Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

El legado sin heredero de Berlusconi

El populismo está de luto, pero no muerto. De luto por el fallecimiento esta semana de su sumo sacerdote, Silvio Berlusconi, pero vivo dondequiera que se mire. Para no ir más lejos, aquí al lado tenemos a Gustavo Petro, alumno aventajado de esa escuela de manipulación de masas. A izquierda y a derecha, da lo mismo. Ya sea Donald Trump, Boris Johnson, López Obrador, Lula da Silva, Nicolás Maduro; todos tienen en común la fórmula mágica de vender soluciones sencillas a problemas complejos; y eso sí, una bien engrasada maquinaria de identificar enemigos empeñados en urdir oscuras conspiraciones en su contra, injustas argucias judiciales o “golpes blandos”.

Esta misma semana, el antropólogo Carlos Granés, escribía en un portal español: “Quien quiera ver, en tiempo real, cómo funciona el populismo, a qué elementos emocionales recurre y cuál es la retórica con la que opera, no puede dejar de atender a lo que está ocurriendo en Colombia. El espectáculo ha sido desconcertante, por decir lo menos”. El autor de Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina dice del mandatario colombiano que “hoy gobierna en una tarima al pie de la calle, se deja la laringe en los andenes, ataca a la prensa y se encierra en una burbuja de fidelidades caninas impedidas de desviarse un milímetro de lo que ordena el pueblo, es decir, de lo que ordena él mismo”. Lo retrata de cuerpo entero.

La ola lleva ya tiempo, los estudiosos del fenómeno están de acuerdo en señalar a 2015 como “el año de oro de la era populista”, sobre todo por el surgimiento en Europa de movimientos como Podemos en España, la reafirmación del Front National en Francia y la victoria de Syriza en Grecia; aunque las diferencias que separan a estas formaciones políticas son tan evidentes que hacen dudar incluso de la conveniencia del término mismo “populismo” justamente por su carácter indeterminado, que parecería ocultar la especificidad de cada movimiento.

Comoquiera que sea, sus rasgos en común, que muchos ya podemos identificar, nos permiten meterlos a todos en el mismo saco y avizorar el peligro que entraña el populismo. Alguien ha dicho, y quizá con razón, que los populistas son víctimas del síndrome de Peter Pan, que no son trasgresores conscientes y que su trastorno es más complejo. No atienden a las normas por las que se rigen los mayores porque las normas no van con ellos. Imponen las suyas y hacen de su capa un sayo. Ése precisamente es el legado que deja Berlusconi a sus pupilos. 

Un pozo sin fondo, genio maléfico; animal político, con todas las connotaciones de la palabra animal. Qué no se ha dicho y escrito en estos días para glosar al personaje. El hecho es que Silvio Berlusconi fue un as de la política, si entendemos por tal cosa el arte de hacer de todo para conseguir lo que se quiere a cualquier precio. Con todo el dinero del mundo, además, y con una simpatía muy italiana, por más que suene a tópico.

Amigo de sus amigos, no tuvo empacho alguno en desplegar aprecio y consideración hacia el malvado por excelencia de nuestra época en Occidente, Vladimir Putin. Y Fininvest, holding familiar de 4.000 millones de euros, siempre en la mira de investigaciones por su origen opaco, más un patrimonio personal que incluye un equipo de fútbol, yates y propiedades en todo el mundo por valor de 2.000 millones, es lo que deja a sus herederos…, más la tarea de asegurar la paz entre su frondosa descendencia, su imperio empresarial y su partido político.

Se le despidió con funeral de Estado, como seguramente tenía previsto. Deja legado pero no heredero, por lo menos en Italia. Porque al cavaliere lo hicieron y rompieron el molde.

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