Nicolás Otero Álvarez

Nicolás Otero Álvarez es abogado especialista en derecho contencioso-administrativo de la Universidad Externado. Se desempeña como asesor y litigante independiente en derecho administrativo, inmobiliario y urbanístico. Lector y fotógrafo aficionado.

Nicolás Otero Álvarez

El caballo de Troya de la constituyente

Proponer una nueva constituyente en Colombia en este momento es imprudente y podría agravar las dificultades estructurales existentes. En Colombia tendemos a pensar que los problemas se resuelven reactivamente. En lugar de diseñar espacios públicos propicios para su apropiación por parte de la ciudadanía, preferimos las soluciones simplistas de aumento del pie de fuerza. Este ejemplo ilustra centenares de decisiones administrativas y políticas, y la lógica reactiva se confirma a sí misma por medio de las encuestas. El expresidente Álvaro Uribe mantiene el récord de mayorías que consideraban, mientras ejercía de cabeza de Estado, que las «cosas en Colombia estaban mejorando», de acuerdo con la encuesta Invamer Poll n.º 161. No es apresurado decir que tal popularidad se debe en buena medida a la percepción en materia de lucha contra la guerrilla, así como la calidad y cobertura del sistema de salud y los servicios públicos. Pero los problemas de percepción se resuelven con apariencias, con militares mostrando pulgares en las carreteras o dándole publicidad y cobertura a las esporádicas incautaciones de estupefacientes; en cambio, para la construcción de una nueva sociedad, se debe trascender la superficie.

Lo demás son soluciones de superestructura que se enfocan en cambiar las apariencias sin abordar las bases de los problemas. Se trata entonces de indicadores útiles para ganar elecciones sin los esfuerzos que implicaría abordar las causas de la violencia y la desigualdad. ¿O cómo ganó entonces el «no» en 2016? El miedo, la tristeza y la rabia —el desbordamiento de las emociones— triunfaron sobre la lógica de las políticas públicas diseñadas para la creación de oportunidades, la reparación de las víctimas, la transformación del corrupto sistema político o la reforma agraria que, desde López Pumarejo o Lleras Restrepo, exige el campo colombiano. Así pues, sostener que para atajar la denegación de justicia solo se requieren reformas procesales o que la falta de oportunidades se resuelve simple y llanamente con subsidios, pone el foco en lo superficial. Es decir, resulta frívolo e insustancial. Para que Colombia resuelva el atroz funcionamiento de sus sistemas político y económico es necesario un cambio de perspectiva; lo demás es óleo puesto sobre el lienzo y con Petro reinan los colores primarios, las ideas sin desarrollar, los garabatos de las buenas intenciones

La propuesta de una nueva constituyente parece ser una forma reactiva de reforma, orientada a mejorar estadísticas previas a las elecciones y enfocada en la superestructura. Recuerdo que cursaba 5.º año de derecho en el Externado cuando Juan Fernando Cristo visitó mi salón de clase por invitación de Yesid Reyes. Mi entusiasmo por el proceso de paz era muy intenso en 2018. Ese año había ganado una beca del DAAD para exponer los ejes jurídicos centrales de la responsabilidad del superior en Berlín, Bonn, Colonia, Frankfurt y Núremberg. Por tanto, para mí fue una oportunidad de oro conocer, aunque fuera en un salón de cátedra, al entonces exministro del Interior. La coherencia del discurso trascendía la política tradicional; el objetivo común era la implementación de los acuerdos. Sin embargo, pese a su refrendación en el Congreso, al triunfo del «no» le siguió la funesta victoria del reaccionario estamento político que vio cómo se escapaban de sus manos los privilegios que dejó la caída del Frente Nacional. Luego vino el COVID-19 y Colombia ha rozado varias veces el abismo de la recesión.

La propuesta de una nueva constituyente se vende como una solución, pero ¿qué se esconde dentro de este caballo de Troya? El desgaste social agota a la opinión pública y adelanta los debates electorales a dos años del cambio de Administración, creando un caos innecesario. Parece ser más bien el pretexto para unificar la izquierda en torno a Petro, lo que explica el papel que juega el nuevo gabinete. ¿Están dadas las condiciones para un gran acuerdo nacional? ¿Es siquiera sensato esperar a que las condiciones estén dadas, que hayamos superado la polarización y el escepticismo para entonces evitar que las posverdades de la derecha o izquierda superen a los valores democráticos otra vez? ¿Qué se espera con el caos además de adelantar el tiempo y mantenernos en la perenne crisis institucional? Como buen colombiano, le deseo la mejor de las suertes al nuevo ministro, pero como ciudadano preocupado por la situación del país, también le pido coherencia… el país necesita lo mejor de cada uno de nosotros.

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Nicolás Otero Álvarez
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