En el Atlántico tenemos bellezas de la naturaleza que desconocemos como tal y, por tanto, perdemos la majestuosidad de apreciar nuestros paisajes.
Me atrevo a decir que uno de esos lugares es el Embalse del Guájaro, también conocido como Ciénaga del Guájaro, ubicado entre Sabanalarga, Repelón, Manatí y Luruaco; municipios a los que asiste de alimentos. Es el de mayor tamaño en el departamento y el segundo más importante de Colombia, por su extensión y productividad, que lo convierte en una eco región estratégica para la actividad económica, pesquera y de ecoturismo.
Este espejo de agua, que tiene su mayor extensión en el municipio de Repelón, es considerado la principal reserva hídrica del Atlántico, construido entre 1964 y 1965 por el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), como medida del Estado a las constantes inundaciones generadas por el río Magdalena y su derivación del Canal del Dique.
El Guájaro, unión de las ciénagas Limpia, Ahuyama, Cabildo, Playón de Hacha y La Celosa, se puede apreciar en su máximo esplendor subiendo el cerro El Chivo o cerro de La Peña, altura máxima de este corregimiento a 90 metros sobre el nivel del mar. La vista desde ese punto es maravillosa e imponente, se puede hacer ejercicio de senderismo mientras se aprecian los olores y los sonidos que embellecen el paisaje.
Pensando en progreso de los municipios a través de la protección y conservación de recursos naturales, recuerdo al embalse Guatapé, en Antioquia, un caso exitoso de desarrollo turístico integral, famoso destino para turistas nacionales y extranjeros. Esta característica ha hecho que el municipio de Guatapé sostenga su economía hasta en un 60%, se ha invertido en infraestructura hotelera y en el Malecón de Guatapé, rodeado de restaurantes, lanchas y barcos.
Es zona de festivales náuticos, práctica de pesca deportiva, de deportes extremos, de senderismo y de otras actividades. Similitudes que, en cuanto a oferta deportiva y recreativa, tiene con el embalse de Topocoro, en Santander, a dos horas de Bucaramanga. Todo esto se traduce en opciones de trabajo para los habitantes de esos territorios, oportunidades que visiono para el embalse del Guájaro si se explora y se proyecta la actividad turística que genere desarrollo económico para el entorno de los municipios que lo sostienen.
Teniendo en cuenta la responsabilidad ambiental y la sostenibilidad que requiere este ecosistema, radiqué un proyecto de ley en el Congreso de la República para declarar zona de interés turístico y ecológico al embalse del Guájaro buscando así, generar una mayor financiación y apropiación de recursos por parte del Gobierno nacional y las entidades territoriales encargadas para que, además, puedan vincular sus estrategias en pro de la zona y sus comunidades. Pronto iniciará su debate en la Comisión Quinta del Senado con ponencia del senador José David Name.
Si se describen las virtudes de El Guájaro, el listado es numeroso empezando porque un embalse es un depósito donde se almacenan aguas de ríos que pueden abastecer a poblaciones cercanas en épocas de sequía o regar la tierra. Algunas de sus ventajas son el desarrollo de la industria pesquera, las vías navegables, el control decreciente de los ríos y de daños causados por inundaciones.
También, en este embalse hay 2 kilómetros de muro de contención o malecón en los corregimientos de La Peña y Aguada de Pablo, que se constituye en una solución para las recurrentes inundaciones; hay presencia de aves en un determinado tiempo por lo que puede convertirse en zona de aviturismo; la actividad económica está presente gracias a la gastronomía de restaurantes familiares que ofrecen platos típicos del departamento.
Como dije anteriormente, la pesca es una prioridad en este ecosistema por lo que se deben mantener programas institucionales que velen por el desarrollo de las especies, como lo hizo el ‘Plan Pescao’ con el que autoridades del orden nacional y departamental este año lograron liberar más de 10 millones de alevinos para el cuerpo de agua. Hoy, más de 2 mil familias de pescadores esperan los frutos: bocachico, lisa, lebranche y róbalo.
Para promover esta área como sitio turístico en Colombia, la apuesta requiere de un compromiso del Estado, comprendido en la iniciativa legislativa de mi autoría que también tiene interés en atender las afectaciones que ha tenido por eventos ambientales sucedidos en la región como los intensos periodos de sequía producto del fenómeno de El Niño y las quemas sistemáticas en zonas aledañas; la contaminación que ha sufrido por exceso del aprovechamiento de sus recursos; la carga y el manejo de las aguas residuales y agroindustriales que son vertidas sin tratamiento.
Acciones que han vulnerado su extensión en las últimas décadas, antes de 16 mil hectáreas, hoy de 12.200, también su capacidad de almacenamiento ha bajado y su profundidad ha disminuido a dos metros en promedio. Afirma la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (C.R.A.) que “por el impacto de El Niño, el embalse está perdiendo 750.000 metros cúbicos diarios de agua que se evapora, lo que equivale a 300 piscinas olímpicas con medidas estándar”.
Soy consciente que el Embalse del Guájaro requiere una importante intervención de las autoridades competentes del orden nacional y territorial, como complemento de lo que están ejecutando, para facilitar la actividad pesquera y enfrentar las problemáticas mencionadas. Atenderlas ayudará a visibilizar su belleza en todo el país.