Hay cierto político retirado hoy en Colombia, de discurso arrastrado y andares de pato renco, cuya mención solamente en una familia bogotana produce arcadas y rabia. La familia Caballero, cuya hija Mónica fue secuestrada durante varios meses y tuvo de carcelero al político en cuestión. La chica padeció la tortura física y psicológica a la que fue sometida por el Movimiento 19 de Abril, más conocido como M-19. Menciono este caso en concreto porque lo conozco de primera mano, pero en Colombia hay un inmenso número de personas para quienes el nombre del M-19 es sinónimo de dolor y origen de alguna gran tragedia familiar.
Es bueno no olvidar esto a estas alturas de la vida colombiana, cuando el país está gobernado por un presidente cuyo origen político es bien conocido y cuyos vínculos con el M-19 son bien sabidos. Porque hoy en día hay un cierto relato según el cual el M-19 fue una guerrilla urbana de hippies y campesinos que no cometió las atrocidades de los demás grupos armados que han operado y siguen operando en el país. A ese relato contribuyó, desde un principio, todo hay que decirlo, en buena medida, cierto sector de la prensa colombiana. Ningún grupo armado en este país ha tenido tan buena prensa como el M-19.
De ”Papito” llegó a llamar un sector de la prensa femenina a Carlos Pizarro, uno de los comandantes del movimiento, fascinadas con tan apuesto caballero. Y en su delirio romántico más de una colega cayó en los brazos de la comandancia, escribió algún libro exculpatorio y defendió las hazañas del grupo como las propias de los bandidos buenos.
Hay suficiente documentación para no olvidar las barbaridades del M-19, el dolor que ha causado a la sociedad colombiana y las graves consecuencias de sus acciones. Uno de los libros mejor documentados sobre la tragedia que supuso para el país la toma del Palacio de Justicia invita a reflexionar, además, sobre los casi seguros vínculos del M-19 con Pablo Escobar. Qué más queremos para repudiar a esta “idealista” guerrilla.
Me refiero al libro de Ana Carrigan, que investigó ampliamente el vínculo entre Escobar y la toma del Palacio de Justicia. En The Palace of Justice: A Colombian Tragedy, Carrigan habla de la presencia de miembros del Cartel de Medellín en el lugar durante el asalto y dice que Escobar y su organización pudieron haber tenido un papel más directo en la tragedia. La orden de extradición a Estados Unidos emitida por magistrados que murieron en el Palacio sería el origen de este vínculo.
Pero si en este asunto quedan dudas, hay suficientes testimonios en otras acciones del M-19 para equipararlo con el narcotráfico, las FARC, el ELN y los grupos paramilitares. Y todo muy bien documentado. En La noche de los Cuatro Caminos Julio César Guzmán cuenta la matanza perpetrada por el M-19 en una localidad llamada Los Cuatro Caminos, en el departamento de Cauca. Allí fueron asesinados el 16 de marzo de 1987 once personas, incluyendo mujeres y niños.
“Los habitantes del pueblo no entendían por qué el M-19 había atacado un lugar tan pequeño y apartado de la ciudad. Los sobrevivientes de la masacre quedaron marcados para siempre por el trauma y el dolor de haber presenciado el horror de esa noche. La masacre de los 4 Caminos se convirtió en un símbolo de la crueldad de la violencia que azotaba a Colombia en la década de los 80 y que dejó un rastro de dolor y sufrimiento en la población civil".
Sirva el párrafo anterior del libro de Julio César Guzmán para no olvidar. Y para impedir que el M-19, como muchos pretenden hoy, ascienda a los altares.