Las imágenes de la caravana de Trump por las calles de Manhattan que lo conducían a una de las Cortes del Distrito Sur de Nueva York donde sería sindicado de 34 cargos en su contra, de los cuales se declaró totalmente inocente, pasará a la historia de los EE.UU. como el primer día en que un exmandatario, en campaña para volver a La Casa Blanca, afrontó un juicio penal.
No obstante, vale la pena citar la reseña de Michael S. Rosenwald del Washington Post que tituló: A president has never been indicted before. But one was arrested. Cuya idea principal es que “In 1872, President Ulysses S. Grant was arrested at the corner of 13th and M streets NW in Washington. This was not a high crime, but it was -at least theoretically speaking- a misdemeanor”.
Los detalles jurídicos del caso son de exclusivo resorte de juristas conocedores del derecho estadounidense; pero, la dimensión política del caso permite que se puedan hacer unas conexiones a fin de comparar.
No cabe la menor duda que desde el primer día en que Trump asumió la presidencia, los EE.UU. se fueron por el abismo del sectarismo. Ni el “outsider” ni el establecimiento político en Washington hicieron el mínimo esfuerzo para reducir los niveles de tensión que produjeron dos juicios políticos de destitución, o impeachment, la imagen de Nancy Pelosi rompiendo el discurso de Trump mientras este hablaba al Congreso y el asalto a ese mismo Capitolio el 6 de enero de 2021.
Dadas las similitudes de muchas cosas, en Brasil le espera un futuro similar a Jair Bolsonaro. No hay la menor duda que el expresidente tendrá que enfrentar la justicia de su país por varios procesos.
El más reciente y con el que empieza su vida como exmandatario, a pocas horas de su regreso, es el caso del ingreso ilegal de las joyas saudíes tal como CNN(Brasil) ha venido informando y que llevaron a Bolsonaro a su primer versión libre o “depoimento” el día de ayer en la sede de la Policía Federal, en Brasilia.
Sin embargo, el gran caso que afrontará será por cuenta de lo sucedido el 8 de enero cuando la Plaza de los Tres Poderes fue sitiada por la turba enardecida que atacó las diferentes instalaciones públicas y que le traerá posiblemente, a futuro, su inelegibilidad.
Uribe Vélez ha corrido una suerte similar, de ahí que haya asumido una actitud de apaciguamiento con la administración de la “Paz Total”. Aunque creo poco factible que la izquierda cumpla un acuerdo tácito de hacer una oposición llevada a su mínima expresión a cambio de liberar las presiones judiciales en su contra sin que ello signifique, de algún modo, rehabilitar su imagen.
Millones de exaltados, que por cuenta de su escasa cultura política solo inversamente proporcional a su elevado grado de fanatismo, desearían ver (en el mejor de los casos) a Uribe tras las rejas.
En Pakistán, Imran Khan fue destituido hace un año, sufrió un atentado el 03 noviembre, afronta más de 140 cargos en su contra y ha dicho, en entrevista para Times Radio con Lucy Fisher, que esta redada solo busca neutralizarlo para las elecciones en otoño. Las imágenes de sus seguidores en Islamabad, Lahore, Karachi y Pesahawar dan cuenta principalmente de su popularidad que se ubica por encima del 60%, según un reciente sondeo de Gallup, mientras que el actual Premier, Shehbaz Sharif, cuenta con un 36%.
En gran medida, esto explica que Bibi Netanyahu, que también ha tenido líos judiciales, haya intentado, hasta hace unos días, por intermedio del Ministro de Justicia -Yariv Levin- pasar un proyecto en el Knesset buscando recortar facultades al poder judicial. La reacción en las calles como se vio en varias emisiones de Al Jazeera llevó a que Yoav Gallant, Ministro de Defensa, saliera públicamente a sostener que se debía retirar el proyecto dadas las implicaciones que tenía la explosión social para la seguridad nacional.
Estos casos, tienen un rasgo en común y es que son líderes políticos indiscutibles con niveles de popularidad considerables lo que explica, en parte, que sus enemigos vean en ellos una amenaza real a sus intereses y que a sus errores le encuentren jueces al servicio de la causa política.
Igualmente, son líderes que enfrentan varios casos jurídicos en su contra, pues, parte de las tácticas de sus enemigos es desgastarlos ante la opinión pública llevándolos ante los estrados judiciales de sus respectivos países.
Las cuatro coyunturas están adscritas a sociedades altamente polarizadas en donde el fanatismo y la “justicia espectáculo” vienen a incrementar aún más los niveles de división y sectarismo político. Detrás de todos los casos en mención hay un innegable trasfondo político.
Por ello, no creo que la idea de Netanyahu caiga en el olvido, pues, en muchas democracias se ha venido cuestionando la manera en que los jueces asumen roles que, desnaturalizando su investidura, vienen a lesionar seriamente el equilibrio de poderes.