York Review of Brooks, aseguró que la traducción presentaba “importantes problemas con el registro y el idioma”. El libro acababa de ser galardonado con el premio Man Booker, uno de los galardones literarios más prestigiosos de habla inglesa, y la controversia que siguió a su aparición en la versión que lo daría a conocer en todo el mundo, ilustra bien a las claras la dificultad de comprensión de un país singular y con un idioma de difícil aprendizaje.

Sin embargo, la concesión del Nobel de Literatura a Han Kan, resulta una muestra más del poder blando de una cultura en principio ajena al gusto occidental.  Grupos de música pop, series de televisión de éxito; películas como Parásitos, ganadora en 2020 del Oscar al mejor film extranjero, avalan la penetración cultural coreana que no deja de ser sorprendente. Esta misma semana estuvo de gira por Europa Peggy Gou, una DJ surcoreana nuevo icono de la moda y de las pistas de baile, una de cuyas canciones llegó a sumar 523 millones de reproducciones en Spotify.

Cuándo empieza y cuál es la razón del fenómeno. Existe consenso en la idea de que el empuje cultural surcoreano se debe en buena medida a la labor que hace el Gobierno para promocionar artistas y productos culturales del país. Hay una política estatal de inversión en el ámbito cultural y en la promoción de Corea del Sur en ferias, festivales, conciertos y todo tipo de eventos. Y hoy es fácil ver en las principales ciudades del mundo la bandera surcoreana ondeando en centros culturales de ese país.

Tuve oportunidad como corresponsal de televisión, de asistir a la caída de la última dictadura de Corea del Sur en 1987, antes de que se celebrasen allí los Juegos Olímpicos al año siguiente. Aquel acontecimiento, en el verano de 1988, marcó el inicio de una transformación que hoy puede verse en todas partes, no solo desde el punto de vista de su poderío económico sino cultural. En algo menos de cuarenta años Corea del Sur ha logrado una sorprendente promoción en el extranjero.

Y lo es más cuando se piensa en su historia y su situación geopolítica. Con apenas 100.000 kilómetros cuadrados, el país tiene cinco millones de habitantes más que Colombia, lo que hace de esta pequeña nación asiática una de las más densamente pobladas, algo más de 500 personas por kilómetro cuadrado. Y una característica que no se suele tener en cuenta: la dificultad de desarrollarse encajonada nada menos que entre Rusia, China y Japón.

A la lista de ocupaciones por los vecinos, humillación de su población, pérdida de tradiciones y dictaduras, hay que añadir la partición del país; con una mitad de lo que fuera originalmente su territorio convertida hoy en una amenaza nuclear. Porque eso es Corea del Norte, el reino ermitaño de la dinastía Kim, para sus hermanos del sur. Factores que han contribuido a forjar una historia compleja y dolorosa, marcada por el sufrimiento pero también por la resistencia y, como puede verse en esa presencia hoy por todas partes, en un incuestionable éxito.

Cuando el país salió de su última dictadura, sus escritores se lanzaron a tratar todo tipo de asuntos hasta entonces prohibidos. Ocurrió un poco lo de España después de la dictadura franquista. Pero una cosa es hacerlo en español y otra bien distinta en coreano. Quién iba a leer en aquella lengua. De modo que el Gobierno tuvo la iniciativa, en 1996, de abrir el Instituto de Traducción Literaria de Corea para facilitar el conocimiento de su literatura a idiomas extranjeros.

La concesión ahora del premio Nobel de Literatura a una escritora coreana relativamente joven puede no ser ajena a esa política cultural de su país. Había hasta el momento cuatro títulos traducidos al español de Han Kan, la última galardonada con el Nobel. La academia sueca, tan polémica a veces en sus designios, nos dice que el jurado de Estocolmo destacó en la obra de la premiada una “intensa prosa poética que afronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”.

Con lo que quiera que eso signifique y sabiendo que la obra de Han Kan ha sido traducida a más de 30 idiomas, habrá que hacer la tarea de leer a esta escritora, así sea con la servidumbre de una traducción. Y, en todo caso, rendirse ante la evidencia de los logros del poder blando que la política cultural de los coreanos está teniendo por todas partes.

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