Que el futbol es un negocio por encima del juego y el espectáculo, con un apetito voraz por el dinero, queda demostrado, de nuevo, con la transferencia de futbolistas jóvenes al exterior, sin lograr aún afirmarse en sus condiciones y sin ser disfrutados por los aficionados.
Lleva esto a conjeturas de los expertos, quienes afirman que los clubes prefieren los dólares a los títulos.
Desconocen ellos, los críticos, que mantener en activo a un jugador joven en el medio, por el acoso de los empresarios, la presión de sus familiares y de ellos mismos, doblegados por el dinero ofrecido, los hace vulnerables e insostenibles.
No son atractivos para los deportistas los salarios al comienzo de sus carreras y quieren saltos de calidad de inmediato en sus ingresos, su rendimiento y en el impacto popular con su fama creciente.
Tampoco motiva a los dirigentes, conservar futbolistas con desaliento premeditado en el juego, actuando a regañadientes, fingiendo lesiones, con desesperante irregularidad, comportamiento orquestado para facilitar su salida.
Muchos futbolistas colombianos emigraron jóvenes, y se hicieron en el exterior, dispararon su cotización con fuerte impulso en la selección Colombia.
Falcao partió a los 14 años, Cuadrado a los 17, Carrascal a los 17, James a los 16 y David Ospina no rebasaba los 20, cuando se marcharon al exterior. Todos triunfaron.
Pero decenas de jugadores prometedores, involucrados en el mercado internacional, inmaduros aún, regresaron luego porque tardaron en consolidar sus aptitudes.
La situación, con el mercado desbordado de juveniles, afecta especialmente a los equipos grandes, porque los chicos, como Envigado, tienen claros sus objetivos. Formar, transferir, subsistir.
Los clubes con renombre, como Millonarios, Nacional, América, Medellín Batallan lejos de su grandeza con la incomprensión de sus seguidores, con ídolos referentes cargados de años, desgastados, afectados por la irregularidad y las lesiones, o jugadores venidos a menos, cuyo rendimiento se mantiene en deuda y solo destacan con chispazos.
Por eso es frecuente verlos, rastreando en su cantera como solución sus problemas, forzados a transferir a los juveniles, cuando apenas sacan la cabeza. El futbol ya no es juego...es negocio