La semana pasada entré a X y me encontré con el reciente lanzamiento gratuito y masivo de Grok, acompañado del alboroto que ha generado a nivel mundial gracias a las sorprendentes imágenes creadas por este modelo de IA. ¿Quién habría imaginado a Silvestre Dangond junto a Dua Lipa o que ahora todos podamos tener una foto con Taylor Swift?
Todo este revuelo ha reavivado el debate sobre el alcance y la influencia de la inteligencia artificial en la sociedad actual, llevándome, en particular, a reflexionar sobre su impacto en las industrias creativas.
Cuando leí por primera vez La chispa de la creatividad y luego De animales a dioses, no pude evitar detenerme a pensar en lo frágiles que somos como especie, pero también en lo brillantes que podemos llegar a ser. Harari autor del segundo de estos libros lo dice de una forma que te deja pensando: no somos los más fuertes, ni los más rápidos, pero la capacidad de imaginar y trabajar juntos fue lo que nos llevó de ser simples habitantes de las estepas africanas a dominar el mundo. Sin embargo, ahora parece que esa creatividad e imaginación que nos definía cómo la especie predominante está tambaleando frente a la inteligencia artificial.
En el día a día, lo veo por todas partes. He trabajado en diferentes organizaciones a lo largo de mi carrera, y siempre me he encontrado con personas que tienen miedo de ser reemplazadas por generaciónes más jovenes y ahora se le suma por la IA, con la llegada de modelos como Grok, ChatGPT, MidJourney, Copilot, Dall-e, ElevenLabs, Sora o muchas otras que generan textos, diseños y hasta videos, el temor ha crecido.
La verdad, los entiendo. No es fácil sentarse y verlas en acción, como una máquina puede hacer en minutos lo que antes tardabas horas y más sin necesidad de 4 - 5 años de carrera, uno de especialización y múltiples años de experiencia para entregar un producto de calidad.
Me acuerdo especialmente de una conversación con un amigo financiero que me decía "Si una IA puede hacer lo del equipo de diseño, audiovisual y de redacción, ¿Usted se alcanza a imaginar socio, el billete que nosotros nos podemos estar ahorrando?" Esa frase me quedó dando vueltas porque, aunque creo firmemente que la IA no reemplaza la esencia humana, también es cierto que nos obliga a replantearnos muchas cosas en la industria creativa, entre esas ¿Estamos aprovechando al máximo el talento humano? ¿O lo estamos dejando atrapado en tareas operativas? ¿Nuestros equipos están innovando o seguimos anclados en lo tradicional? ¿Hemos integrado tecnología de manera estratégica o seguimos viéndola como una amenaza?
La verdad, al principio yo también era un poco escéptico con estas tecnologías, pero, como dice Harari en su libro, "la clave no es temer al cambio, sino aprender a adaptarse". Eso es lo que necesitamos hacer ahora. La IA no es nuestro enemigo; es una herramienta. El problema no es que exista, sino que no sepamos cómo usarla. Y sí, a veces me siento un poco abrumado cuando veo lo rápido que avanza todo esto, pero también creo que podemos usarlo a nuestro favor.
Al final, creo que el miedo no es del todo malo. Nos obliga a cuestionarnos, a movernos, a innovar. Pero tampoco podemos permitir que nos paralice. En lugar de temer a ser reemplazados, deberíamos enfocarnos en aprender. Si algo nos ha enseñado la historia es que la adaptación no solo es necesaria, sino inevitable. Entonces, la próxima vez que sienta ese miedo, recuerde que el verdadero peligro no está en la IA, sino en quedarnos inmóviles mientras el mundo sigue avanzando.