Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Consecuencias de la política Covid cero

Todo cuanto está pasando en China en ese momento, revuelta de la población contra las medidas draconianas de su Gobierno por la política de Covid cero, nos deja unas cuantas lecciones dignas de ser atendidas. La primera, una tan simple como no hacer caso a las leyendas urbanas que surgen a diario en las redes sociales.

Al principio de la pandemia, cuando comenzaron a llegar a Occidente las primeras noticias de la aparición de una rara enfermedad que se extendía desde China por Norteamérica y Europa, gentes que uno tenía por sensatas aseguraban muy convencidas de que aquello formaba parte del plan de Pekín para desestabilizar a Occidente, acabar con su economía y hacerse definitivamente con la hegemonía del mundo.

El argumento de quienes algo conocíamos de la cultura china para echar abajo aquel razonamiento, les parecía una tremenda ingenuidad: cómo creer que desde una sociedad confuciana, de culto y respeto a los mayores, iba a ponerse en marcha un plan para diezmar a los viejos. Las perversas consecuencias sobre la economía china y el hartazgo de la población con las medidas de confinamiento, parecen darnos hoy la razón.

El desafío a la autoridad que estamos viendo en las calles de las ciudades chinas, inédito en más de tres décadas, y que cuestiona como parecía inimaginable hace apenas unas semanas el liderazgo de Xi Jinping, debería servir para echar abajo aquella teoría peregrina, que seguramente más de uno aún hoy sigue creyendo.

Casi dos años después del discurso triunfal del líder chino, en que ponía al régimen como un ejemplo de gestión de la pandemia frente al fracaso del resto del mundo, su argumento se viene abajo y representa una pérdida de prestigio; y las manifestaciones callejeras suponen el mayor desafío desde que Xi Jinping llegó al poder hace poco más de una década.

Ahora el liderazgo chino tirando balones fuera, trata de echar la culpa de unas medidas que han enfurecido y cansado a la población, a las autoridades locales que no han sabido interpretar las directrices llegadas desde arriba. El portavoz de la Comisión Nacional de Salud, Mi Feng, habla esta semana de “malentendidos” y admite que los cierres han “afectado la vida de la gente y su psicología” y reconoce, sin el menor asomo de autocrítica, que quizá algunas medidas han sido “excesivas”.

La cuestión es ver las consecuencias que vienen porque, según Pekín, esas medidas siguen siendo necesarias, más ahora que China está sufriendo una fuerte oleada de rebrotes con cifras récord de contagios. Los manifestantes chinos son tremendamente creativos a la hora de protestar contra un régimen especializado en represión. Lo hemos visto en estos días con las hojas en blanco que exhiben para que la gente las llene con toda clase ideas en su imaginación.

Es el pulso a un régimen que con la excusa del Covid cero, podría prolongar una tecnología para rastrear a la gente después de la pandemia y convertirse en un método más de control político y social. Lo que muchos temían viendo la autoridad de Xi Jinping extenderse más allá de los dos quinquenios recetados por Deng Xiaoping para el liderazgo chino, se está cumpliendo ahora: el peligro de excesos de quien ostenta un poder omnímodo por tiempo indefinido. Y habrá que estar atentos a las consecuencias.

Las palabras del primer ministro inglés, Rhisi Sunak, quejándose de lo ocurrido a un reportero de la BBC, a quien se le impidió informar de las protestas callejeras contra las medidas Covid cero, ponen los puntos sobre las íes en Occidente con respecto al liderazgo político de Pekín: “En vez de escuchar las protestas de la gente, el Gobierno chino ha escogido suprimirlas con dureza… Seamos claros, la época dorada (de la que hablaban algunos políticos occidentales) se ha acabado, igual que la idea ingenua de que el comercio traería consigo reformas sociales y políticas”.

Así empezaron en 1989, las protestas en Tiananmen que desembocaron en tragedia, con el hartazgo de la gente por la corrupción en la cúpula y la inflación rampante. Los chinos son un pueblo paciente hasta lo indecible; pero la paciencia, también en China, tiene sus límites.

 

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